La disputa por el poder global. Esteban Actis
la emergencia definitiva de un mundo liderado por China o será este, por el contrario –y como muchos sostienen–, un “nuevo siglo americano”? ¿Cuál es el lugar de los países emergentes en esta crisis? ¿Qué implicancia tiene la disputa por el poder global entre EE. UU. y China y por qué la evolución de este vínculo es central para entender la configuración del mundo pospandemia? En los capítulos subsiguientes se buscará articular respuestas para todos y cada uno de los interrogantes listados en pos de despejar algo de la incertidumbre que reina sobre el mundo que viene.
El presente ensayo se estructura en torno a cuatro supuestos de partida que dan forma y articulan el debate en cada uno de los cuatro capítulos que componen el libro. En primer lugar, y como adelantamos, estamos siendo testigos de un acontecimiento con impacto sistémico –el tercero en lo que va del siglo–, el cual de ninguna manera puede ser catalogado como un cisne negro.
En segundo lugar, la crisis global producto de la pandemia del COVID-19 dejó al desnudo y agudizó los fuertes desequilibrios y riesgos globales que se vienen gestando desde hace décadas, al tiempo que expuso la incapacidad del mundo para gestionarlos y mantenerlos a raya, lo que provocó a su vez una aceleración de las tendencias preexistentes.
En tercer lugar, se reconoce la existencia de una crisis de liderazgo global que condiciona fuertemente el éxito de la cooperación internacional, así como también la provisión de bienes públicos globales, ambos aspectos centrales para garantizar la estabilidad en cualquier orden internacional y asegurar un manejo ordenado de las tendencias disruptivas que eventualmente puedan emerger.
Por último, se sostiene que la coevolución del vínculo entre EE. UU. y China es clave en este sentido y resulta determinante en la configuración de los escenarios futuros. De la dinámica del vínculo bilateral dependerá en buena medida el grado de control, la dirección y la velocidad de las tendencias que hoy irrumpen y ejercen presión sobre el orden internacional.
Son muchos los interrogantes. Son múltiples los debates y las reflexiones impulsadas por el temblor que ha provocado la pandemia. Son muchos los escenarios posibles. Cualquier atajo lleva inexorablemente al encierro del pensamiento. Sobre algo no hay dudas: son tiempos históricos interesantes los que corren. Desafiantes para vivirlos, apasionantes para intentar descubrirlos en su sentido.
Capítulo I
El COVID-19 y los acontecimientos con impacto sistémico
Los shocks globales han sido en su momento groseramente subestimados por sus efectos de largo plazo. La caída del Muro de Berlín en 1989 determinó el momento unipolar de los EE. UU. Los ataques del 11S condicionaron 20 años de intervenciones estadounidenses en Medio Oriente y el colapso financiero del 2008 ayudó a la revuelta populista de Trump y el Brexit.
Paul Gillespie
Transcurren los primeros días del año 2020. En una oficina de Buenos Aires, el ministro de Economía de Argentina planifica una oferta de reestructuración de la deuda externa, clave para el devenir económico del país sudamericano. Cruzando el charco, en Madrid, Pedro Sánchez repasa en su casa el discurso de investidura que dará en el Congreso de los Diputados, donde piensa plasmar la hoja de ruta del futuro gobierno de España. En Nueva York, el magnate Warren Buffett, considerado uno de los más grandes inversores de la historia, decide aumentar agresivamente el capital de su fondo de inversión Berkshire Hathaway en distintas aerolíneas. Con menor exposición pública, pero seguramente no sin menos presiones, el CEO de la filial de una importante multinacional en San Pablo ultima los detalles de su plan anual de ventas e inversiones, casi listo para ser reportado a la casa matriz. Mientras todo esto ocurre, en el Aeropuerto Internacional de Wuhan-Tianhe –China– decenas de personas se ajustan sus cinturones para emprender sus respectivos viajes rumbo a destinos de lo más diversos, desde Nueva York, París o San Francisco hasta Roma, Tokio o Seúl. Muchos de los pasajeros no saben que con ellos viaja un nuevo y peligroso pasajero, se trata de un virus que afectará el curso de la historia. Guzmán, Sánchez, Buffett, así como miles de directores ejecutivos de empresas en todo el mundo, no imaginaron ni remotamente la tormenta que se avecinaba.
Mirar al mundo: ayer, hoy, siempre
La pandemia del COVID-19 evidenció a gran escala cómo los acontecimientos externos pueden en muy poco tiempo trastocar los planes de cualquier actor –estatal y no estatal–. La globalización acentúa este fenómeno al acotar tiempos y espacios. Todos los días decisiones y acciones que se toman más allá de las fronteras afectan los intereses particulares de actores que se encuentra a cientos o miles de kilómetros de distancia. Un rasgo distintivo del mundo actual es su carácter interméstico, entendido este concepto como la imposibilidad de separar lo doméstico de lo internacional. Los ejemplos van desde aspectos pequeños y cotidianos hasta aquellos dede carácter macro y estructurales.
Una pyme puede verse afectada temporalmente por la caída de la demanda de su principal comprador externo. Esto les sucedió a muchas firmas argentinas con la brutal recesión brasileña (casi un 8% de contracción del PIB) ocurrida entre 2015 y 2016. Por su parte, una región entera, como América Latina, puede verse golpeada por una brusca caída en los precios internacionales de las materias primas, tal como viene sucediendo desde 2013. Empresarios y funcionarios poco pueden hacer para revertir esa dinámica externa que les es totalmente ajena e impuesta, pero mucho pueden hacer para anticiparse, cubrirse y amortiguar el impacto de los eventos externos disruptivos, cada vez más frecuentes en un mundo que se ha tornado altamente volátil en las últimas décadas.
Sin importar la magnitud de lo que los internacionalistas denominamos variable sistémica, es dable señalar la importancia de contar, en particular en el caso de quienes tienen que tomar decisiones, con buenas lecturas de lo que pasa en el mundo. La fuerte interconexión global que caracteriza al mundo actual, hace que para cualquier actor resulte imposible abstraerse de lo que ocurre en el plano internacional. Las políticas y estrategias desplegadas por los distintos jugadores globales –sean estos estatales o no estatales– constituyen un input insoslayable para cualquier decisor.
Esta premisa se torna aún más relevante para los Estados periféricos y en desarrollo, puesto que su vulnerabilidad a los condicionantes externos es sustancialmente mayor que la de aquellos actores que disponen de un mayor poder relativo, al tiempo que su capacidad para influir sobre el curso de los acontecimientos que ocurren más allá de sus fronteras es escasa o más bien nula.
En este punto es necesario resaltar las nociones de sensibilidad y vulnerabilidad de Keohane y Nye (1). La sensibilidad refiere al grado de afectación de un actor frente a un acontecimiento externo, mientras que la vulnerabilidad involucra la capacidad de respuesta de un actor para superar, sobrellevar o adaptarse al impacto de un evento externo. De este modo, un actor es vulnerable cuando su capacidad de respuesta es limitada y continúa experimentando costos derivados del contexto externo incluso aún después de haber modificado sus políticas, mientras que es sensible –mas no vulnerable– cuando sufre por un hecho externo, pero logra revertir o amortiguar sus efectos mediante el ajuste de sus políticas. La diferencia entre experimentar una y otra situación depende principalmente de los recursos de poder con los que se cuente y la capacidad para movilizarlos. Un aspecto resulta indiscutible: sin poder y sin lecturas correctas sobre lo que acontece en el mundo no hay ningún actor que pueda escapar a la trampa de la vulnerabilidad.
La necesidad de mirar al mundo puede ser bien explicada y largamente justificada a partir del enfoque metodológico que propone uno de los mayores exponentes de las relaciones internacionales: Kenneth Waltz (2). Sobre él y su obra volveremos casi al finalizar el libro. El prestigioso académico norteamericano procuró identificar y determinar dónde residen las causas de la guerra y la paz. A su entender, las respuestas pueden ser ordenadas bajo los siguientes encabezamientos: dentro del hombre, dentro de la estructura de los Estados, dentro del sistema internacional. Estas tres variables son referidas por el autor como imágenes de las relaciones internacionales y enumeradas en el orden presentado.
De este modo, a partir de la distinción y