Rodolfo Walsh en Cuba. Enrique Arrosagaray
No, era un rebelde sin causa. Era un tipo medio prepotente. No era simpático en esa época. Yo tenía un teatro de títeres con José María Paolantonio y un día se apareció Urondo por ahí. Yo lo veía como ese rebelde sin causa; y dijo que escribía poesía. Hacía unos poemas malísimos. Y trabajó un tiempo en el teatro, conmigo. Me acuerdo que vivía con Ariel Ramírez en una casa en Colegiales y en el fondo de esa casa se alquilaba otra casa. Le alquilamos eso a Urondo. Allí vivió con su primera mujer Chela Murúa y sus dos hijos. La nena moriría en la guerrilla. Comenzó a escribir textos de televisión para Stivel, con gran esfuerzo. Escribía con faltas de ortografía…-pone cara de horror-. Yo trabajaba de abogado y tenía un cliente que tenía una casa en la calle Venezuela, estaba por desalojar a los inquilinos14. La casa quedó vacía, le propuse a mi cliente alquilársela para un amigo. Me dijo que sí. Y se la alquilé para Urondo y para una hermana mía. Vivieron Emilio Alfaro, Stivel, Soriano, era una especie de colonia artística.
¿Y Paco aprendió a escribir?
Brascó: Sí. Teníamos la revista Zona y Urondo cayó con unos poemas de un poeta peruano… Yo le dije “¡Paco! ¡Estos poemas son una mierda!” Y me dijo que eran de un combatiente que estaba en la sierra y yo le dije “¡qué carajo me importa!”15. Dejamos el entorno de Walsh y volvemos a él por boca de un crítico.
¿En qué marco se veía con Walsh?
Muñoz Unsaín: En Buenos Aires nos veíamos ocasionalmente, en los bares…
¿Cómo era la pareja de Walsh con Poupée?
Muñoz Unsaín: Rodolfo era un tipo serio. Un argentino medio, esmirriado, no podía tener seguridad física en sí mismo. Más bien callado. Flaquito. ¡Se destacaba su frente! -yergue su propio cuerpo para decirlo-. Para el análisis, un tipo agudo. Socialmente, Poupée lo eclipsaba16; sí, era muy simpática, muy alegre. Muy culta. Bueno, en ese grupo todos eran supercultos. Poupée era muy comunicativa; no porque comunicara cosas muy importantes, pero sabía comunicarse -como se puede apreciar, Muñoz Unsaín no sólo es agudo con Walsh-. Poupée, simpática.
A veces nos íbamos a comer, también con Pajarito García Lupo…-los recuerdos le afloran con forma de risa ante lo que aparece como incoherente, entre las concepciones políticas y las conductas personales-. En ese momento en la Argentina, pensábamos que si Alemania era enemiga de Inglaterra, algo bueno tenían que tener los alemanes. Rodolfo venía de Tacuara, cuando Tacuara era una organización juvenil nacionalista, no nazi. No digo que Rodolfo militaba en Tacuara, pero venía del nacionalismo. Y Pajarito, que también venía de un nacionalismo antijudío, se había enamorado de Elsa Jascalevich y se había casado con ella. Rodolfo y Poupée, Pajarito y Elsa y yo y mi mujer de entonces, teníamos algunos lugares al margen de los lugares con los demás. Era un lugar en la cortada Carabelas. También los restaurantes del Mercado de Abasto -la Blanchard no lo recuerda- y en el café La Paz, donde no entraban las mujeres. Era cosa de hombres solos. Todas las noches nos reuníamos en el café La Paz. A la salida del diario todos nos juntábamos ahí como estúpidos profesionales, a esperar la salida del diario para leer lo que nosotros mismos habíamos escrito. ¡Eso era todas las noches! -lo subraya con energía, reconociéndose giles de cuarta.
¿Es en esas reuniones después de trabajar que se entera del proyecto de la agencia cubana?
Muñoz Unsaín: Masetti había estado dos veces en Sierra Maestra. Era cronista de radio El Mundo. Y Carlitos Aguirre era amigo de él y era amigo mío. Cuando Masetti volvió a Buenos Aires le contó a Carlitos del proyecto de que si la guerrilla triunfaba, el Che estaba dispuesto a apoyar la creación de una agencia latinoamericana de noticias. Habrá sido por octubre del 58. O antes. En ese momento Carlitos y yo trabajábamos en el diario El Nacional17. Me preguntó si me interesaría. “¡Sí, cómo no!” De repente llega la noticia de que Fidel toma el poder. Masetti viene con la famosa “Operación Verdad”. Y se concreta la idea de formar esa agencia.
Usted, García Lupo, ¿recuerda esos espacios en común con Walsh y con el Chango Muñoz Unsaín?
García Lupo: Sí, sí, lo del restaurante de la calle Carabelas es así. El Chango estaba casado con una mujer encantadora, creo que médica. Yo con mi primera esposa, Elsa y Rodolfo con Poupée.
No voy a presentar a Rogelio García Lupo porque él mismo contará muchos datos de su historia profesional en varios momentos de nuestra charla. Sólo decimos que sigue trabajando en el diario Clarín, que no se siente viejo a pesar de que los años también pasan para él y que nuestra conversación tuvo el escenario que él eligió: la confitería del Hotel Castelar, en la Avenida de Mayo, en donde siempre vaga el comentario de que allí se hospedó Federico García Lorca por el 30 y pico, cuando a una cuadra, en el Teatro Avenida, se presentaba su obra La zapatera prodigiosa en la que él mismo actuaba haciendo el “prólogo” que iniciaba la puesta. Poco después, al inicio de la guerra civil en la península, Francisco Franco lo fusilaría y haría desaparecer su cadáver.
¿Hacía tiempo que conocía a Muñoz Unsaín?
García Lupo: El Chango Muñoz Unsaín pertenece a una familia de periodistas muy conocidos en su época, José María Fernández Unsaín, director del diario Tribuna, que salió en el 46, continuador del diario Cabildo. Fernández Unsaín se casó con la hija de Lautaro Durañona y Vedia, que era del nacionalismo de derecha. Fernández Unsaín emigró y falleció en México hace dos o tres años.
¿El Chango venía entonces de ese tronco nacionalista?
García Lupo: El Chango también venía del nacionalismo. Creo que lo conocí en Buenos Aires ya incorporándose a Prensa Latina. En la oficina de Buenos Aires primero, porque luego fue a Montevideo.
¿Dónde estaba la oficina de la Agencia en Buenos Aires?
García Lupo: En la calle 25 de Mayo entre Sarmiento y Cangallo. Luego estaría en Bernardo de Irigoyen al 400. Se abre en Junio del 59, era una vieja oficina en un viejo edificio…
¿Quiénes formaban parte de ese primer elenco de periodistas en Buenos Aires?
García Lupo: Luis González O´Donnell era el secretario de redacción, luego estaba Santiago Pinetta, que vive en Buenos Aires, el Chango Muñoz Unsaín, Luis Bergonzelli, militante socialista como O´Donnell, éste venía de La Razón y era un periodista muy destacado. Estaba yo y Pirí Lugones haciendo los servicios especiales y saliendo a vender. El contador era otro socialista Roberto Pastorino.
Viéndolo desde hoy ¿Qué características tenía ese tronco nacionalista?
García Lupo: Era un nacionalismo antiimperialista. Esa era nuestra base ideológica en común. Ya en el 58 con Frondizi como presidente, yo hice una personal campaña de radio en favor de la revolución cubana, en las radios Belgrano y Argentina, de la que conservo la mayor parte de los textos y podía hacer eso por una sencilla razón: los textos se aprobaban o no, luego de pasar por una especie de censura a cargo de la Comisión Administradora de Radio y Televisión que la presidía Isidro Odena, viejo periodista internacional. Él tenía dos hombres de confianza a su lado. Uno era yo. Por lo tanto yo me autoaprobaba, me los autoautorizaba -se ríe sin control-. Así fue que hice esa campaña personal en favor de los rebeldes de la Sierra durante el 58, con el resultado insólito de que el embajador cubano del gobierno de Batista, se quejó; pero en medio de ese quilombo tanto allá como acá, seguí adelante. Pero ahora, releyendo mis textos me doy cuenta de que lo mío era nacionalismo antiimperialista.
Esta definición política tiene gusto a poco y creemos que García Lupo tiene la misma sensación, por eso abre otra puerta, sin pausa, e incorpora a este breve análisis otra definición de la época, indispensable a tener en cuenta porque ayuda a entender la coyuntura y el perfil de estos periodistas nacionalistas en el que queda incluido Rodolfo Walsh.
García Lupo: Hay que recordar que en ese mismo momento la prensa comunista se encargaba de producir desconfianza sobre quién era Fidel Castro.
¿Se refiere a la prensa oficial del PC argentino?
García