Calamares en su tinta. Juan Esteban Constaín

Calamares en su tinta - Juan Esteban Constaín


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Un arma caliente

       (El amor entre poetas)

       El traje del emperador

       («Recuerda que eres mortal»)

       Detrás del mito

       (Donde está el Papa, allí está Roma)

       De cuerpo presente

       (Gram Parsons)

       Miseria y comedia

       (El tren de un circo)

       Quiera Dios enfermar

       (Del síndrome de Stendhal)

       Ser humanos

       (Desde los neardentales)

       Con el dedo

       (El día del índice)

       Nombre y apellido

       (Los síndromes literarios)

       La música del mar

       (Del camarón pistola Pink Floyd)

       Tocar a oído

       (De los correctores de estilo)

       Adentro y afuera

       (El fanatismo)

       Todo es de color

       (Dos milagros del verano del amor)

       El bastón de León

       (Contra la «sobrevaloración»)

       Como sonámbulos

       (Rumbo a la Gran Guerra)

       ¿La guerra a muerte?

       (La historia republicana)

       El pasado en presente

       (El sectarismo como historia de Colombia)

       Silencio por favor

       (Dice el silenciario)

       Elegía sin ver

       (Al doctor Calle)

       ¿Colombia protestante?

       (El abismo entre la ley y lo que somos)

       A pico de botella

       (Tirada por la borda)

       Camino al andar

       (Ascenso borracho)

       Cuento ruso

       (De estropeado final)

       Elogio del arquero

       (Las emociones del solitario)

       Comer hambre

       (La bibliofilia)

       Suave y hermoso

       (Jonathan Swift)

       Lunares benignos

       (Y selenitas)

       Original y copia

       (Von Kleist y Kafka)

       Palabras de cobre

       (Voces odiadas)

       Cofres viejos

       (Entre páginas)

       Heridas abiertas

       (Hipocresías históricas)

       Messi y Procusto

       (El síndrome de los mezquinos)

       Hijos del «SUP»

       (El síndrome del único que se las pilla)

       Borrar la historia

       (Una paradoja del progreso)

       Notas al pie

PRIMERA PARTE

      Dicen que fue John Hill, un farmaceuta y botánico inglés del siglo XVIII, el primer columnista en serio de la historia. La suya se llamaba «El Inspector» y empezó a publicarse a diario, desde marzo de 1752, en el London Daily Advertiser, un periódico muy famoso de la época. Algunas de esas columnas se consiguen hoy por internet y son una delicia, escritas al calor de lo que iba pasando todos los días en esa Inglaterra de la Ilustración que es quizás el momento más sabio de la historia, o al menos el momento en que más sabios se han juntado en un mismo sitio y tiempo, allí y entonces, para dialogar y discutir y saciar sin éxito y con encanto su curiosidad inagotable. Esto además en un bar o una taberna o un «pub»: un espacio público enriquecido por la erudición y la chismografía; un lugar festivo en el que la filosofía, los viajes, la economía, la política,


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