Apariciones. Pablo Corro Penjean

Apariciones - Pablo Corro Penjean


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de la negrura.

      El movimiento que ensaya Apariciones en sus tres partes y un epílogo es el del traslado de los mecanismos audiovisuales, organismos, entes a la intemperie, condición para tratarlos en suspenso, desmembrados o fracturados de su espacio, remotos y presentes en el análisis de las partes invariables. Tomar la obra de Chaskel y ponerla junto a la de Perut+Osnovikoff, constituye el escándalo de un desgarro político que, sin embargo, permite descubrir la eficacia meta-temporal de cultivar el silencio y la duración frente a los cuerpos para invalidar la naturalidad de la información del mundo. Tal metodología, poética de la intemperie, como una reducción fenomenológica, o una heterodoxia analítica, dispone de los conceptos, de las categorías críticas circunstanciales como herramientas provisorias, las taxonomías sobre el cine y la memoria, sobre los límites entre el cine y las artes visuales, lo humano y lo poshumano, por señalar algunas, encontrarán acá problemas, casos de su interés, pero ninguna prueba de militancia, más bien lo contrario, pruebas de volubilidad política o de un inconcluso estado autodidacta. Esta inconstancia se explica por el carácter recopilatorio del libro, al margen del estatuto de publicados o inéditos de los textos, todos surgen de proyectos propuestos como originales y delimitados, de investigaciones tan peregrinas como la de ensayar el rendimiento ideológico y retórico de la luz en el cine, la fotografía y los ensayos chilenos del siglo XX, o de la promesa institucionalizada de articular una fenomenología de las imágenes de técnicas, de máquinas gráficas, visuales y cartográficas en el documental latinoamericano y chileno en su cronología rastreable. En cada proyecto, el tópico estético, el medio material, requirió una argumentación filosófica, una pesquisa estética-ideológica, específica, desplazada de las teorías del cine dominantes, de las escuelas de lo avanzado y, de acuerdo a la convicción de descubrir la morfología de las conciencias históricas en el tiempo, el tratamiento crítico de la literatura, ocasionalmente de las artes visuales, contribuyó tanto a la autarquía del proyecto como a su disponibilidad. En todo caso, esta hipótesis de diferencia en Apariciones no aguanta la prueba de la independencia de las ideas respecto del hábito del cine, de la ficción minúscula y de la grandilocuente, del documental comprometido, con una idea, un cliente o un festival, de reiterar o resistir los cuadros de la racionalidad sistemática.

      Casi siempre fundadas en la convicción común e interesada del contacto entre el registro y la realidad como mundo histórico, casi siempre contribuyendo a la mayor densidad numérica e ideológica del cine documental, las películas abiertas de este libro se refieren al asentamiento de la modernidad en Chile. Ese asentamiento es causa de proyecciones y fantasmagorías, una surge de una máquina y su programa; la otra, indiscernible, aterra y justifica el problema de ilegibilidad de origen. La modernidad en cuestión es la coordinación de la razón para el orden, el rendimiento, la credibilidad como imagen, materiales dramáticos: cuerpo, ciudad, claridad, máquina, industria, cuerpo blanco, dicha. Como regla e imagen chilena no hay originalidad posible sin choque. La imitación de la racionalidad política, económica, social, cultural y escénica de Occidente es el modo que permite la instalación local del cine como una visión ideal de sí mismo, y en lo sucesivo y siempre como definición laudatoria, cuestionable y repelente de un orden. Aunque en origen los dieciséis textos proceden del entusiasmo por una idea, unas películas, por las relaciones entre un documental, un grabado y una frase, de dos o tres investigaciones de largo aliento, están unificados por el examen de su índice de contrariedad respecto del programa hegemónico de la igualdad.

      La esclavitud argumental de algunos capítulos, la monomanía especulativa respecto de algunas obras que expresan otros, y el esfuerzo contextual notorio en algunos, se explica porque surgen de intenciones o de oportunidades de trabajo distintas, de investigaciones científicas, de artículos de revistas o de capítulos para libros extranjeros, de críticas.

      La primera parte, Luz e ideología, reúne seis capítulos; la segunda y tercera, Operaciones sobre el tiempo y Exposiciones de la técnica, respectivamente, cuatro capítulos. El epílogo, denominado Boceto de híbridos, constituye la convicción personal de dos modos de crítica: de plano general y primer plano.

      Naturalmente, el sentido sugestivo de los nombres de las partes confiesa que no hay un modo no aflictivo de titularlos con simetría, pero la indeterminación figura el movimiento superpuesto de ellos. A continuación, reflexionamos sobre las ideas que definen cada parte y sobre el motivo central de cada capítulo.

      Primera parte: Luz e ideología

      “Y detrás de ellos entra la noche en la casa de las hermanas Garmendia (…) la noche vuelve a salir, de inmediato, entra la noche, sale la noche, efectiva y veloz”. La imagen propuesta por Bolaño en la novela Estrella distante, y presente en el capítulo cuarto de este libro, representa una metáfora luminosa, territorial y corporal, de la caída de la dictadura de Pinochet sobre Chile, cuya indicación de ciclo y eficacia propone el sentido trascendente de su mal. Los seis capítulos de la primera parte conciben el cine como máquina de conversión retórica de la luz del mundo, o como transfiguración luminosa de las representaciones.

      “Sinfonías de ciudad en el cine chileno, imágenes de modernidad, efectos de luz”, interpreta tres documentales repartidos por el siglo XX y comienzos del siglo XXI bajo la hipótesis de su afinidad con el paradigma fílmico-vanguardista de las “sinfonías de ciudades”. El movimiento que registra el análisis considera, en la década del treinta, la inconsistente asimilación plástica de Santiago al mecanismo luminoso y acelerado de una metrópolis, el defecto creciente en el montaje moral y social de la capital a fines de los cincuenta y, en 2010, la figuración sin voces ni matices luminosos de los residuos de poblamientos tras el terremoto y maremoto de aquel año. Ni la distancia de este texto ni su filmografía explican su posición inicial; es su nítida combinación de tiempo, espacio e historia, como variables de interrogación del cine local la razón de su precedencia, el primer gesto de una serie.

      “Imágenes oscuras y modernidad en Chile, 1911-1938: Poéticas de luz y espacio”, explora el dinamismo metafórico de la luz sobre las representaciones sociales, recurriendo con profusión a ciertas literaturas chilenas del siglo veinte que validan las sombras como ambiente de los insumisos, revolucionarios de la distribución moral de la luz. El motivo no ficcional del trabajo, que atraviesa todo este libro, ofrece un diverso inventario audiovisual de la acción productiva y una morfología dinámica del drama de la identidad funcional, pero en este capítulo se expone con la aspiración arcaica de la neutralidad política, con la naturalidad del espectáculo, en un corpus de las tres primeras décadas del siglo XX.

      “Documentales del carbón”. No hay otro escrito que se deba más a la exploración de un territorio como continente incierto de películas y de testimonios. Nos donaron un corpus de películas institucionales de los yacimientos del carbón en la Octava Región; nos explicaron todo, el sentido de los discursos según la ruina de los minerales y de la emancipación de la clase obrera. Conocimos las primeras turbinas de luz de Sudamérica y nos arrastramos por el “Chiflón del Diablo”, verificando con angustia el racionamiento creciente de la luz hacia las entrañas subacuáticas del mineral. No es esto una apología del trabajo de campo de un teórico del cine, sino la urgencia de una escritura que mide la distancia abismal que mantenemos con un denso mundo de energía oscura. La fotogenia de las máquinas aparece aquí con detalle, y su dinamismo propone la relación entre la modernidad y el eje vertical en la forma del descenso. La representación del aire en los documentales de Lota y Schwager, como dimensión específica de vitalidad, por el grisú y el estallido, dispone la inteligencia estética a las sucesivas narraciones de lo abierto.

      “La dictadura y las ‘enfermedades de la luz’”. La desaparición política; la tortura; el silencio; el encierro; la proscripción de la noche; “el apagón cultural”; el esmog, aire de la nueva economía; y en compensación, la luz fría de la televisión; la intensidad cromática del reinado publicitario; y la fascinación “nacionalista” por juramentos y antorchas, son propuestos en este largo texto como sintomatología audiovisual morbosa de la dictadura de Pinochet. La enfermedad es siempre en este análisis una reacción luminosa defensiva, un derroche de luz para amedrentar, un truco para ser invisible en la claridad. Mucha literatura nos brinda sus alegorías y cristalizaciones verbales; el instinto de supervivencia se revela en ellos como una fuente de vida


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