Growth Mindset. Eber Dosil Gil
y nos preocupemos por aprender durante el proceso. Siempre que tengamos en mente que tenemos que seguir aprendiendo.
Claro que al principio fue un regalo envenenado hasta el tuétano. Me angustié, lloré y sufrí muchísimo debido a la pérdida, las dudas, la incomprensión, la fragilidad, lo absurdo de la vida y la aparición de una sensación desconocida llamada hipocondría, angustia vital o miedo a la muerte, que me acompañó durante demasiado tiempo apareciendo en cualquier momento y en cualquier situación. Era muy limitante; tenía mucho que digerir y no tenía las herramientas adecuadas. Todavía.
No fue hasta hace unos años que fui capaz de darme cuenta de la suerte que tuve y poder estar en paz con mi pasado para agradecerle ese regalo. Estaba equivocado al sentir rabia y enfado por que mi amigo se hubiera muerto. Simplemente no quería reconocer que no sabía lo que estaba pasando, que tenía dudas y que no controlaba la situación. El día de la muerte de Roberto* empecé a desarrollar mi mentalidad de Growth Mindset sin saberlo. En alguna parte inconsciente de mi cabeza se comenzaron a gestar estas líneas.
Muchas veces pienso que la muerte tiró una moneda al aire y a él le tocó la cruz. Entiendo que yo también jugué sin quererlo y saqué cara porque en el momento de su muerte íbamos directos hacia su coche. Si el infarto le hubiera llegado cuatro minutos más tarde mientras conducía, quizás ahora yo también estaría muerto. Nunca lo sabré. Lo que sí sé es que mi cabeza comenzó a rumiar la vivencia necesaria que hasta ahora no me había sentido preparado para escribir. Me faltaban conocimiento, experiencias, madurez, valor, vida. Sentía que tenía que aprender muchísimas cosas antes de contarte las que creo que son más importantes. Sentía que llegaría el momento a su debido tiempo, que entonces sabría qué hacer y que hasta entonces tendría que prepararme a conciencia para expresar lo que quería contar, sin saber que ya me estaba preparando para ello desde el mismo momento en que mi amigo cayó al suelo.
*Mi amigo se llamaba Roberto. Éramos compañeros de colegio con un par de clases de distancia. Teníamos muchos amigos comunes y compartíamos partidos de fútbol y noches en la barra del Yaba-daba en San Sebastián. En la Zona, en la calle San Bartolomé. El Cine, el Twicken, el Moro… Todos esos recuerdos se quedaron ahogados entre katxis de cerveza. (La última vez que fui por allí, hace un año, toda aquella zona parecía el escenario de una película de zombies). Y decidió morirse de repente y sin preaviso, sin escenas como las de las películas donde el protagonista antes de morir dice unas palabras chulas y te agarra la mano. Roberto se desplomó a mi derecha mientras caminábamos; yo iba medio paso por delante. De repente escuché un ruido sordo al ver de refilón como caía un peso muerto. La caída fue extraña, a cámara lenta en mi cabeza y mis recuerdos. Murió de un infarto en la calle sin haber cumplido los veinte años. Mi reacción en ese momento fue la normal en esos casos cuando un amigo tuyo se cae al suelo y parece que está fingiendo. «Deja de hacer el tonto», «no tienes gracia»; recuerdo bien que le dije estas dos cosas. Pero la cosa iba en serio. Me agaché a su lado y esperé a que viniera la ambulancia. Llegó rapidísimo y en el Hospital de San Sebastián (allí se la conoce como «la resi») hicieron todo lo posible pero no hubo ninguna opción.
De verdad que iba en serio. Tan en serio que una hora después de desplomarse, yo estaba esperando a la salida de Urgencias a que mi padre viniera en coche a buscarme.
Teníamos toda la noche por delante para avisar de lo sucedido a alguien de una familia a la que apenas conocíamos. (Recuerda que hace veinte años no había móviles, así que todo era más complicado que hoy en día, hasta la cosa más simple como contactar con una persona. Tampoco había Google y no era fácil localizar a nadie). Fue una noche dura que colapsó mi cabeza, abrumada con pensamientos y emociones desconocidos. Al final encontramos a un tío suyo que avisó al resto de su familia. Recuerdo que llegamos a casa pasadas las cinco de la mañana. Los pensamientos y el sufrimiento en forma de «me voy a morir de infarto yo también» que vinieron después te los contaré en el libro, pero básicamente sentí un miedo atroz por lo fácil que resultaba eso de morirse. Había visto morir a mis abuelos, pero entonces piensas, de manera lógica, que eran mayores y les tocaba; la famosa «ley de vida» que dicen algunos. También había pasado muchas veces por las esquelas mientras leía el periódico a diario, pero eran rostros desconocidos que no me decían nada (aparte de sus edades, que no solían coincidir con las de las fotos que había allí). Pero esta muerte era distinta. Era un amigo de mi edad e íbamos juntos caminando hacia su coche cuando sucedió. Lo viví todo en primera persona. Y lo viví solo.
Desde hace unos años soy profesor en el Instituto de Empresa, una de las mejores escuelas de negocios del mundo según los rankings, y cuento muchas de las cosas que vas a leer aquí en mi asignatura «Growth mindset y apertura al crecimiento, conocimiento de uno mismo». Pero hasta hace unos meses estas líneas no tenían sentido porque en mi fuero interno sabía que tendría que esperar a vivir el tiempo necesario para poder contarte que he interiorizado una cosa fundamental en la que se basan toda mi experiencia, mensaje y conocimiento adquirido y transmitido:
Tal como yo, tú también te vas a morir.
En este libro parto de la base, no soy ningún gurú, un sabio teórico que te habla desde su atalaya de conocimiento, y mucho menos quiero colocarle a nadie mis ideas para cambiar su mente y el mundo. No. Soy una persona como tú. Una persona a la que muchas veces le preguntan ¿y tú, qué sabes de mindset? o ¿por qué enseñas esas cosas en tus clases? Mi respuesta siempre es la misma: soy una persona normal, como lo son la inmensa mayoría de las que te rodean. Soy un proyecto en constante desarrollo. Y me permito escribir estas reflexiones porque he sufrido mucho, he vivido mucho y he estudiado mucho sobre mentalidad de apertura al cambio, crecimiento personal, autoconocimiento, la vida, la muerte y el desarrollo personal con herramientas que ayuden de verdad, sin circos ni paripés. He reflexionado sobre el fin y el comienzo de las cosas encajándolas en un círculo que no tiene huecos.
Simplemente soy una persona que ha escuchado muchas ideas y desarrollado conceptos que pueden ayudarte a vivir de manera más plena contigo mismo. Alguien que maneja herramientas y técnicas prácticas, útiles y sencillas para que las personas mejoren. Soy un profesor emocionado por expresar a sus alumnos todo lo que creo que es importante, para que ellos mismos cojan lo que quieran y desechen lo que no les guste, no les encaje, o directamente no crean que es como yo lo cuento. La pasión que transmito en mis clases (son una especie de obra de teatro donde me divierto mucho y enseño con un vuelco de mi alma cada vez que conecto el micrófono) quiero que aparezca en estas líneas pese a la dificultad de la distancia que nos separa. Voy a tratar de escribir como lo cuento; no quiero hacer un sesudo ensayo de filosofía esotérica. Espero conseguirlo.
Quiero que me veas como una catapulta, una palanca, un pilar, un fertilizante para tu desarrollo, como el pastelero que te acompaña paso a paso en la receta y prueba el postre contigo, te dice dónde te has equivocado y qué puedes hacer para mejorar y crear tu propia receta. No quiero adoctrinarte, enseñarte o llevarte de la mano. Creo que así lo único que conseguiría es que me escucharas pero no tuvieras la sensación de tener que esforzarte. Lo que quiero es que te obligues a replantearte cosas, que aceptes que puedes cambiar, que todo en tu interior está llamado al cambio transformacional cada segundo que vives.
Lo único que quiero es provocarte, enfadarte, que entres en Internet para desmentir lo que yo te diga o corroborarlo, que preguntes a la gente que sabe más que nosotros, que amplíes las cosas que te parezcan interesantes, y despertar tu curiosidad y tu sentido crítico. Para mí es el único camino para que pienses por ti mismo. Quiero que dudes de todo lo que te voy a contar para que encuentres tu verdad. Quiero que desafíes, retes, cuestiones. Quiero que seas tú. Porque solo desde dentro, solo desde uno mismo pueden llegar el cambio y el crecimiento.
Piensa en las veces que has creado algún hábito en tu vida, aunque fuera un hábito perjudicial. Lo has construido desde dentro, desde una convicción, encontrando un cómo cuando tuviste un porqué. Si eres ex fumador, habrás dejado de fumar cuando tú y solo tú estabas convencido y motivado para ello. Si has dejado esa relación tóxica que llevaba mucho tiempo quitándote la vida, no lo habrás hecho hasta que dentro de ti tuvieras el convencimiento y hubieras encontrado tu razón, por mucho que tu círculo cercano