Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921). Alexandra Kollontay
Europa entró en contacto con los partidos socialdemócratas de Alemania, Francia y Gran Bretaña. Hablaba con fluidez alemán, francés, inglés, español, italiano y sueco.
Ante la imposibilidad de participar en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas14 en la que se lanzó la consigna de “guerra a la guerra” entre las distintas delegaciones, Alexandra le envió a Lenin una carta. A vuelta de correo, Lenin le respondió:
“Mi estimada camarada. Según parece, usted no concuerda del todo con la consigna de la guerra civil y le asigna, por así decir, un lugar subordinado, y quizás aún condicional, ante la consigna de la paz. Y usted subraya que ‘debemos adelantar una consigna que nos una a todos’. Le diré francamente que lo que yo más temo en el momento presente es una unidad indiscriminada que, estoy convencido, es la más peligrosa y dañina para el proletariado”.15
En el exilio, al inicio de la Primera Guerra Mundial (1914), se unió definitiva y activamente a los bolcheviques y viajó por Europa haciendo Campaña “contra la contienda imperialista”. Nadiezhda Krupskaya, esposa de Lenin, recuerda: “Kollontay había dejado de ser menchevique en esa época”.16
Luego Alexandra participó en la Conferencia de Zimmerwald17, ya como integrante de la delegación bolchevique encabezada por Lenin, quien, entre otras cosas, sostuvo la transformación de la guerra en guerra revolucionaria presentando el trascendental folleto El socialismo y la guerra.
Kollontay partió en septiembre de 1915 para América y Lenin le escribió “recomendándole hacer todo lo posible a fin de consolidar los elementos internacionales de la izquierda americana”18. Desde entonces mantuvo con ella asidua correspondencia.
En febrero de 1917 estalló la revolución en Rusia, Alexandra pudo regresar el 18 de marzo luego de 8 años de exilio político y fue electa para el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado, donde se organizó el Gobierno provisional, luego de la abdicación del zar, encabezado por el príncipe Alejo Teodoro Lvov, Pablo Nicolás Miliukóv y Alexandr Feodorovich Kerenski.
El 25 de marzo, José Zhugashvili, quien había adoptado el nombre de Stalin (“acero”) llegó a Moscú y sostuvo que había que consolidar las conquistas democrático-burguesas, proponiendo el apoyo del partido bolchevique al Gobierno provisional de Kerenski, convertido en presidente. Una minoría de obreros metalúrgicos, apoyados por Alexandra, resistió esta propuesta de Stalin, consecuente con la determinación de los bolcheviques que sostenían que los soviets son organismos para el ejercicio del poder y que “es necesario superar la revolución burguesa con la revolución proletaria”.
Lenin regresó a Rusia en abril y en diez tesis expresó su opinión sobre lo que debía hacerse, recibiendo la crítica de la corriente menchevique acusado de levantar la bandera de la guerra civil en medio de la revolución democrática. Nadiezhda Krupskaya expresaría luego “¡Cuánto nos habíamos dividido! Recuerdo aún el fervoroso discurso de Kollontay en defensa de las tesis de Lenin”.19
En el mes de julio fue nuevamente encarcelada junto a centenares de bolcheviques por Kerenski, luego de la movilización de miles de obreros y soldados tras la consigna de “todo el poder a los soviets”. Estando Alexandra aún prisionera, Lenin encabezó el 7 de noviembre (25 de octubre) el inicio de la Revolución. Se depuso al Gobierno burgués, siendo reemplazado por Lenin, León Borissovich (Rosenfeld, su verdadero nombre) Kaménev y Trotsky.
El mismo día 7 Alexandra fue liberada y nombrada Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública, cargo de rango ministerial. En esa oportunidad escribió: “¡Los soviets toman el poder!; ¡Los soviets hacen un llamamiento a los pueblos del mundo para poner fin a la guerra!”.20 Se nombraron comisarios temporales para los diferentes ministerios: Negocios Extranjeros, Uristki y Trostky; para el del Interior y Justicia, Rykov; para el de Trabajo, Chliapnikov; Hacienda, Menijinski, y para Asistencia Pública, Alexandra Kollontay, convirtiéndose así en la primera y única mujer miembro del gabinete.
Como Comisaria en Asistencia Pública, Kollontay consiguió que gran parte de las reivindicaciones exigidas por las mujeres se transformaran en legislación aprobada por el nuevo gobierno revolucionario. Kollontay fue una de las organizadoras del Primer Congreso de las Trabajadoras y Campesinas de toda Rusia entre el 16 y el 21 de noviembre de 1918. De este congreso nació el Zhenotdel, Departamento de la Mujer, organismo partidario que específicamente promovía la participación de las mujeres en la vida política. Ella nos cuenta que en este Primer Congreso le correspondió
“(…) redactar un informe y una resolución sobre los métodos de trabajo entre las mujeres y la organización de un aparato adecuado dentro del partido, es decir, la organización de las Secciones Femeninas. Esta resolución fue aprobada por nuestro Congreso y sirvió de base, durante diez años, para la actividad y el trabajo de las Secciones Femeninas en el partido; además, fue aprobada en la II Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas, celebrada en 1921, como línea maestra de la labor de todos los partidos que constituían la Internacional Comunista. (…) Recuerdo la resistencia que opusieron Rikov, Zinoviev y otros (…)”21
El Zhenotdel tenía su órgano de difusión, la revista llamada Kommunistka (Mujer Comunista) y Kollontay integraba su consejo editorial. Los primeros años de la revolución fueron muy convulsionados, guerra civil y arduos debates, pero también muy fructíferos en organización y desarrollos teóricos, particularmente respecto de la relación entre la liberación de las mujeres y la revolución social, contexto en el que Alexandra Kollontay dictó en 1921 las catorce lecciones que hoy se reeditan.
Su protagonismo en la “Oposición Obrera” (1921)22, junto a su insistencia con respecto a la liberación de las mujeres, han de ser comprendidas como expresión profunda de su afán de emancipación que, como veremos —en debates con Lenin—, no siempre tenía en consideración las circunstancias políticas concretas, sin que se entienda por ello resignar la estrategia por movimientos tácticos o adherir a acciones fraccionistas.
No tenemos registro historiográfico sobre la retirada de Kollontay de la tendencia de “Oposición Obrera”. Todo hace suponer que en acuerdo con Lenin, fue enviada a su primer puesto en el extranjero en el otoño de 1922, como consejera de la delegación de la misión comercial que se establecería en Oslo; que en 1923 en una entrevista personal con Stalin, fue designada embajadora soviética en Noruega, siendo así la primera mujer en el mundo en desempeñar un cargo de embajador. Función que asumió el 1 de febrero de 1924 cuando el gobierno noruego reconoció a la Unión Soviética.
Luego de la muerte de Lenin, Alexandra abandonó su empeñosa crítica a las tendencias burocratistas.
Desde entonces cesaron sus artículos antiburocráticos y es sabido que su primera autobiografía, escrita a sus 48 años, sufrió autocensura para su edición en 1926, pues habiendo sido parte de la “Oposición Obrera”, ese hecho no es mencionado en el texto, ni tampoco sus ideas más radicales sobre sexualidad. No obstante, no dejó nunca de ser una referencia para el movimiento internacional de mujeres comunistas.
En 1927, escribió su obra Un gran amor, inspirada en la historia amorosa de Lenin e Inessa Armand, que fue silenciada, y no volverá a escribir por más de 20 años hasta su nueva autobiografía: Memorias.23
Durante su etapa en el extranjero, Alexandra Kollontay obtuvo en su actividad diplomática grandes éxitos. Cuando en 1926 las relaciones soviético-noruegas se estabilizaron, fue enviada a México24 como embajadora, pero su función fue efímera regresando al año siguiente a Oslo. Es nuestra obligación criticar por extemporáneas las versiones que suponen su estadía en México para organizar, por órdenes de Stalin, el asesinato de Trotsky, quien se había exiliado en este país25.
De regreso en Noruega, la embajada se convirtió en un centro cultural: escritores, actores, músicos, intelectuales y políticos se daban cita allí. Tuvo un prestigio similar su embajada en Suecia, donde se mantuvo en funciones desde 1930 a 1945.
Es muy probable que Alexandra salvara su vida por su ingreso al servicio diplomático mucho antes de la agudización de la lucha de líneas dentro del partido,