ARGENTUM. Martiniano Pujol

ARGENTUM - Martiniano Pujol


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      Pujol, Martiniano

       Argentum- Pro Scientia et Patria / Martiniano Pujol. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

       Libro digital, EPUB

       Archivo Digital: online

       ISBN 978-987-87-1191-1

       1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

       CDD A863

      Editorial Autores de Argentina

      www.autoresdeargentina.com

      Mail: [email protected]

      Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

      Impreso en Argentina – Printed in Argentina

       A los que están del lado del pueblo, a los que nos hacen reír,

       a los que cuando nos representan nos hacen sentir orgullosos,

       a los que cuando ya no están lloramos todos,

       a los que cuando la Patria llama van,

       a los que no vuelven,

       a los que se plantan del lado del oprimido,

       a los que contribuyen a un mundo mejor,

       a los que eligen el lado Argentum de la vida.

      Capítulo 1

      Argentum sobrevuela la zona con su precario traje de superhéroe, un conjunto deportivo con capucha gris y cuello de polar haciendo juego que le tapa hasta la nariz. Parece más un profesor de educación física con frío que cualquier otra cosa. Se enoja al ver nuevamente la situación del día anterior y desciende. ¡PAM!, golpea el capó del taxi tratando de llamar la atención del conductor, abollándolo sin querer y cayendo frente a la óptica izquierda

      —¿Qué hacés, flaco?, la repu...—le grita el taxista en un impulso por el susto.

      —¡Epa! ¿Con esa boquita le das besos a tu mamá? —le dice Argentum interrumpiendo la grosería.

      —¡Me rompiste el auto!

      Argentum sabe que se le fue la mano, algunas cosas no controla muy bien todavía, pero se mantiene firme.

      —El auto, andá, exagerado, te abollé un poquito el capó, nomás.

      No es el estilo que quiere tener ni disfruta rompiendo propiedad privada, pero conoce al taxista de chico, era el bully de la escuela, que siempre obtenía lo que quería patoteando a los demás, por lo que de última parece una lección apropiada.

      —Bueno, me abollaste el capó, ¿te parece que está bien?

      —Y... si no entendés por las buenas... Es la tercera vez y te dije que la próxima vez que dobles a la izquierda y te pongas de la derecha te rompía el auto. Agradecé que es solo un bollo, la próxima te arranco la trompa... —Se refiere a la del auto, pero como sonó feo, se planta—... A vos y al auto —le dice desafiante señalándolo con el dedo, total ya no le tiene miedo.

      —Ya te dije ayer que no te calienta dónde me ponga porque pongo el guiño.

      —Ponés la luz de giro, el guiño es otra cosa, y le tapás la visión de la avenida al que está bien ubicado para doblar a la izquierda y aparte bloqueás al que quiere doblar a la derecha, que podría salir mientras vos esperás que no venga nadie de la mano de enfrente, ¿tan difícil es de entender?

      Se escuchan los bocinazos de los trabados en el tránsito detrás del taxi.

      —¡Ya va, ya va! ¡Es un minuto nomás, lo estoy educando! —le contesta a los impacientes conductores, mientras asciende ignorando los insultos del taxista.

      La ciudad y alrededores están muy tranquilos desde que Enrique decidió salir al mundo con su rol de superhéroe no hace todavía un par de semanas, practicó mucho tiempo para controlar sus poderes desde aquel accidente en el sur del país, ya se siente más seguro, pero sabe que es vulnerable y todavía tiene mucho que aprender. ¿Tiene miedo? Seguramente, pero también sabe que sin miedo no se puede ser valiente, se lo dice a sí mismo para darse ánimo, no puede no hacer nada, siempre lo irritó la injusticia y decidió que ya era momento de empezar a contribuir.

      Solo le quedan dos concentrados de ATP, mañana en el laboratorio deberá preparar al menos una docena para unas semanas tranquilas y puede gastar los dos que tiene para practicar cosas nuevas.

      Entrenó mucho, por más de tres años y no fue fácil regular su fuerza ni por dónde expulsar energía para controlar su movimiento en el aire. Todo ese esfuerzo y tiempo invertido tiene el simple objetivo de hacer de este mundo un lugar mejor, lo que le pasó, le pasó de casualidad, pero es un idealista y un poco terco también, por lo que no puede no hacer nada y dejar que las cosas sucedan. Recién arranca y prácticamente interviene en pavadas, pero ya alguien va a necesitar su ayuda y quiere estar preparado.

      La gente empieza a hablar, no entiende si vuela, o si hace trucos y lo parece. ¿Quién es este loco de jogging gris, algo boca sucia, que cae de quién sabe dónde a pelearse con los que no levantan la caca del perro, con los taxistas o con los que estacionan en las rampas de personas con discapacidad?

      Es lunes y llega al laboratorio puntual a las 8, su amigo Iván ya tiene el mate listo, un joven científico de 31 años, de pelo ondulado corto y castaño oscuro, flaco, de nariz algo ganchuda y una cabeza más bajo que Enrique, su viejo amigo que ahora intenta ser superhéroe:

      —¿Qué hacés, Argentum? Me desvelé y me vine temprano, te preparé ATP.

      Enrique abre grande sus ojos y lo mira con cara de “callate”.

      —¿En qué quedamos?, se te va a escapar delante de alguien y cagamos.

      —¿No ves que no hay nadie?

      —Bueno, practicá, generá hábitos.

      Iván se ríe y se burla.

      —Tu secreto está a salvo, Kal-El.

      —Clark Kent es un virgo, yo soy más canchero, gil. ¿Cuántos concentrados preparaste?

      —Sos canchero ahora que estás flaco... cuatro.

      Enrique mide 1,75 m, los mismos ojos café que su amigo, de cabello castaño claro, lacio con raya al costado, antes del accidente era rellenito, pero ahora si bien no es musculoso es delgado, come mucho y consume mucha energía.

      —¿Cuántos te quedan? —pregunta Iván.

      —Dos, pero quiero ir al campo a practicar hoy a la tarde, ¿venís?

      —No, Quique, vos porque vas volando, pero yo tengo que manejar 2 horas de ida y dos de vuelta para ir al monasterio.

      —¿Te llevo a upa?

      —Nunca más —le dice Iván simulando un escalofrío.

      —Qué cagón que sos... quiero tener al menos una docena, después si tenemos tiempo preparo más.

      —Quique, no podés gastar toda la energía volando para vigilar el tránsito, guardá los concentrados para emergencias, son recursos del estado y el Conicet necesita los fondos para que gente como nosotros investigue, para lo otro están los inspectores de la municipalidad.

      —La tesis la tenemos casi lista, la estamos estirando para hacerme los “caramelos”.

      —Callate, la parte teórica está lista, ahora, si con los animales no tenemos los resultados esperados, ¿de qué nos disfrazamos?,


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