Homo bellicus. Fernando Calvo-Regueral

Homo bellicus - Fernando Calvo-Regueral


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      Salvando la posible lectura apologética de la sentencia con que iniciábamos este capítulo, lo cierto es que Ortega y Gasset lograba en ella llamar la atención sobre el derroche de energías y capacidad organizativa que supone el fenómeno bélico. En este repaso a periodo tan dilatado hemos podido ver cómo nace lo que los expertos denominan «horizonte militar» o línea divisoria entre el empleo de la mera fuerza bruta y el de esa violencia sistematizada u ordenada, si vale la expresión, que hemos dado en llamar guerra. Tal horizonte se alcanza con las formaciones de combate, que presuponen jerarquía y disciplina así como una combinación de diferentes armas, articulándose los ejércitos en torno a la más decisiva de su arsenal, lo que junto a la topografía condiciona diferentes usos en el campo de batalla. Han asomado también los rasgos básicos de varios conceptos que necesitan ser aclarados antes de continuar.

      Estrategia, táctica, logística y orgánica: he aquí cuatro palabras de origen castrense cuyas definiciones plantean problemas cuando no calurosos debates, especialmente desde que ámbitos civiles las han adoptado, devaluando sus contornos. Al ser vocablos que aparecerán recurrentemente en este estudio, apuntaremos el significado que aquí les daremos, teniendo en cuenta que los cuatro han evolucionado a lo largo de la historia militar. Comenzaremos por el término más escurridizo, estrategia, que el Diccionario de la Lengua Española define breve pero acaso certeramente: «Del griego stratēgía, ‘oficio del general’. Arte de dirigir las operaciones militares». Nótese que los académicos emplean la palabra arte y no ciencia quizá por considerar que es difícil encajar una actividad tan voluble en el campo científico. Las doctrinas actuales suelen dividir el concepto en tres acepciones: gran o alta estrategia, que es política y tiene por objeto conseguir los fines propuestos por un estado antes de la guerra empleando medios económicos, diplomáticos, disuasorios, socioculturales, psicológicos, etc. La estrategia a secas o estrategia militar, que sería puramente bélica, sometida a la anterior y tendente a conseguir los objetivos propuestos en la guerra con una misión rectora: el logro de una paz más ventajosa que la rota por las hostilidades. Por último, el denominado nivel operacional se configura como una bisagra entre la estrategia militar y la táctica; dirige campañas, establece grandes líneas de actuación durante el desarrollo del conflicto armado y busca la anulación física y moral, a ser posible ambas, del rival.

      La táctica, «poner en orden», sería la ciencia de disponer, mover y emplear una fuerza bélica para el combate y en el combate. Es una definición más precisa, pues toda batalla —antigua o moderna, terrestre o naval, a campo abierto o de sitio— precisa de una ejecución que tiene en cuenta al menos cuatro factores objetivables: conocimiento del enemigo y de los medios propios, estudio del terreno, definición de la misión y el factor moral o lo que los militares denominan «voluntad de vencer». Si en la estrategia vale la boutade de que «la guerra es asunto demasiado serio para dejarlo en manos de militares», la táctica solo puede ser efectuada por profesionales entrenados para diseñar y ejecutar acciones concretas de combate con una idea rectora de la maniobra en mente. El comandante Villamartín, autor de Nociones de arte militar, un clásico del XIX, nos ha legado una de las más bellas y precisas definiciones de ambos conceptos:

      La estrategia es el arte de escoger las direcciones que se deben seguir, los puntos que se deben ocupar y las masas que se deben emplear para obtener la victoria, auxiliándose con la geografía, la estadística, la política, la organización, etc. El plan general de una campaña pertenece a la estrategia, el de una batalla pertenece a la táctica; la primera es esencialmente especulativa, la segunda práctica; aquella medita y decide, esta obedece y ejecuta; la estrategia traza las líneas que se deben seguir y designa los puntos que se deben ocupar, la táctica ordena las tropas y los materiales de guerra para marchar por esas líneas o tomar esos puntos. La una es, en fin, alma e inteligencia, la otra cuerpo y forma visible y palpable. En el arte bélico, como en todos, el artista ha de tener sentimiento y ejecución: el sentimiento es aquí la estrategia, la táctica la ejecución.

      Y, de forma inteligente y muy a propósito de este libro, matiza después que «ninguna de las reglas del arte de la guerra debe considerarse como absoluta», pues el factor humano es siempre imprevisible: lo son los soldados llegada la hora suprema de la batalla y lo son sus líderes, quienes serán ornados de laureles en la victoria o fusilados al amanecer, caso de derrota. Veremos cómo un gran capitán, incluso en inferioridad de medios, marca las más de las veces la diferencia con su ingenio, osadía o lo que en medicina llamaríamos «ojo clínico».

      Por su parte, la logística, una rama que fue cobrando importancia a medida que los ejércitos crecían y las guerras devenían en totales, es menos subjetiva al basarse en cálculos que atienden al movimiento y sustento de las tropas en campaña. Es, por tanto, el conjunto de previsiones, planes y actividades realizado por los servicios auxiliares para proporcionar a las fuerzas los medios de combate y de vida necesarios para el cumplimiento de su misión en los lugares adecuados y en los momentos oportunos. Como el mecanismo de las máquinas, solo se le presta atención cuando falla, pero es indispensable. Se relaciona con la orgánica, o sistema militar que combina armas, soldados, mandos… en una estructura dada como por ejemplo la falange griega o la legión romana, los tercios de España o las divisiones de Napoleón. Toda orgánica es reflejo de una concepción concreta en un periodo histórico determinado así como de la sociedad que la nutre. Es el armazón sobre el que se construyen los ejércitos y de su grado de perfeccionamiento dependen la logística, la táctica, la estrategia. Otro clásico del XIX, Jomini, resumió bien las relaciones entre estos conceptos: «La estrategia señala dónde actuar; la logística traslada los medios a dicho lugar, y la táctica el modo de ejecutar la maniobra». Y fue él quien acuñó la definitoria sentencia que nos da pie a continuar: «La guerra, ese apasionado drama».

      3

      Ciudadanos y soldados

      Del hombre bueno en la guerra jamás gloria ni nombre perecen, sino que aun estando bajo tierra alcanza la inmortalidad aquel a quien mata el violento Ares cuando despliega su heroísmo, aguantando a pie firme en lucha por su patria y por sus hijos.

      Que todos intenten llegar con su valor a esta excelencia, no huyendo de la guerra.

      TIRTEO

      Afirmaba ese gran divulgador que fue Indro Montanelli que había titulado su Historia de los griegos así «porque, a diferencia de la de Roma, esta es una historia de hombres más que una historia de pueblo, de nación o de Estado». Es cierto: a pesar del alto concepto de la Hélade, los griegos fueron en muchos sentidos espíritus libérrimos, fieles solo a su comunidad y su familia —su polis, su patria—, mas también devotos de unas divinidades, costumbres, cultura y lengua compartidas. En cualquier caso, la complicada orografía de sus tierras favorecería estas ansias de libertad y, cuando no se dedicaban a guerrear entre ellos o a languidecer en fases de decadencia, siempre se consideraron yunque y luego martillo de los enemigos provenientes del oriente que osaran poner pie en su sacrosanto territorio.

      Efectivamente, y como en todo tiempo y lugar, la geografía se mostró aquí determinante de cualquier actividad humana. Al sur del Danubio se encuentra la península balcánica, rodeada de míticos mares: el Adriático y el Jónico al oeste, el Egeo al sur y el Negro al este. Su montuosa compartimentación dificulta las comunicaciones con el resto del continente, pues salvo algunas mesetas el terreno es un verdadero laberinto que incomunica los valles, sin que exista ninguno transversal de consideración que los enlace. Esto propició una peculiar forma de entender la economía, el desarrollo de formas sociales completamente originales, una gran fragmentación política, el espíritu de independencia de los balcánicos propiamente dichos y la proyección de los griegos hacia el mar, único camino realmente apto para las relaciones de estos con otros pueblos. De norte a sur conviene destacar cuatro grandes regiones: la agreste Macedonia, Epiro y Tesalia, el Ática y la península del Peloponeso, unidas estas dos últimas por el istmo de Corinto. Un sinfín de islas, algunas tan importantes como las Cícladas, Creta o el Dodecaneso, separan Grecia de Anatolia, frontera de enfrentamientos tan legendarios como el de Troya.

      En


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