TransformArte: El viaje del Pez. Christian Robles

TransformArte: El viaje del Pez - Christian Robles


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esclavitud era una práctica regular, nosotros somos libres? ¿Libres de qué?, ¿dónde radica la libertad? ¿Libres físicamente, mentalmente, emocionalmente? ¿La libertad es un concepto, una práctica, un estado mental?, ¿una decisión?

      De manera reduccionista, pero a la vez reflexiva, podríamos decir que libertad es la facultad de poder decidir bajo nuestra voluntad. Bajo esta lente, ¿qué tanto somos conscientes de nuestra facultad de decidir?, ¿sabemos qué decidimos y por qué lo decidimos?, ¿realmente sabemos qué queremos y qué hacemos o decidimos por influencia del contexto, de la inercia, de los otros, de las circunstancias? ¿Hasta qué punto somos conscientes de nuestras limitaciones de libertad y nuestros sesgos?

      La libertad permea e influye en diferentes áreas y profundidades inherentes al ser humano. Por decirlo de una manera simplista, podríamos hablar de las dimensiones física, mental, emocional y espiritual como grandes grupos que engloban muchas más dimensiones, de las cuales derivan los enfoques interior y exterior.

      Cuerpo, mente y espíritu, una triada de generación en el ser humano donde, de ser conscientes, pudiéramos apalancar nuestra programación de libertad, es decir, qué pensamos, qué decimos y qué hacemos, desde un constructo personal, social y espiritual universal.

      Parece que la libertad siempre será subjetiva y se encontrará supeditada a quien la experimenta, ya que en él o ella radica. La libertad se pudiera parecer mucho a la epojé de nuestra capacidad de elección. Entonces, ¿bajo qué atanor conducimos nuestra atención hacia esa libertad, nuestra libertad; esa, nuestra facultad de decisión sobre lo que podemos darnos cuenta y ver? ¿Nos conocemos?

      Pienso que la voluntad y nuestra fuerza interior deben de guiarnos a despertar y potenciar nuestra libertad interna, que no es de nadie más, sino solo nuestra y que es la que verdaderamente existe. Por lo demás, nos parecemos mucho a un conjunto de creencias y modelos mentales heredados. Cuanto más caminamos pareciera que más nos podemos dar cuenta de nuestras ataduras, y así mismo tanto más trabajo tenemos en develarlas y desencadenarnos mental, emocional y físicamente.

      No se trata de decidir sin pensar en los demás, ni de una forma simple y egoísta hacer lo que se quiera. Libertad es facultad de darnos cuenta, de guiarnos y no confinarnos en el status quo personal y social. Pareciera que libertad se trata de empezar de nuevo, de siempre estar empezando de nuevo en el eterno retorno al principio por voluntad propia, dirigiendo la atención a nuestras decisiones de manera deliberada, con voluntad.

      Vivir no solo lo que «nos llama» la atención, sino deliberadamente situar nuestra atención y nuestra intención con libertad de pensamiento y de decisión. Pasar de percibir aleatoriamente y en automático, a decidir percibir deliberadamente. Nuestra libertad, en manos de nuestra voluntad y de nuestra consciencia, materializa las ideas y nuestra existencia y experiencia misma. Es la manifestación de nuestra genialidad y de nuestra ignorancia, y sobre todo de nuestra responsabilidad.

      Ideas libres

      La libertad es más que un estadio de consciencia con diferentes profundidades, fases y dimensiones. Es también el camino que se elige y se recorre mediante la construcción deliberada de nuestras decisiones. La libertad es uno de los resultados de caminar en el sendero del autoconocimiento y de nuestra autodeterminación atencional.

      La libertad es inconsciente por sí misma y, como tal, es libre. Tenemos que dejarla ser libre en nosotros, no fijarla ni anclarla, ya que sería tirarnos un balazo en cada pie y nos convertiríamos en tiranos de nosotros mismos. La libertad debe de transitar libremente en nosotros y en nuestro proceso.

      La libertad significa también apertura y desapego, así como comprender que nuestros embudos de aprendizaje son limitados y no son absolutos. Todos tenemos diferentes definiciones, conceptos, sensaciones y percepciones, así como diferentes formas y capacidades de abstracción. Aunque a veces los significados pueden ser similares, la cadena significante siempre será totalmente individual. Todos generamos abstracciones diferentes a partir de los lenguajes simbólicos que percibimos y decodificamos.

      En este mismo tenor, podemos decir que la introspección, la reflexión y el diálogo (interno y externo) nos pueden ayudar, ya que no existen las certezas absolutas. Todo el tiempo tenemos que estar generando aproximaciones para nuestro conocimiento y entendimiento, y a través de la introspección, la reflexión y el diálogo interno y externo podremos llegar a síntesis y a lugares más altos a partir de cuestionarnos nuestras certezas previas.

      Es necesario abrir nuestra mente y tratar con nuestras disonancias cognitivas, y en vez de descartar totalmente para no mover las estructuras y modelos mentales con los que nos movemos en la vida, absorber como una esponja para tratar de conciliar (sin cortar, ajustar o desnaturalizar) con las estructuras que ya tenemos, suavizándolas por medio de la reflexión y de un debate interno y externo.

      Lo importante siempre será la duda, partiendo de nuestro propio conocimiento y dudando de él en un nivel balanceado, entendiendo que todo me habla a mí y que todo análisis es subjetivo, por lo cual nos predisponemos a que las cosas sean mucho más de lo que podemos ver, percibir y entender. Es por eso que las aseveraciones brutales, radicales e incuestionables que se imponen, aquellas que normalizan mitos ideológicos o que hacen de creencias verdades absolutas, son muy peligrosas y nocivas para nuestros procesos de desarrollo personal y social. Suavizar nuestros vehículos de percepción, de decodificación y de aprendizaje potencia nuestra capacidad de abstracción y nos hacen transitar con más fluidez y agilidad.

      Siempre podemos ser ese loco que sabe que no sabe nada y que desde esa inconsciencia o consciencia construye voluntad y recorre su libertad en cualquier momento y dirección. Todo es posible y nada es imposible. Cuestionemos todo, inclusive el cuestionar todo.

      El ser humano tiene la capacidad de dar sentido a las cosas y a la vida, y ejercer el uso de la inteligencia y la razón, dejando fluir el discernimiento en pro de la construcción de su propio camino con libertad. La pregunta es ¿para qué nos sirve nuestra propia libertad a cada uno de nosotros? La respuesta siempre será personal y podría ser usada como el comodín en nuestro juego de cartas. Úsalo, úsala.

      Las mejores libertades que nos podemos dar no son las más obvias y visibles, sino de las que nos escondemos.

      Christian Robles

      Autohonestidad: dime de qué te escondes y te diré quién eres

      Recuerdo a mi maestro chamán llamado Tenoch. Lo conocí en el sureste de México. Sinceramente al principio me pareció que entablaba conversación con un total desquiciado. Arrebatado en ocasiones, demasiado calmo en otras. A veces parecía que no escuchaba y otras cuantas veces parecía que era mudo. Era un enigma total para mí. Impredecible, infranqueable, impulsivo, emocional y demasiado intuitivo. Eso era capaz de percibir.

      A veces me sorprendía con una carcajada que de plano me asustaba y otras veces hablaba tan bajo que me tenía que esforzar para escuchar. Tenoch no perdía el tiempo, aprovechaba cualquier oportunidad para desestabilizar el status quo del momento. Sinceramente, en un principio me resultaba incómodo, pero a medida que pasaba el tiempo me resultó una sensación intrigante y adictiva.

      Recuerdo en una ocasión que me citó «temprano» (antes de las 6 a. m.) porque tenía algo muy importante que decirme. Se me hizo algo extraño y más que todo me preguntaba de qué se podía tratar. Me movía la curiosidad y un poco el morbo, y accedí sin problemas a que nos reuniéramos a la hora pactada.

      Ese día se me hizo un poco difícil levantarme, ya que un día anterior me había dormido tarde (más bien ese mismo día), pero movido por la curiosidad me dispuse a ir a nuestro punto acordado de reunión. Recuerdo que mi movilidad en aquella ciudad la realizaba totalmente a pie. Caminaba a todas partes, lo cual implicaba un esfuerzo extra; además, aunado a la desvelada que venía cargando, implicaba voluntad aplicada en un esfuerzo extra para algo que desconocía, pero suponía importante.

      Al llegar (aún estaba oscuro), no pronunció ninguna palabra, solo me tomó del hombro y dirigió mi mirada hacia el oriente. Me quedé viendo, no observando, y pensaba muchas cosas, algo así como: «¿Qué va a pasar? ¿Qué me va a decir?».

      Pasaron unos


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