Reportaje al pie de la horca. Julius Fucík

Reportaje al pie de la horca - Julius Fucík


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      La obra, a esta altura un clásico universal, cuyo título original es Reportáz psaná na opratce, fue traducida mundialmente a a más de 50 idiomas. En la mayoría de las ediciones latinoamericanas y españolas lleva el nombre de la versión que aquí presentamos. En algunas ediciones, especialmente en nuestro país, se la tituló Reportaje al pie del patíbulo. Por supuesto, la obra es la misma. Nosotros elegimos, luego de leer y comparar todas ellas, respetar la traducción checa. Pero no hay cambios sustanciales entre todas las existentes.

      Tomamos conocimiento que recientemente, en República Checa, se ha publicado la obra con supuestos “pasajes censurados” por el gobierno checo y soviético del momento. Los “pasajes” aparentemente estarían situados hacia el final del relato, y son cortos en extensión. Harían mención a un “juego” diversionista de información que Fucík habría mantenido con sus captores para “ganar” tiempo; pero que para el “modelo de hombre” que se quería imponer desde el gobierno de aquella época resultaba “excesivo y herejético”. Aparentemente estas pruebas estarían apoyadas en los manuscritos encontrados en archivos desclasificados de la ex Checoslovaquia. El estado actual de nuestros conocimientos no nos permite dilucidar científicamente el enigma ni tomar partido con respecto al asunto. Solo nos decidimos a opinar que el conjunto de la obra va en sentido contrario a la mencionada posibilidad, argumento que no es un detalle. Y aunque fuera cierto, tampoco cambiaria en nada nuestra opinión sobre el comportamiento heroico de Julius Fucík en la prisión, que ni siquiera en esa hipótesis está puesto en duda. Por esta razón nos inclinamos a publicar la obra tal como se la conoció a partir de la liberación checoslovaca y desde que su compañera lo presentara públicamente luego de la liberación de su país.

      La presente edición está ampliada con algunas de las cartas que Julius envió a su familia desde las prisiones, donde los convoyes nazis lo depositaban, en el largo suplicio que tuvo que vivir hasta su ejecución. Por primera vez, presentamos al lector, junto al texto principal, un “esbozo” de biografía que su compañera Gusta redactó en 1950 y que se publicó por separado, comentando extensamente las actividades y la vida del autor del Reportaje desde pequeño hasta las últimas horas de su corta vida. Tenemos la convicción que esto ayudará a comprender a cabalidad quien era ese hombre tan inmenso y agudo, que aspirando las últimas bocanadas de aire llego a decir “Siempre pensé cuan triste sería ser el último soldado que en el último segundo de la guerra lo alcanzara la última bala en el corazón. Pero alguien tiene que ser el último. Y si supiera que puedo serlo yo, ahora mismo iría.”

      A Julius Fucík - Pablo Neruda

A Julius FucíkPor las calles de Praga en invierno, cada día,pasé junto a los muros de la casa de piedraen que fue torturado Julius Fucík.La casa no dice nada: piedra color de invierno,barras de hierro, ventanas sordas.Pero cada día que pasé por allímiré, toqué los muros, busqué el eco,la palabra, la voz, la huella puradel héroe.Y así salió su frenteuna vez, y sus manos otra tarde,y luego todo el hombrefue acompañándomea través de la Plaza Venceslao, como un buen amigo;por el viejo mercado de Havelská,por el jardín de Strahov desde dondePraga se eleva como una rosa gris.Pablo Neruda

      Introducción

      En el campo de concentración de Ravensbrück supe —me lo dijeron mis compañeros de prisión— que mi marido, Julius Fucík, redactor de Rudé právo y de Tvorba, había sido condenado a muerte el 25 de agosto de 1943 por un tribunal nazi en Berlín.

      Mis intentos de averiguar algo más sobre su suerte posterior se estrellaron contra los altos muros del campo.

      Después de la derrota de la Alemania hitleriana, en mayo de 1945, los prisioneros que los fascistas no habían tenido tiempo de asesinar fueron liberados de cárceles y campos de concentración. Yo tuve la fortuna de hallarme entre ellos.

      Al volver a mi patria liberada, busqué y rebusqué las huellas de mi marido. Hice lo que hicieron millares y millares de personas que también buscaron —y muchas aún siguen buscando— a sus maridos, a sus mujeres, a sus hijos, a sus padres y madres deportados por los ocupantes alemanes y arrastrados a alguna de sus innumerables cámaras de tortura.

      Me enteré de que Julius Fucík había sido ejecutado en Berlín el 8 de septiembre de 1943, quince días después de su condena.

      También supe que Julius Fucík había escrito algo mientras estuvo en la cárcel de Pankrác. Fue el guardián A. Kolínsky quien le procuró los medios para hacerlo, llevándole a la celda papel y lápiz y sacando clandestinamente de la cárcel las hojas manuscritas.

      He tenido una entrevista con el guardián. Y poco a poco he podido ir recogiendo el material escrito por Julius Fucík en la cárcel de Pankrác. Reuní las hojas numeradas, escondidas por varias personas en diferentes lugares, y se las presento hoy al lector. Es la última obra de Julius Fucík.

      Gusta Fucíková

      PRAGA, septiembre de 1945

      Escrito en la cárcel de la Gestapo, en Pankrác, durante la primavera de 1943

      Alguien, un día —quizá nunca sepamos quién ni cuándo—llamó a este cuarto del Palacio Petschek “sala de cine”. ¡Qué idea tan genial! Una amplia sala, seis largos bancos, uno tras otro, ocupados por los cuerpos rígidos de los detenidos, y ante ellos un muro liso, como una pantalla cinematográfica. Todas las casas productoras del mundo no han llegado a hacer la cantidad de películas que sobre esta pared han proyectado los ojos de los prisioneros en espera de un nuevo interrogatorio, de la tortura, de la muerte. Películas de vidas enteras o de los más pequeños fragmentos de vida; películas de la madre, de la esposa, de los hijos, del hogar destruido, del porvenir destrozado; películas de camaradas valerosos y de la traición; películas del hombre a quien entregué aquella octavilla, de la sangre que correrá otra vez, del fuerte apretón de mano, del compromiso de honor; películas repletas de terror y de decisión, de odio y de amor, de angustia y de esperanza. De espaldas a la vida, cada uno contempla aquí su propia muerte. Y no todos resucitan.

      Cien veces he sido aquí espectador de mi propia película, mil veces he seguido sus detalles. Ahora trataré de explicarla. Y si el nudo corredizo de la horca aprieta mi cuello antes de terminar, quedarán todavía millones de hombres para completarla con un happy end.

      1 Cuartel General de la Gestapo en Praga.

      Capítulo I

      Veinticuatro horas

      Dentro de cinco minutos el reloj marcará las diez. Es una hermosa y cálida noche de primavera, la noche del 24 de abril de 1942.

      Me doy prisa. Tanto como me lo permite mi papel de hombre viejo que cojea. Me doy prisa a fin de llegar al hogar de los Jelínek antes de que cierren la puerta de la casa. Allí me espera mi “colaborador” Mirek. Sé que esta vez no me comunicará nada importante. Tampoco yo tengo nada que decirle. Pero faltar a la cita convenida podría sembrar el pánico. Y, sobre todo, quisiera evitar preocupaciones infundadas a las dos buenas almas que nos acogen.

      Me reciben con una taza de té. Mirek me está esperando. Y, con él, el matrimonio Fried. Una imprudencia más. Me alegra verlos camaradas, pero no así, de esta manera, todos juntos. Es el mejor camino para ir a la cárcel y a la muerte. O respetan las reglas de la conspiración o dejan de trabajar, porque así se exponen y ponen en peligro a los demás. ¿Comprendido?

      —Comprendido.

      —¿Qué me han traído?

      —Muy


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