Conducta violenta: impacto biopsicosocial. Luis Miguel Sánchez Loyo
enfermedad asociada frecuentemente a episodios de violencia es la esquizofrenia. Pacientes con esquizofrenia y con anticuerpos positivos hacia Toxoplasma gondii presentan psicopatología más severa que aquellos sin evidencia de infección previa (Elsheikha et al., 2016). La infección por el parásito ha sido relacionada también con el desarrollo de desórdenes psiquiátricos como el autismo, el trastorno obsesivo-compulsivo y la bipolaridad, entre otras. Este parásito es un patógeno neurotrópico obligado y coloniza células del cerebro causando daño neurológico estructural además de daños en la amígdala, el bulbo olfatorio, el cerebelo y en regiones corticales generadas por la fase latente de la infección cuando el parásito forma quistes que contienen bradizoitos (fase latente del parásito) (Elsheikha et al., 2016 y Elsheikha et al., 2016).
En roedores la infección con el parásito eleva la cantidad de dopamina liberada y la hormona esteroidea testosterona; causa en ellos impulsividad y pérdida del comportamiento instintivo al olor felino. Por lo tanto el roedor se vuelve una presa fácil para que el parásito complete su ciclo sexual en el hospedero definitivo que es el gato (Kaushik et al., 2014). Esta fue una de los primeras evidencias que apoyaron las hipótesis de que la infección por este parásito modifica el comportamiento y puede ser asociado a los síntomas en individuos infectados. En pacientes se ha demostrado que Toxoplasma gondii aumenta la producción de dopamina, la cual estimula la propagación de taquizoitos, además el aumento de citosinas IL-2, IL-6 e interferón gamma modulan el nivel de neurotransmisores como la serotonina y el ácido gamaaminobutírico (GABA) e incrementa los niveles de dos metabolitos neuroactivos: el ácido quinólico y el ácido quinurénico (Elsheikha et al., 2016). Estos metabolitos generan estrés oxidativo en el cerebro y atenúan la transmisión glutamatérgica, lo que conduce a defectos cognitivos.
Perspectivas en el tratamiento
El uso de microorganismos benéficos para el tratamiento complementario de alteraciones mentales diagnosticadas es empleado con éxito desde hace algunos años. A la mezcla de estos microorganismos se le conoce como psicobióticos (Leclercq et al., 2016, Forsythe et al., 2016 y Wong et al., 2016). Aunque el término hace referencia a microorganismos vivos, también se empiezan a utilizar componentes microbianos o microorganismos inactivados por calor por la modulación que estos ejercen sobre el sistema inmunológico y marcadores de estrés.
Actualmente hay ensayos clínicos que demuestran que el consumo de alimentos fermentados se asocia a menores niveles de ansiedad, menor riesgo de desarrollo de alergias y menor riesgo de enfermedades metabólicas (Tillisch et al., 2014). Esto se debe a que la ingesta regular de estos productos previene la disbiosis. Actualmente se trabaja en conseguir un patrón de alimentos que pueda ser favorable para la diversidad del microbioma de acuerdo a las especies predominantes en cada individuo.
Por otro lado, como medida profiláctica se propone el restablecimiento de la microbiota posterior a la terapia con antibióticos de algún evento traumático o estrés psicosocial. Para estos objetivos se utilizan tanto los probióticos como los prebióticos, los cuales son substancias que estimulan el crecimiento selectivo de bacterias benéficas en el intestino a partir de las que existen (Deans, 2016). Sin embargo, cuando una especie o géneros bacterianos han sido erradicados del microambiente o simplemente el individuo no está colonizado de estos, se recurre el trasplante fecal a partir de individuos sanos. A pesar de que a la fecha no existe evidencia del trasplante fecal en el tratamiento de desórdenes neurológicos, se utiliza con éxito en el tratamiento de enfermedades metabólicas, autoinmunes y enfermedades crónico-degenerativas, así como para reducir niveles de inflamación en infecciones crónicas (Evrensel y Ceylan, 2016).
Finalmente, los ambientes estériles y los rigurosos estándares de higiene, así como el uso indiscriminado de antibióticos en países desarrollados, se ha relacionado ampliamente con el aumento de enfermedades autoinmunes, enfermedades metabólicas, cáncer, desórdenes neurológicos y altos niveles de depresión en la población. El conocimiento de la importancia de la microbiota obliga a replantear los estándares higiénicos del ambiente en el que debe crecer un ser humano para garantizar la adecuada maduración de su sistema inmunológico, metabólico y neurológico.
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