La consulta previa: daño inmaterial y reparación. Diana Carolina Rivera Drago

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han sido a lo largo de la historia colombiana posterior a la independencia las peticiones elevadas ante el Gobierno Nacional por parte de los indígenas para recibir educación (recuérdese lo sucedido con los capuchinos). Lo anterior, no solo porque esta es necesaria para comprender el funcionamiento de la sociedad por fuera de la comunidad y poder integrarse en ella cuando sea necesario por ejemplo en materia de comercio, sino además porque desde la época de la conquista española la educación ha sido utilizada de manera incorrecta: para adoctrinar a los indígenas con el objetivo de hacerles abandonar sus creencias y cultura y “hacerlos entrar en la civilización”, o bien se les ha privado de ella con el fin de mantenerlos en estado de ignorancia y así evitar con mayor facilidad cualquier tipo de sublevación y exigencia.

      Por esto, las comunidades indígenas han luchado durante siglos para que sea posible la formación de los dirigentes y líderes indígenas con el fin de garantizar una correcta orientación de todas sus actividades. Han buscado una educación que los ponga en contacto con la realidad externa y que les permita relacionarse con el resto de manera fluida y en igualdad de condiciones, pero que a su vez se adapte a sus exigencias, por ejemplo, en materia de lengua y de prevalencia de la oralidad sobre la escritura. Si bien es cierto que la educación tiene una función ideológica que busca crear una visión del mundo medianamente homogénea dentro de una sociedad, también es cierto que la educación debe tener además una función técnica cuyo objetivo es la capacitación de los miembros de ella para las tareas que ésta demanda, razón por la cual, al enfocar la educación hacia las comunidades indígenas colombianas es necesario situarse en el mundo y la cosmovisión indígenas, y, brindarles herramientas que los mantengan en contacto con el contexto colombiano no indígena y que les permitan resolver los problemas inmediatos de manera adecuada.

      Para el momento de la llegada de los españoles todas y cada una de las tribus indígenas que habitaban el territorio de la que se llamaría Colombia compartían unos valores relacionados con la naturaleza, su vínculo con esta y los principios morales. La educación hacía parte de sus vidas, de acuerdo con unas tradiciones, una cultura y unos requerimientos específicos y estaba en cabeza de los miembros principales de cada comunidad (médicos-sacerdotes-mamos), quienes se encargaban de transmitir los conocimientos y de preservar su identidad.

      Sin embargo, como se mencionó, el pueblo arhuaco ha sido consciente de la importancia que tiene para ellos recibir la educación no indígena y, por ello, participó intensamente en la iniciativa para que en el país se reconociera legalmente que los indígenas debían tener acceso a ella y que ésta debía adecuarse a su contexto sociocultural. Fue así como se expidió en 1978 el Decreto 1142, cuyo artículo sexto reconoció que

      La etno-educación para las comunidades indígenas debe estar ligada al medio ambiente, al proceso productivo y a toda la vida social y cultural de la comunidad. En consecuencia, los programas curriculares asegurarán el respeto y el fomento de su patrimonio económico, natural, cultural y social, sus valores artísticos, sus medios de expresión y sus creencias religiosas. Los currículos deben partir de la cultura de cada comunidad para desarrollar las diferentes habilidades y destrezas en los individuos para desenvolverse en su medio social.

      Posteriormente, tras la toma pacífica de las instalaciones del “orfelinato” de Nabusímake y la paralización de toda actividad escolar en el resguardo, se logró, en 1984, reiniciar las labores escolares en todas las escuelas y se profirió la Resolución 3454 de 1984, mediante la cual se creó el grupo de etnoeducación dentro del Ministerio de Educación Nacional, con el fin de impulsar programas etnoeducativos en comunidades indígenas y de llevar a cabo diferentes encuentros con el objeto de sensibilizar tanto a las comunidades indígenas como a las instituciones educativas en la necesidad de un cambio educativo.

      En 1995, con participación de toda la comunidad, los iku elaboraron una propuesta para el Gobierno Nacional denominada Proyecto Educativo Comunitario (PEC) para las escuelas de la Sierra en el que se entrelazan la educación tradicional y aquella no indígena142. Lo anterior con el objetivo de crear espacios de educación escolarizada en los que la escuela fuera un ente que contribuyera en la revitalización de la cultura, teniendo en cuenta que para ellos, en principio, la escuela no era el espacio idóneo para el desarrollo de los saberes culturales ya que éste era la kankurwa.

      En este proyecto se condensaron las directrices educativas para el pueblo arhuaco y se trazaron algunos acuerdos políticos con el Gobierno Nacional. En el PEC están los fundamentos y principios culturales que sustentan la educación propia, el perfil del alumno, el calendario propio, los deberes y derechos de los estudiantes y maestros y los objetivos generales de la educación, combinados con los pilares y métodos de la educación oficial.

      Actualmente, la educación tradicional se ha mantenido dentro de los grupos indígenas que han logrado sobrevivir y coexiste con la educación de la sociedad no indígena proveída por el Estado. Por una parte, se mantienen los fundamentos tradicionales como esencia de la educación propia ya que para ellos es un mandato perpetuar su cultura en el tiempo, transmitiendo la sabiduría y el conocimiento a sus hijos y nietos a través de la comunicación oral. Entienden por “educación propia” las formas del saber iku relativas a la reproducción y el desarrollo de la cultura, a su cosmovisión, al cumplimiento de la Ley de Origen, a la relación con la naturaleza, con otras comunidades indígenas y con la sociedad mayoritaria; se trata de una educación que dura desde el principio de la vida hasta la muerte e incluso después de ella.

      Los mamos y las a’kumamas son los orientadores y máximas autoridades tradicionales que transmiten a los demás individuos todos los conocimientos que necesitan para la producción propia, la interpretación de los mensajes de los dioses, los mandatos de la Ley de Origen, la relación con las demás manifestaciones naturales, con los seres espirituales y con el medio social. Gracias a la educación propia, un adolescente iku ya conoce de agricultura, del cuidado de los animales, teje su propio vestido, sabe cómo construir una vivienda tradicional y, en general, conoce todos los valores de su identidad y los deberes que la tradición le exige conforme a su edad y a su género. Así mismo, una joven también sabe de agricultura doméstica, sabe tejer los distintos diseños y puntadas de las mochilas, sabe del cuidado de niños y todos los oficios domésticos que debe realizar mientras los hombres trabajan en las fincas. Con tales saberes los jóvenes poseen los conocimientos básicos para vivir como arhuacos.

      Por otra parte, pueden acudir a las escuelas donde encuentran maestros tanto iku como bunachis y donde reciben una educación “mixta”, ya que además de las materias como castellano, historia, matemática y ciencias, aprenden también lengua iku, agricultura y las bases de su educación tradicional.

      Sin embargo, la realidad no refleja una situación tan clara: es cierto que existen algunas escuelas a lo largo de los territorios de la Sierra pero estas no son suficientes o no se encuentran bien distribuidas. Cuanto más alta se hace la montaña menos acceso tienen los niños a la educación escolar, o bien porque tienen que recorrer largas distancias entre su hogar y el centro educativo (entre una y cuatro horas a pie o en mula) o bien porque la distancia es tal que resulta físicamente imposible realizar un desplazamiento tan grande para luego tener que volver a casa el mismo día.

      En estos casos los niños crecen más “puros” en el sentido de que no tienen contacto alguno con el mundo exterior, solo hablan su lengua y solo conocen sus tradiciones, el problema está en que en algún momento tendrán contactos bunachis y volverán a sufrir los engaños y amenazas que han sufrido sus ancestros. Por otra parte, en aquellos lugares donde la escuela es de fácil acceso y los niños arhuacos acuden a ella, el método de educación mixta no está bien diseñado, no hay claridad en el contenido de los programas y no se tienen en cuenta las diferencias que existen entre la enseñanza que puede brindarse dentro de una ciudad o establecimiento poblacional urbano y aquella a la que se puede acceder en medio de la naturaleza sin electricidad y mucho menos ningún tipo de tecnología como por ejemplo el internet.

      En su mayoría, los niños cuentan con un solo cuaderno en el que toman apuntes indistintamente de todas las materias tanto arhuacas como generales, se les asignan tareas que no pueden hacer porque físicamente no tienen dónde buscar la información que se les pide, ya que a veces se trata de datos que ni siquiera


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