ARGENTUM. Martiniano Pujol

ARGENTUM - Martiniano Pujol


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menos mal que no trabajás en Atucha, hacés un Chernóbil en la Argentina.

      —Pará, exagerado, tampoco soy tan idiota.

      —No sé, menos mal que no usamos uranio y usamos plata —le dice Iván que disfruta de tomarle el pelo—. Me acuerdo por el nombre de tu alter ego, mua, ja, ja —le dice con una risa grave y falsa con las manos en garra a los costados de la cabeza como tratando de dar miedo.

      —¿Qué te hacés el tétrico, tarado, sabés que quiere decir alter ego?

      —No importa, es en latín, el idioma del diablo... ¡Mua, ja, ja!... Uh, callate que golpearon.

      El diálogo nada productivo es interrumpido por el ingreso de Karina, la nueva secretaria del director del centro de investigación. Era alta, delgada y bastante voluptuosa, de pelo lacio negro y ojos azules, era preciosa. Ya Enrique se quiso hacer el galán con ella en la cafetería del edificio, ella no le dio ni cinco de bola y a él le pareció muy seca y seria y hasta por momentos un poco hueca.

      —Buen día, doctores.

      —No somos doctores todavía —contesta Iván saliendo de la oficina—, pero como le dicen doctor a todos, no pasa nada, te escuchamos.

      —El Dr. Medina está pidiendo informes de los avances de las investigaciones para este viernes —le dice erguida y elegante, siempre con su clipboard que en ocasiones abraza para tapar su escote de miradas inapropiadas—. Los voy a pasar a buscar al mediodía porque los quiere impresos, no en magnético, para revisarlos en la casa durante el fin de semana.

      —¿Magnético? —pregunta Iván—, ¿lo va a pegar en la heladera?

      —Él me dijo así, a mí también me pareció raro, supuse que era un código entre ustedes, yo transmito el mensaje, nomás —contesta Karina encogiéndose de hombros.

      —Los disquetes eran magnéticos, ¿no? —pregunta Enrique mirando a Iván—, menos mal —le dice a ella con sonrisa canchera—, porque el único que tengo es de 5 y ¼ y tiene el Arkanoid. —Si esperaba sacarle una sonrisa a Karina con ese chiste, que si alguien lo entendiera sería muy malo, estaba equivocado.

      —Ni idea qué es eso —contesta Karina cambiando la mirada altanera hacia Iván—, pero los quiere impresos, paso el viernes al mediodía, ¡bye! —Ninguno de los dos perdió la oportunidad de verla “irse”, dos marmotas atónitos con la cabeza inclinada hacia un costado.

      —Hasta luego —contesta Enrique, que espera que se cierre la puerta y mira a Iván—. ¡Mamadera! No sabe lo que es un disquete, decí que está buenísima, si no se muere de hambre.

      —No seas así, cuando se dejaron de usar ella ni había nacido, aparte las veces que hablé con ella no me pareció que sea ninguna boba.

      —¿Cómo puede ser?, si vos sos más inteligente que yo.

      —Debe ser que te trata hasta ahí porque no bien la viste le tiraste una jauría de galgos.

      —Nada que ver, me fijé qué onda nomás... Pero bueno, volviendo al tema, no me puse Argentum porque es plata en latín, es porque soy argentino… y patriota. —Saca pecho con la mirada al horizonte haciéndose el glorioso.

      —¡Seguro! San Martín debe estar orgulloso de vos discutiendo con los infractores de tránsito. Concentrá los pocos recursos que tenemos para cosas importantes y ponete a laburar que no tenemos casi nada que agregar al informe del mes pasado.

      —Bueno, dale... y me gusta más Belgrano que hizo la primera mitad y estaba menos preparado... Y no salgo a vigilar el tránsito, boludo, salgo como… no sé, a patrullar y veo infracciones, ¿no hago nada? Aguantá, recién arranco; si vos supieras volar, ¿te quedarías en tu casa?

      —Tengo 2 pibes —le dice Iván encogiéndose de hombros.

      —Yo no y me aburro.

      —Bueno, si te ponés a laburar te preparo 10 “caramelos” y te acompaño al campo, pero esta vez no te junto las latitas —le dice Iván mientras vuelve a la oficina.

      —Sale y vale —responde Enrique acercándose a la mesada de los equipos.

      —¿Ahora hablás como el Chapulín Colorado?

      —Y… me gusta más, es más heroico que tu ídolo de Kriptón que no asume ningún riesgo, es fácil ser héroe si te rebotan las balas.

      —Vos sos más parecido a Superman, y no por lo fachero, porque de gracioso no tenés nada.

      —Pero si me pegás un tiro me muero... Eso es lo que se me ocurrió practicar hoy, tengo una idea. ¿Cómo consigo un chaleco antibalas por las dudas?

      —Si estás pensando en que te pegue un tiro estás en pedo.

      —¡Con chaleco!

      —Largá el paco y traé los bichos del bioterio, haceme el favor.

      —Cagón, cagóóón, qué grande sooos —le canta aplaudiendo al ritmo de la marcha peronista.

      —Ya te tuve que salvar la vida una vez, no vas a tener siempre la misma suerte y salir con poderes, podrías ser más agradecido y no pedirme locuras.

      —Tampoco te hagas el Mandela que me cortaste un dedo.

      —Te corté la punta del meñique, nadie lo usa.

      —¿Qué te metés en la oreja?, ¿el pulgar?

      Iván que trataba de hacerse el serio no pudo evitar reírse, son muy amigos, tienen licencia para decirse cualquier barbaridad entre ellos sin enojarse. Ninguno de los dos tiene recuerdos sin el otro y su relación es vergonzosamente infantil.

      —No me vas a poder hacer sentir culpable con lo del dedo, vos no lo viste, estabas inconsciente, la mancha negra avanzaba por la falange, la ambulancia tardaba, improvisé y salió bien.

      —Tengo un injerto de culo y sin uña.

      —Hacete un tatuaje —le dice Iván como sin importancia.

      —Ey... ¡Esa es buena!, pero no me jode, ni se ve.

      —¿En la cadera te quedó marca?, ¿donde te dio el haz de la suerte?

      —Ya casi ni se nota —contestó Enrique mientras encendía los equipos para que se vayan iniciando— lo que sabés, eso me afectó la médula, pero quedó confinada en el hueso, no hace nada.

      —¿No hace nada? Te aceleró el metabolismo unas 2500 veces, sin ATP no durás 2 días.

      —Suerte que tengo un amigo bioquímico —le palmea la espalda mientras entra a la oficina y mira el estado en el que está el mate.

      —Vos sos químico, no está tan afuera de tu campo... Cambiale la yerba.

      —No. ¿Pero de quién fue la idea del ATP? —le dice agachado sobre el tacho de basura.

      —Cualquiera con dos dedos de frente se hubiese dado cuenta, bajaste 32 kg en una semana. Traigo los bichos y arrancamos, ese informe no se va a hacer solo.

      —No, pará —dice Enrique todavía en cuclillas —, procesemos los datos que tenemos hasta el viernes, y solamente hacemos referencia al trabajo de esta semana, si no, no llegamos.

      —Tenés razón, nos sacamos de encima el informe hoy y mañana arrancamos tranquilos con lo nuevo.

      —Listo, apago los equipos que prendí al pedo, y hoy hacemos solo trabajo de compu.

      Trabajan muy bien en equipo, mientras uno redacta, el otro hace tablas y gráficos, para las doce y media ya tienen compilado todo y terminado el informe.

      —Terminamos retemprano —dice Enrique sonriendo y frotándose las manos—. ¿Siesta y campo?

      —Me voy a almorzar a casa, te encuentro allá a las 5 —contesta Iván mirándolo con cara seria—. O sea que salgo a las 3.

      Se


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