El anillo de Giges. Joaquín Luis García-Huidobro Correa

El anillo de Giges - Joaquín Luis García-Huidobro Correa


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denomina “verdad práctica”,20 cuya posibilidad sería, lógicamente, inexistente si, como sostiene el emotivismo, la razón no tuviera una injerencia real en nuestra praxis.

      Consecuencias pedagógicas

      § 25. Como corolario de lo anterior, podemos añadir que la cuestión de si existe un orden moral no creado por nosotros, capaz de actuar como punto de contraste de la validez de nuestras afirmaciones y actitudes no es poco importante, entre otros campos, por las consecuencias que tiene en el terreno de la educación. El grueso de la Tradición Central de Occidente, al admitir la existencia y cognoscibilidad de ciertos principios de justicia suprapositivos, es decir, criterios de conducta cuyo valor no depende de la ley o el consenso vigente, pensó siempre que era posible distinguir entre lo bueno y lo malo, y que esa distinción no estaba puesta sólo por la voluntad humana, aunque esa voluntad desempeñe un papel fundamental en la ética.

      Cuando el que educa es una persona que reconoce la existencia de principios de justicia suprapositivos, cuyo valor no depende del acuerdo humano, no sólo está transmitiendo lo que considera mejor, sino que pone al alcance del alumno ciertos parámetros que le permiten evaluar la conducta del propio maestro. En este sentido, la actividad pedagógica así entendida es algo particularmente exigente.

      El tema de la educación nos lleva también a otra distinción importante, la que se da entre la forma de adquirir un conocimiento y el fundamento del mismo. De ordinario adquirimos el conocimiento de las normas morales en el contexto de una comunidad educativa, como la familia o la escuela. El hecho de que hayamos debido aprenderlas de alguien en algún momento de nuestras vidas lleva a algunos a pensar que las normas morales mismas se fundamentan en ese proceso de aprendizaje, es decir, son un simple producto social y se fundan en el consenso. Pero, ¿no sucede lo mismo en otros terrenos? Así, también adquirimos las reglas matemáticas en la familia o en la escuela. Sin embargo, a nadie se le ocurriría afirmar que esas instituciones fundan las matemáticas. Ellas únicamente son relevantes a la hora de adquirir determinados conocimientos; la fundamentación de los mismos, en cambio, va por otro lado.

      En suma, la superación del emotivismo exige entender que la razón, además de constatar, tiene una vertiente práctica. O sea, es capaz de guiar la acción humana hacia lo que plenifica al hombre. De este modo, cabe afirmar que los juicios morales son, o pueden ser, juicios racionales, y que, por tanto, la ética es posible.

      1 Cf. B. Spinoza, “Ética”, en Obras completas. Ética y tratados menores, Madrid, Ediciones Ibéricas, 1971, pp. 130-131.

      2 Cf. D. Hume, Tratado de la naturaleza humana, Madrid, Tecnos, 2002, pp. 632-633. Énfasis añadido.

      3 Cf. § 13.

      4 Cf. R. Spaemann, Crítica de las utopías políticas, Pamplona, eunsa, 1980, pp. 191 y ss

      5 D. Hume, Tratado de la naturaleza humana, Madrid, Tecnos, 2002 (ed. de F. Duque), p. 634.

      6 La divina comedia. Purgatorio, Canto XXVII.

      7 Cf. L. Strauss, What is Political Philosophy? And Other Studies, Chicago, University of Chicago Press, 1959, p. 10.

      8 Cf., por ejemplo, H.-G. Gadamer, “Problemas de la razón práctica”, en Verdad y método II, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1992, p. 314.

      9 Cf. por ejemplo, Primeros analíticos, 24b18-22; Tópicos, 100a25-29.

      10 Prado, Un juez rural, Santiago, Andrés Bello, 1983, pp. 25-26.

      11 De motu animalium, 7, 701a32-33.

      12 Para la importancia del silogismo práctico: A. Vigo, “Razón práctica y tiempo en Aristóteles. Futuro, incertidumbre y sentido”, en Estudios aristotélicos, Pamplona, eunsa, 2006, pp. 279-300, a quien sigo de muy cerca en todo este § 24.

      13 De motu animalium, 701a35-37

      14 Cf. Ética a Nicómaco, VI 2, 1139a35 s.

      15 Cf. A. Damasio, El error de Descartes, Santiago, Andrés Bello, 1996, pp. 55 ss.

      16 Ética a Nicómaco, VI 2, 1139b4 s.

      17 Cf. A. Vigo, “Razón práctica...”, p. 291.

      18 Vid. infra, capítulos VI y VII.

      19 Ética a Nicómaco, VI 13, 1144b26-28.

      20 Ética a Nicómaco, VI 2, 1139a22-31.

      21 C. S. Lewis, La abolición del hombre, Madrid, Encuentro, 1990, p. 26.

      iii

      ¿Existe un fin del hombre?

      El bien es el fin de todas las acciones y aquello

      en vistas de lo cual todo lo demás debe ser hecho.

      Platón

      Actos del hombre y actos humanos

      § 26. En la vida hay cosas que nos ocurren y otras, en cambio, que nosotros hacemos. Así, entre las primeras, crece nuestro pelo, late nuestro corazón y nuestro cuerpo secreta adrenalina cuando se enfrenta a un peligro grande y sorpresivo. Estos fenómenos pertenecen al género de lo que meramente nos sucede, sin que intervenga nuestra voluntad. Se trata de acciones y reacciones que no dependen de nosotros, sino que son simple expresión de nuestra biología. Junto a éstas,


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