Investigar a la intemperie. Carlos Arturo López Jiménez

Investigar a la intemperie - Carlos Arturo López Jiménez


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para narrar redes heterogéneas entre humanos, no humanos, instituciones y artefactos. Para ello, es necesario identificar el acceso desigual a recursos sociales, intelectuales y espaciales más amplios; encontrar formas de representar los recursos políticos, económicos, culturales textuales y afectivos a través de los cuales el conocimiento de los territorios es disputado y negociado en tiempos de transición. Metodológicamente, es preciso identificar las prácticas de investigación que articulan esas apuestas, así como las técnicas de investigación que exigieron y los productos de investigación concretos en los que culminaron.

      Prácticas de investigación: articulación ético-política entre epistemología y metodología

      Reconocer la productividad metodológica de las tensiones que surgen entre la academia y los movimientos sociales, y asumirlas desde una perspectiva situada, abre en la cotidianidad de la investigación preguntas serias sobre la articulación entre la epistemología (una visión del conocimiento como vulnerable e inacabado) y la metodología (la coherencia entre el tipo, los procedimientos y las técnicas de investigación). La propuesta central de este capítulo se refiere al modo como resolvemos esa articulación en términos de prácticas de investigación.

      De la noción marxista de praxis, que usamos varias veces en el texto, nos interesa el énfasis en la materialidad. Sin embargo, el ethos marxista no alcanza a problematizar la relación entre la investigadora y los otros, como lo reclaman constantemente los feminismos de los que partimos. Por su parte, la noción de práctica de Bruno Latour también es muy afín a nuestra propuesta, porque hace énfasis en las mediaciones y el registro que estas permiten de los embrollos que acontecen entre los actantes. Sin embargo, su talante objetual no es tan pertinente para lo que queremos expresar. Este sentido queda mejor recogido con aproximaciones posestructuralistas.

      En su preocupación por la práctica de sí, Michel Foucault aborda la práctica como modos de pensar y obrar. Esta elaboración atraviesa la articulación ético-política entre epistemología y metodología en nuestro trabajo. Las discusiones que inspiraron este libro nos lanzaron de nuevo a repensar esta elaboración foucaultiana y, en ese escenario de lectura mutua, retomamos el uso que de ella hace Carlos Arturo López (2018). En este ejercicio retrospectivo, definimos las prácticas como los modos reflexivos y reiterativos de proceder (pensar, obrar y sentir) que, incluso en situaciones de tensión crítica, permiten que siga teniendo sentido desarrollar ciertos procedimientos, aplicar ciertas técnicas y construir determinados productos.

      Por su orientación feminista situada y descolonizante, estas prácticas de investigación no pueden reducirse a procedimientos (o métodos) ni al nivel de las técnicas. Tampoco pueden reducirse, si bien la incluye, a la manifestación de apuestas políticas expresadas, por ejemplo, en productos de investigación. En este nivel, siempre tambaleante, ellas funcionan como una articulación ético-política entre epistemología y metodología.

      Las prácticas de investigación evitan que los modos de investigar caigan en la sedimentación (procedimental) y la estabilización (rutinaria). Por su carácter creativo, son potentia pura, posibilidad que no tiene nada asegurado; por su vulnerabilidad deben ser ensayadas, abandonadas, rehechas y afinadas y, por supuesto, también pueden ser cooptadas por la academia, los departamentos administrativos de las instituciones científicas y académicas.

      Expondremos las cuatro prácticas de investigación que le han dado sentido a nuestro trabajo en momentos de tensión y desasosiego. Lo haremos atendiendo al ámbito en el que establecen unos modos particulares de proceder, así como a la mayor o la menor dificultad para sostenerlas según el caso.7 Además, en un plano epistemológico señalaremos las tensiones investigativas de las que emergen y, en uno metodológico, las técnicas de investigación alternativas y los productos propuestos para lidiar con esas tensiones.8

      PRIMERA PRÁCTICA: MOVER LOS LÍMITES DE LA AUTORÍA

      Convencionalmente, el mundo académico exige seguir procedimientos de citación estandarizados de instituciones científicas como, por ejemplo, la American Psychology Association (APA), la Modern Language Association (MLA) o el Oxford Handbook. Se trata de localismos del Norte global, o variaciones locales de estos, convertidos en estándares institucionales que colonizan los modos académicos de escribir en por lo menos dos vías. De un lado, establecen normas bajo las cuales no es posible citar a los movimientos sociales como productores de conocimiento, sino como informantes o fuentes primarias, que luego deben pasar por el filtro del análisis académico. Sus propuestas suelen ser citadas como parte del corpus de análisis o en la sección de anexos. De otro lado, ciertos estándares ignoran las condiciones del lugar donde ese conocimiento es producido. Bajo estos procedimientos de citación, la autoría intelectual queda atada a un ámbito de aparente transparencia y estratificación exclusivamente academicista que elimina las tensiones e interpelaciones entre las múltiples formas de producción de saber sobre la acción colectiva.

      La adscripción colonial a estas normas nos pone en tensión a la hora de publicar. Por un lado, debemos seguirlas si queremos publicar nuestras investigaciones; una aspiración que no queremos ni podemos abandonar, pues de ella depende la posibilidad tanto de construir un espacio adicional de debate y denuncia clave para la movilización como de recibir reconocimiento simbólico y material por hacer aquello en lo que creemos. Aun conscientes de lo anterior, por otro lado, procuramos subvertir esas normas porque niegan el conocimiento de los movimientos sociales sobre sus propias luchas y la configuración y comprensión de los problemas que enfrentan. Para lidiar con esta tensión ensayamos dos modos de mover los límites de la autoría aceptados por la academia.

      Uno es trastocar los procedimientos de citación de modo que los conceptos, análisis y valoraciones producidos por los movimientos sociales puedan ser ubicados y tratados como contribuciones que no solo alimentan, sino que, incluso, dialogan con los producidos por quienes son considerados expertos en su estudio.9 Por ejemplo, cuando algunas autoras y activistas convergen en un análisis, una y otra son citadas. Otro modo de citación alternativa es reconocer explícitamente aquellas conversaciones con los movimientos sociales que permitieron anudar una idea sustancial; por ejemplo, esas conversaciones han contribuido significativamente a la construcción de los mapas colectivos y colaborativos que registran alrededor del mundo la proliferación de conflictos socioambientales; también han sido decisivos para comprender el carácter relacional del territorio y captar la interdependencia entre elementos o seres orgánicos e inorgánicos (véase Temper, Bene y Martínez-Allier, 2015). Otra forma de citación en esta vía es reconocer con gratitud explícita las ocasiones en las que otras personas nos permiten afinar una idea (véase las obras de Donna Haraway y Arturo Escobar). Un último intento de esta práctica, que requiere un gran esfuerzo, con frecuencia fallido, es abrir la discusión con algunas revistas académicas en las que hemos publicado de modo que admitan otras formas de citación que no confinen los conocimientos de los movimientos sociales y su análisis e impidan citarlos como autores. En términos narrativos, los procedimientos de citación alternativa referidos apuntan a la urgente necesidad —que agudamente advierte Ochy Curiel (2014)— de dejar de ver a los movimientos sociales como fuente de testimonio para empezar a considerarlos fuente activa de conocimiento. Esta modalidad de práctica puede intentar sostenerse con relativa facilidad en cualquier escenario investigativo, desde la escritura hasta una ponencia o una clase.

      Un segundo modo ensayado para mover los límites de la autoría es, precisamente, la coautoría, tomando la decisión deliberada de escribir los artículos de investigación con activistas de los movimientos sociales. Con esta práctica hemos escrito conjuntamente artículos y capítulos de libros, en español y en inglés y para publicaciones nacionales e internacionales (Olarte-Olarte y Lara, 2018; Veloza, Cardozo y Espejo, 2017). La coautoría ha complejizado nuestra propia comprensión de la escritura y sus temporalidades. Así, no implica tanto el acto material de sentarse (generalmente, frente al computador) a escribir el texto o a pulirlo tras recibir la evaluación de pares, es decir un acto en el que varias personas bajo dinámicas de conversación asumen presupuestos compartidos diáfanos. En nuestro caso, más bien, la práctica de la coautoría abarca múltiples momentos y procesos escriturales y, sobre todo (y casi siempre sin computador), que dediquemos más tiempo y esfuerzo del usual a pensar conjuntamente la estructura del texto, construir en diferentes


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