El anillo de Giges. Joaquín Luis García-Huidobro Correa

El anillo de Giges - Joaquín Luis García-Huidobro Correa


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logro del fin de una manera estática. Nadie puede decir que en un determinado momento ya alcanzó la felicidad de manera definitiva. Si la felicidad no se logra con una vida puramente sensorial, sino que reside en la virtud, quiere decir entonces que siempre admite nuevas expresiones, pues la virtud es esencialmente dinámica, y debe ejercitarse en las circunstancias concretas que nos presenta la vida, que son distintas en cada caso. Tampoco cabe pensar que los bienes exteriores sean absolutamente indiferentes para el logro de la felicidad. Al menos en la perspectiva de Aristóteles, no cabe ejercitar la virtud sin ciertas condiciones materiales, aunque la felicidad no coincida con ellas. ¿Cómo puede ser generoso con los bienes corporales quien carece de ellos?, ¿qué participación en la contemplación de las verdades de la ciencia puede tener quien está de continuo afectado por jaquecas? Toda la reflexión aristotélica está teñida de gran realismo, y su esfuerzo se dirige a apartarse tanto de las posturas hedonistas, que reducen la vida humana al logro del placer, como de aquéllas de corte espiritualista, que no toman en cuenta la importancia de los bienes exteriores para una vida lograda. En suma, en ciertas circunstancias excepcionales el hombre sabio y virtuoso “se verá imposibilitado de hecho de ser feliz allí donde deba padecer infortunios verdaderamente grandes, que de hecho le impidan ocuparse adecuadamente de las actividades propias de la vida feliz”,13 pero eso no lo torna en verdaderamente infeliz, porque sabrá llevar esos infortunios de manera noble y nunca obrará contra la virtud.

      En cierta forma, se hace necesario alcanzar una contemplación que sea compatible con los diarios afanes de la vida política, aunque esto no parezca fácil. Aristóteles es consciente de esa dificultad, derivada tanto del hecho de que la razón es sólo una parte del hombre —aunque la más alta— como por la circunstancia de que la contemplación más elevada sólo ocupa una parte de nuestro tiempo. Pero vale la pena intentar esa forma de vida que, en cierta medida, excede lo humano, pues se desarrolla dentro de lo que en el hombre hay de más divino:

      En suma, la existencia de un fin de la vida humana permite que ésta mantenga una dirección, tenga un sentido. Todos están de acuerdo en que, de haberlo, este fin es la felicidad, aunque hay discrepancias acerca de qué es lo que realmente nos hace felices. El bien constitutivo de la felicidad humana debe ser propio del hombre y, más específicamente, de lo más alto que hay en él, la razón. Lo que llamamos vida virtuosa no es más que una vida conforme a la razón. Lejos de ser uniforme, reviste formas muy diversas y su cumbre es la contemplación.

      1 Gorgias, 468b7-c6, Cf. también Ética a Nicómaco, I 1, 1094a1-3.

      2 Cf. §§ 131-2, 144.

      3 Cf. Ética a Nicómaco, I 2, 1094a18-22.

      4 Cf. Ética Eudemia, I 2, 1214b6-11.

      5 Ética a Nicómaco, I 6, 1097b22-25.

      6 Ética a Nicómaco, I 7, 1097b6-21.

      7 Anarchy, State and Utopia, Oxford, Blackwell, 1974, pp. 42-45.

      8 Ética a Nicómaco, 1144b26-28.

      9 Ética Eudemia, I 5, 1215b34-35.

      10 Ética a Nicómaco, X 3, 1173b20-31.

      11 Ética a Nicómaco, X 5, 1175b28-9.

      12 Ética Eudemia, I 2, 1214b10-12.

      13 A. Vigo, La concepción aristotélica de la felicidad. Una lectura de Ética a Nicómaco I y X 6-9, Santiago, Universidad de los Andes, 1997, p. 76. Cf. Ética a Nicómaco, I 10, 1100b30-33.

      14 A. Vigo, La concepción aristotélica de la felicidad. Una lectura de Ética a Nicómaco I y X 6-9, Santiago, Universidad de los Andes, 1997, p. 50. “No debe confundirse


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