El Plan de la República para derrotar al Kirchnerismo. Ernesto Castellote

El Plan de la República para derrotar al Kirchnerismo - Ernesto Castellote


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      Un cerdo que está a punto de ser degollado cierra sus ojos fuertemente y grita, fundamentalmente para abstraerse de ese momento de horror.

      Antes de eso intentó huir, y luego buscó de todas las formas posibles de soltarse de su matador.

      De la misma manera nos negamos sistemáticamente a plantearnos momentos negros por venir, y nuestra mente busca salidas rápidas. Por eso en cada persona que planteemos la mera posibilidad de la caída definitiva del sistema democrático por una narco-dictadura, nos veremos inmediatamente interrumpidos, por un -yo me rajo-

      Es extraño.

      Soy una persona que viene siguiendo este proceso desde hace varios años.

      La democracia entró en un peligro concreto desde la asunción del segundo mandato de Cristina Kirchner, entre 2011 y 2015. En aquel momento ella juramentó que se llevaría puesta la República y lo anunció a viva voz:

      “Vamos por todo”

      Sus esbirros lo repitieron como un “Alá es grande” y aún hoy, lo repiten.

      Siempre creí que, llegado el momento, todos los líderes políticos opositores, todos los intelectuales y figuras públicas, todos los periodistas serios, entenderían monolíticamente el peligro que atenazaba a la democracia y dejarían sus vidas, en blindada unidad, para derrotar a los criminales castro-chavistas locales, tanto en elecciones democráticas como en un llamado extraordinario al mundo democrático para pedir ayuda ante el peligro inminente.

      Ahí estuvo mi equivocación.

      Como leerán, yo también dije: “llegado el momento”.

      También pensé que sonaría una alarma.

      Creí que una voz potente, quizás desde los cielos, nos iba a impartir instrucciones, a los argentinos, empezando por quienes tienen relevantes responsabilidades institucionales, siguiendo por los argentinos más eminentes en el campo de la ciencia y las humanidades, y luego por las figuras públicas del arte y la televisión.

      Nada de eso hubo jamás.

      Y aunque nunca dejé de ver el proceso de la tormenta que viene, me pasé años abstraído por las necesidades económicas familiares y las vicisitudes de la lucha diaria por sortear crisis que sobrevienen a otra crisis, y esa última a otra crisis anterior.

      Nunca llegó el día del “llamado nacional”

      Cada uno sigue encerrado en su propio juego.

      Políticos mirando las listas, olfateando la próxima oportunidad para posicionarse, para sacar “tajada” del próximo escándalo oficial, doctores preocupados por la pandemia, empresarios desvelados por la próxima medida de gobierno, periodistas esperando la próxima primicia, columnistas escribiendo sobre la debacle nacional, pincelando la “prosa” como sello de calidad, los artistas preocupados porque se abran los teatros, esperando un llamado con alguna buena propuesta.

      ¿Cuesta mucho ver el final de la democracia en Argentina?

      Todos viven en el mismo país y todos, indefectiblemente mañana saldrán a las calles y estarán expuestos a la ruleta rusa que se lleva puestas vidas inocentes por decenas a diario.

      Hemos perdido claramente la capacidad de ponernos de acuerdo en tantos aspectos que entramos a vivir una ley de la selva “blanda” o subclínica. Lo sabemos perfectamente, pero somos incapaces de hablarlo entre nosotros, y así, simplemente así, morimos en las calles, a manos del horror creado específicamente por nuestros actuales gobernantes, para ir a ser parte de un número en una planilla de Excel.

      Yo intentaré aquí graficarlo de modo conciso, sencillo y puntual. De un solo paso.

      El gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner necesitan acceder a 48 senadores, propios o aliados, para someter a la Corte Suprema de Justicia a juicio político y destituirla.

      Ese sólo hecho destruiría de raíz el sistema de justicia y se llevaría puesto el sistema republicano de división de poderes. La muerte misma de la democracia.

      Es cierto, debe haber antes una comisión de Juicio Político en la Cámara de Diputados aprobando la destitución y las dos terceras partes de la Cámara de Diputados aprobando la misma.

      La heterogeneidad histórica de la Cámara de Diputados le ha permitido al kirchnerismo incontables veces lograr mayorías difíciles de entender, cuando muchos de esos diputados accedieron a sus bancas como opositores.

      En cambio, el Senado es más homogéneo, y últimamente es expresión casi de bipartidismo, por lo que aún hoy, le resultaría casi imposible al oficialismo conseguir la mayoría de los dos tercios, (48 votos) que necesitan para sacar a los miembros de la Corte Suprema, uno por uno, o todos juntos.

      Necesitan hoy unos pocos diputados más, o algunos que luego de acceder a sus bancas funcionen como aliados, pero fundamentalmente necesitan hoy 5 bancas más en el Senado para quebrar la República.

      Así de simple, así de fácil.

      Que el Frente de Todos gane estas elecciones de medio término puede significar el final de nuestra Nación, tal como nos consideramos hasta hoy, dentro del esquema de países democráticos de occidente.

      En la cirugía que nos toca intervenir, aún sin conocimiento alguno, llegaremos hasta el hueso, con fuerza y sin lugar a sentimientos, ideologías o prejuicios.

      Soy odontólogo de profesión y amo lo que hago. Mi relación con la política lleva ya más de una década, siempre ha sido ondulante y francamente, de muy poca trascendencia.

      He leído y hecho carne lecciones de la democracia de verdaderos héroes, Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios, Arturo Illia, Frondizi, Raúl Alfonsín. He arraigado visiones de John y Robert Kennedy y otros iluminados, como Angela Merkel. Pero la persona viva que mejor me ha enseñado sobre la democracia fue Margarita Stolbizer.

      Ahora, que la democracia empieza lentamente a morir en el mundo, me enamoro más de ella, como ese amor que mientras fue nuestro lo dejamos de lado, y cuando lo empezamos a perder, realmente entendemos cuánto nos podía.

      Hoy estoy convencido de estar en un quirófano, sólo con la Fe puesta en quienes dirán cómo juntos, logramos el milagro de sacar con vida a nuestra Argentina.

      Todas las lecciones de esos grandes, las guardo para el momento de la recuperación de mi nación, cuando haya pasado a una habitación, cuando esté dada de alta.

      Ahora, hoy, sólo entiendo esto de la misma manera que un soldado que va a la guerra.

      De hecho, y dentro de mis limitaciones, hice un plan de guerra.

      Han entrado ladrones a nuestra casa y todos estamos encerrados en una sola habitación. Sin duda alguna, tarde o temprano, patearán la puerta.

      Mientras no lo hagan, todos tomaremos lo mejor que tengamos a mano y nos ubicaremos en posiciones estratégicas.

      Golpearemos sin pensar en nada, con una fuerza que jamás supusimos que teníamos, y pelearemos como si estuviéramos absolutamente solos, pero todos, espalda contra espalda.

      La única salida de la habitación es habiendo vencido.

       EL OBJETIVO MEDULAR DE ESTE LIBRO

      Es producto del desvelo de una persona que ha pasado largas noches en vela, mascullando una idea, una manera, un mecanismo de evitar la caída de una república digna y dueña de sí misma en el agujero negro de las sociedades fallidas con que se nutre la historia, mientras cuenta cómo determinados países se autodestruyeron y hoy son una lápida que rememora el fracaso y la miseria.

      Hay millones de argentinos libres y republicanos dispuestos a comprometerse y aportar un poquito de su tiempo en torcer el destino de nuestra nación derrotando en forma contundente al kirchnerismo en las elecciones legislativas de este año y fundamentalmente, desalojando a esta nefasta sociedad de poder del gobierno de nuestra república, para siempre.

      Derrotar al


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