2030: Cómo las tendencias actuales darán forma a un nuevo mundo. Mauro F. Guillen
como Mumba y Afolabi son los pioneros de la revolución agrícola-industrial africana.
Si bien muchos de los recursos humanos, tecnológicos y financieros necesarios para desarrollar más la producción de tapioca por toda el África subsahariana están disponibles localmente, las empresas y las ONG extranjeras también pueden hacer contribuciones cruciales. Puesto que tiene un alto contenido de agua, la tapioca debe procesarse a más tardar 48 horas después de ser cosechada, de modo que todo el equipo necesario debe estar disponible cerca del campo. La Compañía Neerlandesa de Desarrollo y Comercio Agrícola (DADTCO), una empresa con fines de lucro que se dedica a mejorar las parcelas de las comunidades pobres, ofrece a pequeñas granjas africanas unidades de procesamiento, refinado y secado instaladas en contenedores montados sobre camiones que pueden ir de aldea en aldea. La cosecha puede comenzar tan pronto se instala este equipo móvil. Tal vez muy pronto estos granjeros y otros emprendedores locales empleen estos recursos para producir alimentos por su cuenta.
En el futuro cercano la expansión de la tapioca podría proporcionarles a los bebés que hoy viven en el campo los empleos que requerirán para ganarse la vida. ¿Y qué tal si África se convierte en una potencia de la industria global de cerveza? Algunas de las compañías más grandes del mundo, SABMiller y Diaego entre ellas, ya se abastecen con los productores de tapioca de las materias primas para producir cerveza, y reducen así el costo de su producto final y la dependencia generalizada de los onerosos materiales de importación de la que adolece África. Si la cerveza de tapioca resulta rentable y sostenible ambientalmente, pronto tendrá diversas cervezas africanas en su bar local y a precios que no podrá ignorar. ¡Mucho ojo, Anheuser-Busch!
La sabana de sílice
Más allá de la próxima revolución agrícola-industrial hay un área en la que África alcanzó el siglo XXI más rápido que cualquier otra región: la tecnología de telecomunicaciones móviles. Y esta transformación ya está cambiando vidas por todo el continente. Pensemos en la historia que le contó Naomi Wanjiru Nganga, habitante del barrio bajo de Korogocho en Nairobi, al Irish Times. Naomi tiene 34 años, está enferma y mantiene a sus cuatro hijos recolectando cajas de cartón usadas y vendiéndolas en el mercado local. Su único dispositivo tecnológico es un teléfono celular bastante elemental, que usa no sólo para comunicarse sino para hacer y recibir pagos, incluyendo un apoyo mensual que le entrega una organización benéfica irlandesa. Es una beneficiaria directa del rápido despliegue de las redes de comunicación móvil en la zona. Hace una década Kenia sorprendió al mundo al convertirse en uno de los líderes mundiales en pagos móviles, de los que 75 por ciento de su población es usuario asiduo. Naturalmente hoy Nairobi es llamada la “sabana de sílice”. Por eso pienso que si queremos abrir una ventana para ver qué nos depara 2030 tenemos que viajar a África.
La tecnología móvil ha demostrado ser particularmente útil en el sector de la salud. En Kenia, por ejemplo, la mayoría de la población rural vive a una hora de distancia en autobús del médico o las instalaciones de salud más cercanos. Para resolver el problema del acceso se han lanzado muchos servicios móviles, desde hotlines médicas y herramientas de diagnóstico temprano hasta educación, recordatorios médicos y seguimientos. Actualmente 90 por ciento de la población tiene un teléfono celular. Los registros telefónicos en Kenia son más confiables que los censos oficiales. Para planear las políticas públicas de salud y comunicación las oficinas de gobierno prefieren usar bases de datos de telefonía celular que registros de nómina o expedientes escolares.
Como muchos otros países —ricos y pobres por igual— Kenia enfrenta una escasez de personal de salud capacitado, costos cada vez mayores y un aumento desmesurado de la demanda. Existen cientos de proyectos y programas de salud electrónicos que benefician a una población rural cada vez más grande. El modelo de usar telecomunicaciones móviles en salud pública, tal como se ve en Kenia, puede ofrecer una solución tecnológica al acceso a la salud que sea eficiente e incluyente, algo que otras naciones pueden emular, incluso un país como Estados Unidos, donde la salud ha estado permanentemente en la contienda política y en el que los costos parecen incrementarse año con año.
La ansiedad y el enojo ante la inmigración
Para 2030 la población humana se distribuirá por el planeta en formas muy distintas a las actuales, con números mucho mayores de personas en África y el sur de Asia que en otras partes del mundo. Y aunque cambiarán las cifras de personas que migrarán de un país al otro, las causas serán las mismas: la migración tiende a convertirse en un fenómeno de gran magnitud siempre que en una región del mundo abunden los bebés y escaseen en otra, o a raíz de crisis como guerras civiles, disturbios políticos, hambrunas, emergencias económicas o desastres naturales. Recientemente se piensa en la migración internacional como una “inundación” que debe ser contenida. Los líderes políticos llaman a construir muros. Los países abandonan los acuerdos comerciales y salen de organizaciones político-económicas como la Unión Europea. Los ciudadanos marchan por las calles con pancartas en las que expresan su rechazo a los inmigrantes. Pero ¿qué pasaría si el temor a que los inmigrantes se roben los trabajos y agoten los recursos del gobierno es infundado?
La vox populi dice que los migrantes desplazan a los obreros y se roban los buenos trabajos de manufactura. Pero en realidad la mayoría de los inmigrantes no compiten con los locales por empleos, como han concluido las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos en varios reportes históricos. La razón es que la mayoría de los inmigrantes están o poco calificados o altamente calificados, y por lo tanto no tienen buenas posibilidades de emplearse en sus países de origen. En contraste, sus compatriotas con niveles intermedios de calificación —como los operarios o los mecánicos— tienen muchas oportunidades laborales en sus comunidades de origen y por lo tanto tienden a no migrar. En economías desarrolladas como las de Estados Unidos, Japón o Europa hay una gran demanda de trabajos pocos calificados, en particular en los sectores agrícola y de servicios, así como de trabajos altamente calificados. Mientras tanto, la mayoría de las pérdidas laborales en los países desarrollados ha ocurrido en el sector manufacturero y entre los trabajadores medianamente calificados, puesto que sus trabajos son sencillos y más baratos de automatizar. En los países ricos tiene más sentido económico instalar tecnologías que reemplacen los empleos que requieren habilidades intermedias, precisamente porque los salarios son lo suficientemente altos como para proveer un incentivo para la automatización y las tareas son relativamente fáciles de automatizar (como veremos en el capítulo 6). Así, la ansiedad y el enojo que producen la pérdida de empleos deberían dirigirse principalmente hacia el cambio tecnológico, no hacia la inmigración. Mi colega de Wharton Britta Glennon ha descubierto que limitar la cantidad de visas disponibles para científicos e ingenieros extranjeros de hecho destruye empleos en Estados Unidos porque las compañías tienden a llevarse sus laboratorios de investigación y desarrollo al extranjero para aprovechar otras reservas de talento. ¿Quiénes son los mayores beneficiarios de restringir la inmigración? China, India y Canadá, los países a los que se trasladan estas actividades de investigación y desarrollo.
Cuando analizamos las estadísticas para determinar cuántas personas de origen extranjero están empleadas en Estados Unidos por nivel educativo comprobamos que los inmigrantes no tienden a robarle empleos a los estadunidenses. Aproximadamente 42 por ciento de los trabajadores que dejaron la educación media superior son inmigrantes, y 29 por ciento de los que poseen doctorados son extranjeros. Sólo 15 por ciento de quienes tienen un diploma de educación media superior, 10 por ciento de los que tienen algo de educación universitaria pero no se graduaron y 14 por ciento de los que poseen grados de licenciatura son inmigrantes. Por su parte, la Oficina del Censo de Estados Unidos reporta que la cifra de empleos de gestión y técnicos altamente capacitados se ha incrementado, mientras que el número de empleos manufactureros y administrativos de bajo nivel, caracterizados por habilidades intermedias, se ha desplomado a causa de la automatización.
Si nos echamos un clavado en los datos sobre las ocupaciones específicas encontramos más evidencias de que la mayoría de los inmigrantes no compiten con los locales por empleos. Según el Urban Institute, los principales tres grupos laborales entre aquellos inmigrantes en Estados Unidos que no poseen diplomas de enseñanza media superior son empleadas domésticas y amas de casa, cocineros y trabajadores agrícolas.