Un capítulo de mi vida. Ana Margarita Ciereszko

Un capítulo de mi vida - Ana Margarita Ciereszko


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no entendí porque me sentía tan bien, lo atribuí a ver aunque sea de lejos y en un sueño a mi Papá, pensando que desde arriba me seguía cuidando, esa sensación era reconfortable.

      Así llegaron las fiestas, nos fuimos a la casa que habíamos construido para los fines de semana, era como una peregrinación, pero esta vez mayor, porque él, estaba casi todo el tiempo allá y muy poco con nosotros, de 7 días de la semana, 6 estaba allá y venía los domingos, pero siempre de mal humor, como si el estar con nosotros fuera un sacrificio y en realidad el sacrificio no era estar con los chicos, sino estar cerca mío.

      La verdad, yo fui para ahí, porque venía mi hermano con mi cuñado para las fiestas y mi mamá, no tenía ni idea de todo lo que me pasaba. ¿Para que hacerla sentir mal? ya tenía suficientes cosas a las que adaptarse, como lo era, el hecho de estar sin mi Papá; pero además fue porque habíamos fumigado el departamento tipo casa y necesitábamos dejar la casa por unos días, no solo nosotros, sino todos los animales (gatos y perros).

      Supongo que el destino está ya marcado por fuerzas invisibles que hacen que el dolor no pueda ser eterno y ese sueño, fue como premonitorio, porque en vísperas de reyes del año 2017, me sacaron de una sola vez todas las espinas.

      Esa noche se murió el amor o lo que quedaba de el, esa noche fue el final de mi matrimonio, que desde el 2013 veníamos como en caída libre, pero derrapamos y volcamos, todo en una noche, caímos de una sola vez y nos fuimos al barranco, tan solo en cuestión de horas.

      Ese día nos levantamos temprano y fuimos en tren hasta casa, ya habían pasado los tres días que nos había dicho el fumigador, necesarios para no intoxicarnos y poder limpiar todo, para volver a llevar los animales y dejarlos ahí, ya que los gatos no querían salir porque no era su casa, en cierto modo solo en esos casos los llevábamos allá, porque de otro modo éramos nosotros los que nos acercábamos para darles de comer y estar un rato con ellos para que no nos extrañen; distinto es el caso de los perros que estaban acostumbrados a ir a todos lados conmigo, incluso a la casa de la playa en donde amaban meterse al agua; pero ese día fuimos a quitar lo que quedaba del veneno de la fumigación.

      Santino hacia poco que había sacado el registro, por lo cual decidimos ir en tren, para hacer más rápido y evitarnos el tráfico, porque era víspera de Reyes y todo el mundo sale a comprar regalos,

      comimos temprano tipo 11 y salimos rumbo al departamento para dejar todo en condiciones y llevar los gatos, porque a Miguel le molestaban y yo ya no quería pelear.

      Limpiamos todos los rincones de la casa y a eso de las 17 hs estábamos rumbo a Rincón, así se llamaba la casa quinta; pero no teníamos idea que a mitad de camino el tren iba a parar y no seguir, que se iba a detener antes de llegar al anden nuevo, que era mucho mas alto que el anden viejo en donde quedábamos como a dos metros del piso y el tren no tiene escaleras.

      Esperamos un rato y cuando vimos que la gente se bajaba y que anunciaban por los altos parlantes que el tren no seguía, decidimos bajarnos, pero la odisea no terminaba ahí, recién comenzaba.

      Salimos rodeando la estación, porque el tren atravesaba la calle principal, así que tuvimos que caminar unas cuantas cuadras para poder llegar por donde el colectivo pasaba camino a la casa.

      Llegamos a la parada de colectivo y quisimos parar al primero que pasaba y venía totalmente lleno, dijimos el próximo va venir más vació y nos va parar; pero no fue así y en un momento les dije a los dos, a Santino y a Nico que en vez de ir para Rincón, nos íbamos para el departamento y mañana temprano volvíamos, pero ellos dijeron no: − Papá se va preocupar. Fue entonces que salió la idea de llegar caminando hasta donde salía el segundo colectivo, para poder llegar; unos 7 km no eran tanto para hacer una caminata, una tarde bonita de verano, ya habíamos esperado demasiado, así que emprendimos el viaje a pie.

      El calor se hizo sentir cuando ya habíamos hecho la mitad del recorrido, miramos en el teléfono que hacían 34 grados de temperatura y la verdad hacía mucho calor y nos dio sed, paramos para comprar agua y luego seguimos, ahí fue cuando Santi dijo: −llamemos a papá, yo conociéndolo dije: −mejor no, pero el insistió y lo llame, le conté lo que había pasado y el contestó que no era remis, que estaba cansado y no nos iba ir a buscar; les dije a los chicos, pero ellos me dijeron: -seguro que no le explicaste bien; les volví a decir: − si le dije. Ya cansados y haciéndose de noche dijo Santi: −deja que llamo yo.

      Lo que paso después fue que le contestó algo parecido y enojado me dijo:− sigamos caminando porque parece que no le importa.

      Nico dijo: − bueno después que no me pida que lo ayude con el trabajo, porque no lo voy hacer.

      Ya que el siempre en verano les pedía ayuda a los chicos, por tener una distribuidora de helados y el verano es la temporada fuerte de trabajo, por eso estaban enojados, que su padre, no era capaz de buscarlos y evitar el calor, el cansancio de hacer la caminata.

      Llegamos a destino, pero faltaba todavía tomar un colectivo para llegar a casa, por suerte vino pronto pero ya eran las 21.30 y lo llamé otra vez, le dije que compre algo para comer, que estábamos cansados y estaba todo cerrado. A lo que el me respondió: − ¿Porqué tengo que hacer todo yo, si ustedes pasaron por el centro, donde están los negocios?. No quise discutir, ni contestar y le dije: − como quieras, pero los chicos están cansados; a lo que Él contestó: −¡tampoco es para tanto!

      Nos subimos al colectivo ya sin ganas de hablar y así hicimos el recorrido de media hora que faltaba para llegar y caminamos esas cuadras interminables solos, de noche, rodeados de árboles y ni un alma cerca.

      Abrimos el portón y ahí lo vimos en la galería, tomando algo de alcohol, pero en ese momento, lo único que yo quería era comer y acostarme, sin saber que iba ser una noche larga.

      Lo primero que ocurrió fue que empezó a discutir por los gatos con los chicos, diciéndoles que para que habían llevado esos animales de mierda a la casa que llenaban de olor a pis y que no se los bancaba más adentro y encima lloran cada vez que no están acá ustedes.

      Santi cansado le contestó: −no te preocupes que ya los llevamos y también nos vamos ya que tanto te molestó tenerlos un par de días, total ya limpiamos la casa, porque si no te enteraste, venimos de hacer eso y caminando nos volvimos, pero se que no te importa.

      No te preocupes ya guardamos todo y nos vamos.

      El contestó.− pendejo de mierda, ¿quien te crees que sos, para contestarme así?

      Santi le contestó: - Tu hijo, así que puedo contestarte como quiera, no sos mi jefe, sos mi Padre.

      Él se puso como loco y le tiró con la botella que tenía en la mano y ya estaba vacía.

      Por supuesto los reflejos de Santi fueron mas rápidos y la esquivo.

      Pero no se quedo conforme y cuando salió Nico a ver que pasaba por mis gritos de: − ¿PARÁ,QUÉ TE PASA?

      Nico le dijo a Miguel: −Estás loco, como le vas a tirar una botella, ¿qué, estás chupado? Y Él, descontrolado le dijo: −callate, más respeto que soy tu padre.

      Y Nico enojado le contestó: −Si claro por eso deberías dar el ejemplo.

      A lo que le contestó ya con la bordeadora en la mano, que había dejado yo el día anterior sobre la mesa de la galeria, para cambiarle el hilo para terminar de cortar el pasto, −Callate defensor de pobres.

      Ahí todo fue como que una cosa llevó a la otra, ni bien le tiro la bordeadora con la intención ya de lastimarlo, que por suerte no lo toco; el resto fue un ir y venir de palabras hirientes y el como vio que los chicos se metieron adentro a buscar la ropa, animales y todo lo que habíamos llevado para quedarnos por lo que restaba del verano, aprovechó para tirar parte de aquellas cosas que habían guardado en el baúl abierto y con saña tiró el teclado y cosas que eran de la computadora, con ganas de desquitarse por algo que ni siquiera entendíamos, pero esta vez se terminaba el verano en rincón en vísperas de reyes, un lindo regalito, ya no quedaba otra que volvernos a nuestro departamento.

      Lo que sucedió después fue que cruzo la camioneta para


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