TransformArte: El viaje del Pez. Christian Robles

TransformArte: El viaje del Pez - Christian Robles


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y experimentamos por lo que trabajamos, y trabajamos por lo que somos. Dime quién eres y te diré qué vives, pon atención en qué vives y sabrás quién eres.

      Muchas veces con ese ego grandilocuente que tenemos nos sentimos con la autoridad suficiente para justificarnos racionalmente, aunque sigamos sin avanzar y atorados en el mismo laberinto. Y es que no se trata solo de generarnos luchas racionales y justificarlas en nuestro proceso, porque como diría Jung: «A menudo, las manos resolverán un misterio con el que el intelecto ha luchado en vano», porque en la vida es más importante moverse, realizar un esfuerzo y un trabajo real en nosotros mismos, ejercitar nuestras virtudes en detrimento de nuestros fallos, porque como también bien diría Carl Gustav Jung: «Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca».

      Decisiones

      Pareciera que al decidir siempre buscamos la certeza de si es lo más correcto, lo que más nos conviene o si es simplemente lo que más queremos. Parece una lucha recurrente de autoevaluación entre lo que suponemos que sabemos y lo que suponemos que hacemos.

      Mal o bien. Realmente no es trascendente decidir una postura entre esas opciones; eso solo nos podría generar una neurosis. Pareciera que lo importante es buscar un equilibrio razonable antes de tomar una decisión. Un equilibrio entre lo que sabemos y pensamos, sentimos y decimos, y, con esto, elegir con diligencia. Es soltar nuestra arrogancia y caminar a la confianza del autodescubrimiento.

      Es curioso que nos preocupe más estar mal o bien que decidir y actuar cuando ahí está la clave del movimiento. Se parece a ese reflejo, en la escuela, donde copiar al compañero era el atajo cómodo para evadir el esfuerzo. Muchas veces buscamos en nuestra autoexposición, copiar respuestas validadas y aceptadas por nuestro entorno y generamos un conflicto dentro de nosotros por creer que estamos decidiendo bien o mal.

      Qué es correcto o incorrecto desde una postura totalitaria, nadie lo puede saber realmente, ya que solo serían aproximaciones a nuestra perspectiva de realidad y de verdad. Es un punto que se ha debatido duramente durante la existencia del hombre y de las sociedades. Quien cree que hace bien, cree tener la razón y la sostiene muchas veces desde una postura fascista y tiránica.

      Pensar que siempre estamos bien, o siempre mal, no es virtuoso y es neurótico. Eso nos puede hacer tiranos de los demás y de nosotros mismos. La pregunta podría ser más bien: ¿Me trae bienestar y a todos los que me rodean?

      Creo que es muy necesario que en nuestro proceso de desarrollo expandamos nuestros límites, seamos incluyentes con nuestro enfoque y que cuidemos que nuestra confianza no se torne arrogancia.

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       El conocimiento y el maestro

      Solo podrá llegar la verdad al hombre cuando sea capaz de entrar en lo profundo de sí mismo con valor, trabajarse, y entonces la luz nacerá en él como un faro ardiente que lo guiará en su vida.

      Christian Robles

      Conócete a ti mismo

      En la antigua Grecia, en Fócida, existía un gran sitio sagrado ubicado en el valle del Pleisto, cerca del valle de Delfos. Este gran recinto sagrado consagrado al dios Apolo (hijo de Zeus y Leto, una de las principales deidades de la mitología griega y uno de los dioses olímpicos más significativos, descrito como el dios de las artes e identificado como la luz de la verdad) era el oráculo de Delfos, el más conocido, símbolo de inspiración profética y artística. Un oráculo en general es la respuesta dada por un dios a una pregunta sobre el futuro, es decir, la mántica.

      Apolo es temido por otros dioses, ya que solamente su padre y su madre lo pueden contener. Es el dios del infortunio, pero también del remedio y la protección. Es el dios de la belleza, la perfección, del equilibrio y de la razón. Conectado íntimamente con la naturaleza, el dios Apolo hace a las personas conscientes y es agente de purificación. Se le reconoce también como jefe de las musas.

      El oráculo de Delfos contaba con un aforismo en el pronaos del templo que decía:

      Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que, si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses.

      Estas palabras inscritas en oro eran una exhortación y una advertencia, y es que la tarea, la voluntad, el esfuerzo y el trabajo que el autoconocimiento requiere es lo que nos abre las puertas al conocimiento de los demás y del universo.

      Si pretendes saber qué te depara en el futuro, es imprescindible que comiences por hacer un viaje al interior de ti mismo para empezar a cuestionarte, a conocerte. El primer camino para conocer es aprender a ver, y para ver es necesario que nos conozcamos a nosotros mismos y reconozcamos la luz en nuestro interior.

      El autoconocimiento no es un objetivo o una meta, es un camino. Es el sendero de la reflexión y de la autoconsciencia. Es un estado mental, un estado de atención constante. Solo a través del autoconocimiento la verdad podrá llegar a nosotros.

      Quien es capaz de conocerse a sí mismo, conocerá la correspondencia, la vibración, la polaridad, el ritmo, las causas y los efectos, el género, así como el orden y las leyes naturales que rigen nuestra experiencia y realidad.

      Enfoque

      Pareciera que nuestro enfoque determina en gran medida nuestra experiencia y desarrollo en lo que somos y vivimos; nuestra atención en lo que nos rodea y en nosotros mismos.

      Creo que es muy importante dilucidar que la calidad de nuestra vida esta mayormente determinada por cómo nos llevamos y autodirigimos, por cómo nos conducimos en la vida. Esta máquina biológica que gozamos es muy compleja y es nuestra tarea conocer en el camino cómo dirigirla, conociendo la ubicación de los botones, cuáles son los comandos y dónde se encuentran los timones.

      Nuestra máquina, nuestro cuerpo, es una nave sofisticada y sensible que tenemos que aprender a manejar no burdamente, ya que, si no lo hacemos, la paz, el equilibrio y el balance nos parecerán muy difíciles.

      Conocimiento de anaquel

      ¿De qué nos puede servir tener una herramienta si no la utilizamos?, ¿de qué nos sirve conocernos si nos ignoramos?, ¿de qué sirve tener un mapa si no lo utilizamos?

      En ocasiones nos pudiéramos topar con esto en nuestro proceso de desarrollo personal: acumulamos información, datos, conocimiento, pero cuando deberíamos de recurrir a ellos solo los tenemos de adorno, como una bella presea para enseñar. A veces, por no saber donde se encuentran; otras veces, por incongruencia, y otras veces, quizás, por no saber ponerlos en práctica. Tener información no es conocer, conocer no es saber.

      Si la información no se transforma en conocimiento práctico, es como un libro que nos estorba para poder abrir la puerta. Mejor no saber nada.

      Pareciera que en la praxis siempre está la clave y la llave. ¿De qué nos podría servir tener el conocimiento sobre cómo utilizar un destornillador si en la práctica no lo tenemos o no lo utilizamos? ¿O si, por otro lado, pretendemos seguir usando un martillo?

      Recuerdo que, en alguna entrevista a Eduardo Galeano, él comentaba:

      Yo no soy un líder de nada, gran sabio o intelectual. Además, entre nosotros te confieso, los intelectuales me rompen las bolas, yo no quiero ser un intelectual. Cuando me dicen «un distinguido intelectual», yo digo «No, yo no soy un intelectual». Los intelectuales son los que divorcian la cabeza del cuerpo. Yo no quiero ser una cabeza que rueda por los caminos. Yo soy una persona (…), pero no un intelectual, un abominable personaje. Ya lo decía Goya: «La razón genera monstruos». Cuidado con los que solamente razonan porque nos pueden llevar al fin de la existencia. Yo creo en esa fusión contradictoria, difícil pero necesaria, entre lo que se siente y lo que se piensa. Las cabezas que solo piensan son peligrosas.

      El intelecto es un gran aliado y es una de las facultades más


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