El Imperialismo, fase superior del capitalismo. V. I. Lenin

El Imperialismo, fase superior del capitalismo - V. I. Lenin


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Libres del Pueblo (OLP)

       Gustavo Robles, dirección del Partido Comunista de los Trabajadores (PCT)

      (Ensayo popular)

      Prólogo

      El folleto que ofrezco a la atención del lector fue escrito en Zurich durante la primavera de 1916. En las condicio­nes en que me veía obligado a trabajar tuve que tropezar, naturalmente, con una cierta insuficiencia de materiales franceses e ingleses y con una gran carestía de materiales rusos. Sin embargo, la obra inglesa más importante sobre el imperialismo, el libro de J. A. Hobson, ha sido utiliza­da con la atención que, a mi juicio, merece.

      El folleto está escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto, no sólo me vi precisado a limitarme es­trictamente a un análisis exclusivamente teórico -sobre todo económico-, sino también a formular las indispen­sables y poco numerosas observaciones de carácter po­lítico con una extraordinaria prudencia, por medio de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo obligaba a recurrir a todos los revolucio­narios cuando tomaban la pluma para escribir algo con destino a la literatura “legal”.

      Quiero abrigar la esperanza de que mi folleto ayuda­rá a orientar en la cuestión económica fundamental, sin cuyo estudio es imposible comprender nada en la aprecia­dor de la guerra y de la política actuales, a saber: la cues­tión de la esencia económica del imperialismo.

      El autor

      Petrogrado, 26 de abril de 1917

      4 El imperialismo, fase superior del capitalismo fue escrito en la primera mitad de 1916. El estudio de publicaciones de distintos paí­ses acerca del imperialismo lo inició Lenin en Berna, en 1915; el li­bro empezó a escribirlo en enero de 1916. A fines de este mes, Lenin se trasladó a Zurich y siguió trabajando en el libro, en la biblioteca cantonal de esa ciudad. Los extractos, apuntes, observaciones y cua­dros que Lenin hizo de centenares de libros, revistas, periódicos y resúmenes estadísticos extranjeros componen más de 40 pliegos de imprenta. Estos materiales fueron publicados en edición aparte en 1939 bajo el título de Cuadernos sobre el imperialismo. El 19 de junio (2 de julio) de 1916, Lenin terminó el trabajo y envió el manuscrito a la Editorial Parus. Los elementos mencheviques atrincherados en la Editorial suprimieron de él la dura crítica que se hacía de las teorías oportunistas de Kautsky y de los mencheviques rusos (Mártov, etc.). Cuando Lenin decía “transformación” (del capitalismo en imperialis­mo capitalista) ellos pusieron “conversión”, el “carácter reaccionario” (de la teoría del “ultraimperialismo”) lo sustituyeron por el “carácter atrasa­do”, etc. Con el título de El imperialismo, etapa contemporánea del capitalis­mo la Editorial Parus lo imprimió a principios de 1917 en Petrogrado. A su llegada a Rusia, Lenin escribió el prólogo del libro, que vio la luz en septiembre de 1917. (Ed.)

      5 Véase las págs 220-221 de la presente edición. (Ed.)

      I

      Este libro, como ha quedado dicho en el prólogo de la edición rusa, fue escrito en 1916, teniendo en cuenta la censura zarista. Actualmente, no tengo la posibilidad de rehacer todo el texto; por otra parte, sería inútil, ya que el fin principal del libro, hoy como ayer, consiste en ofrecer, con ayuda de los datos generales irrefutables de la estadística burguesa y de las declaraciones de los sabios burgueses de todos los países, un cuadro de conjunto de la economía mundial capitalista en sus relaciones inter­nacionales, a comienzos del siglo XX, en vísperas de la primera guerra mundial imperialista.

      Hasta cierto grado será incluso útil a muchos comunis­tas de los países capitalistas avanzados persuadirse por el ejemplo de este libro, legal, desde el punto de vista de la cen­sura zarista, de que es posible -y necesario- aprovechar hasta esos pequeños resquicios de legalidad que todavía les que­dan a éstos, por ejemplo, en la América actual o en Francia, después de los recientes encarcelamientos de casi todos los comunistas, para demostrar todo el embuste de las concep­ciones y de las esperanzas social-pacifistas en cuanto a la “de­mocracia mundial”.

      Intentaré dar en este prólogo los complementos más indispensables a este libro censurado.

      II

      En esta obra hemos probado que la guerra de 1914­1918 ha sido, de ambos lados beligerantes, una guerra im­perialista (esto es, una guerra de conquista, de bandidaje y de robo), una guerra por el reparto del mundo, por la distribución y redistribución de las colonias, de las “esfe­ras de influencia” del capital financiero, etc.

      Pues la prueba del verdadero carácter social o, mejor dicho, del verdadero carácter de clase de una guerra no se encontrará, claro está, en la historia diplomática de la mis­ma, sino en el análisis de la situación objetiva de las clases dirigentes en todas las potencias beligerantes. Para reflejar esa situación objetiva, no hay que tomar ejemplos y datos aislados (dada la infinita complejidad de los fenómenos de la vida social, se puede siempre encontrar un número cual­quiera de ejemplos o datos aislados, susceptibles de con­firmar cualquier tesis), sino indefectiblemente el conjunto de los datos sobre los fundamentos de la vida económi­ca de todas las potencias beligerantes y del mundo entero.

      Me he apoyado precisamente en estos datos generales irrefutables al describir el reparto del mundo en 1876 y en 1914 (VI) y la distribución de los ferrocarriles en todo el globo en 1890 y en 1913 (VII). Los ferrocarriles cons­tituyen el balance de las principales ramas de la indus­tria capitalista, de la industria del carbón y del hierro; el balance y el índice más notable del desarrollo del co­mercio mundial y de la civilización democráticoburgue­sa. En los capítulos precedentes de este libro, exponemos la conexión entre los ferrocarriles y la gran producción, los monopolios, los sindicatos patronales, los cartels, los trusts, los bancos y la oligarquía financiera. La distribu­ción de la red ferroviaria, la desigualdad de esa distri­bución y de su desarrollo, constituyen una síntesis del capitalismo moderno, monopolista, en la escala mun­dial. Y esa síntesis demuestra la absoluta inevitabilidad de las guerras imperialistas sobre esta base económica, en tanto que subsista la propiedad privada de los medios de producción.

      La construcción de ferrocarriles es en apariencia una empresa simple, natural, democrática, cultural, civiliza­dora: se presenta como tal ante los ojos de los profesores burgueses, pagados para embellecer la esclavitud capi­talista, y ante los ojos de los filisteos pequeñoburgueses. En realidad, los múltiples lazos capitalistas, por medio de los cuales esas empresas se hallan ligadas a la


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