La disputa por el poder global. Esteban Actis

La disputa por el poder global - Esteban Actis


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presidentes de los EE. UU. anteriores a Donald Trump mostraron su preocupación por las consecuencias que podría ocasionar una pandemia. En noviembre de 2005, G. W. Bush brindó un discurso en el National Institute of Health describiendo los devastadores efectos de una pandemia en los EE. UU. La fascinación de Bush con el tema fue producto de la lectura del libro La gran gripe, del historiador John Barry.(34) Por su parte, Barack Obama advirtió en diciembre de 2014 ante la misma institución –ya con el antecedente a cuestas de la gripe H1N1 de 2009– que era el momento de construir una infraestructura nacional y global para poder dar respuesta a una mutación de la gripe como la que causó estragos en 2018.(35)

      En el plano multilateral, los brotes infecciosos del siglo XXI generaron cambios en el interior de la OMS. Más allá de los cuestionamientos acerca de las responsabilidades de la institución en relación con el brote de COVID-19, se debe destacar la realización de una serie de recomendaciones a los países para reducir la brecha existente ante futuras amenazas. Con el SARS se revisaron en 2005 las Regulaciones internacionales de salud. Con la gripe H1N1 se creó el acuerdo llamado Marco de Preparación para una Pandemia de Influenza y en 2014 se creó el Sistema de Financiamiento de Emergencia ante Pandemias.

      El ex secretario de Defensa de los EE. UU. planteó que era necesario clasificar los hechos y acontecimientos desconocidos (unknowns) en dos tipos: por un lado, lo “que sabemos que no sabemos” (known unknowns) y, por el otro, aquello “que no sabemos que no sabemos” o “incógnitas desconocidas” (unknown unknowns).

      Mientras en el primer caso se hace alusión a condiciones esperadas o previsibles que pueden ser razonablemente anticipadas pero no cuantificadas sobre la base de la experiencia histórica, el segundo se refiere a condiciones inesperadas e imprevisibles que tienen un riesgo potencialmente alto porque no pueden ser anticipadas con el conocimiento disponible. Los unknown unknowns de Rumsfeld son los cisnes negros de Taleb.

      A partir de todo lo analizado, es dable pensar a la pandemia del COVID-19 dentro de aquellas cosas “que sabemos que no sabemos” (known unknown). Nadie sabía en qué momento ni dónde se podía gestar el brote de un virus con un potencial riesgo de pandemia. No obstante, sí existía conocimiento disponible para concluir que su ocurrencia era una posibilidad cierta. También existía experiencia histórica para anticipar razonablemente las derivaciones de un brote de tales características y para desarrollar las capacidades de gestión requeridas. En este sentido es interesante repasar las primeras respuestas gubernamentales por parte de China, Europa y EE. UU.

      En los días que corren, médicos y epidemiólogos forman parte de la mesa chica de muchos de los gobiernos en la gestión de la crisis del COVID-19. Según la noción de cisne verde, la cercanía de los científicos con el poder político y económico llegó para quedarse.

      Si en los próximos años un ornitólogo (especialista en aves) mira atentamente en los lagos y lagunas del mundo, seguramente encontrará algún cisne verde entre los cientos de blancos. Con el paso de los años, serán cada vez más comunes. El riesgo climático será una variable relevante a considerar para la gestión de la política y los negocios. También es probable que muchos cisnes otrora blancos vean oscurecer su plumaje a riesgo de ser confundidos con cisnes negros por ornitólogos desprevenidos. Por esta razón, antes de


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