¡ Queremos lo nuestro!. Bernadette Atuahene

¡ Queremos lo nuestro! - Bernadette Atuahene


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anteriores ya relegaban a los africanos a reservas rurales o a locaciones urbanas en la periferia de las ciudades, así que la Ley de Áreas de Grupo afectó principalmente a los indios y a los mestizos que se habían establecido y mezclado en áreas urbanas. Aun así algunos grupos africanos negros fueron afectados por la Ley de Áreas de Grupo. Por ejemplo, de 1900 a 1965 una comunidad en Simonstown, llamada Luyolo, era la única locación permanente de africanos en la península del Cabo. Los casi 1.600 luyolos varones residentes trabajaban principalmente en el puerto cercano y en las canteras, mientras que las mujeres trabajaban como sirvientas domésticas dentro y alrededor de la ciudad54. El señor Rabodila, un antiguo residente de la comuna de Luyolo, lamentó el impacto que la ley de Áreas de Grupo tuvo en su comunidad:

      Nací en Luyolo, sí. La localidad de Luyolo en Simonstown, yo crecí ahí y era un lugar muy agradable –vibrante […] Entonces éramos una comunidad muy unida; muy cercana. No éramos una comunidad grande. Era una pequeña locación, sí. Pero, con el pasar de los años, cuando el gobierno del apartheid llegó, empezaron a remover por la fuerza a todas las personas africanas de los barrios y nos tiraron en el Gugulethu […] Y ahí ahora la gente y las familias se resquebrajaron y la gente ahora está intentando hacerse a la idea del nuevo ambiente porque era un desierto, sí. Pero de todas maneras no podíamos hacer nada porque era el sistema que se aplicaba. Y para decirle la honesta verdad, las cosas nunca fueron iguales jamás porque esa fue la ley más cruel del apartheid. La llamaron la Ley de Áreas de Grupo. Fue lo que más [pausa] le dio un gran golpe a la gente africana y por eso es que estamos en esta situación, sí55.

      En los años 1960, el Estado del apartheid «des-estableció» (es decir, erradicó) las comunas, particularmente en Transvaal y en el Orange Free State, diezmando más aún la escasa presencia urbana de la población africana56. Empezó en 1955 cuando la Comisión Tomlinson estableció bantustanes o patrias, que eran supuestamente Estados-nación autónomos destinados por el gobierno del apartheid para los diferentes grupos étnicos africanos. Las comunas fueron erradicadas y los africanos fueron forzados a mudarse al bantustán si sus comunas estaban a 75 kilómetros o menos de ellos. Por tanto, «en 1983 se calcula que a lo largo de la república 783.000 personas fueron obligadas a mudarse por medio de la política de erradicación de las comunas, y que otras 184.000 estaban bajo amenaza de desplazamiento»57.

      En otro golpe a los derechos sobre la tierra de los africanos residentes en áreas urbanas, en 1968 el gobierno del apartheid abolió el arrendamiento a treinta años –una cuasi-forma de propiedad58. Además, a los africanos que habían llegado a ser propietarios de viviendas, el Estado les negó la posibilidad de legar sus casas a sus herederos59. El régimen del apartheid también eliminó la provisión de casas económicas a los africanos y abolió la provisión de alojamientos familiares, lo que resultó en un déficit de 186.000 alojamientos en las comunas urbanas para 198060. En consecuencia, aun cuando el Estado del apartheid no eliminó formalmente las comunas, muchos africanos negros fueron forzados a abandonarlas y a mudarse a los bantustanes debido a las pocas opciones de vivienda a las que se vieron abocados.

      Como se ha demostrado con esta breve historia, desde 1651 hasta la caída del apartheid en 1994, el Estado colonial y el del apartheid usaron una serie de normas meticulosamente diseñadas, combinadas con fuerza bruta, para despojar a los negros. Como resultado, en 1994 los blancos eran dueños de aproximadamente el 87 % de la tierra, a pesar de constituir menos del 10 % de la población61. Había un acorde unificador a través de los siglos: el despojo era parte de una estrategia más amplia para subyugar a los negros, a quienes las autoridades consideraban sub-personas no merecedoras de completa e igual inclusión en la comunidad política.

      El señor Carol, un hombre mestizo de la comunidad de Die Eiland, lamentó: «Sufrí por el apartheid, por la segregación […] yo era un ciudadano de segunda clase, peor que eso. No creo que usted pueda saber realmente lo que es no ser tratado como una persona. No ser tratados como seres humanos»62. El historiador Leonard Thompson explicó cómo los blancos justificaban este trato subhumano:

      Virtualmente todos los blancos en la región, en común con sus contemporáneos en Europa y las Américas, se veían como pertenecientes a una raza superior, cristiana y civilizada y creían que, como tal, estaban justificados para confiscar tierra nativa, controlar el trabajo de los nativos y subordinar a las autoridades nativas63.

      El archivo histórico es claro, los despojos en Sudáfrica fueron parte de una estrategia mayor que deshumanizaba e infantilizaba a los negros, ellos fueron expropiados de su dignidad.

      Después de una lucha larga y duramente peleada, el apartheid terminó y nació una democracia multirracial comprometida con la justicia y los derechos humanos64. Como muchos otros Estados en transición, el nuevo Estado sudafricano tenía al menos dos opciones: podía enfrentar el despojo de tierras o podía ignorarlo. Bajo el liderazgo del presidente Nelson Mandela, el Estado decidió enfrentarlo. Un elemento importante de la estrategia post-apartheid era la sección 25.7 de la Constitución sudafricana que establece que:

      Una persona o comunidad que haya sido despojada de su propiedad después del 19 de junio de 1913 como resultado de las prácticas o leyes pasadas racialmente discriminatorias tiene derecho […] bien a la restitución de dicha propiedad o a una compensación equitativa65.

      La Comisión de Restitución de Derechos sobre la Tierra (en adelante, la Comisión) era la agencia administrativa encargada de convertir esta promesa constitucional en una realidad.

      Una tarea complicada se erguía ante la Comisión, porque un remedio integral para las injusticias pasadas sobre la propiedad en Sudáfrica requería más que compensación por los despojos físicos. Involucraba confrontar la deshumanización latente, la infantilización, la exclusión política y económica que permitió esta expropiación de la dignidad. Esto es, involucraba una restauración de la dignidad. La siguiente sección describe los métodos utilizados por mí para investigar las circunstancias bajo las cuales la Comisión facilitó la restauración de la dignidad y aquellas en que no lo hizo.

      Este libro introduce los términos «expropiación de la dignidad» y «restauración de la dignidad» y se vale de métodos empíricos para desarrollar estos conceptos. La fuente primaria de información fueron entrevistas en profundidad y semiestructuradas a las personas que participaron en el Programa de Restitución de Tierras sudafricano. El libro privilegia, a propósito, sus voces y perspectivas, para que el lector oiga directamente a aquellos a quienes normalmente no se les da una oportunidad para hablar.

      Realicé 141 entrevistas semiestructuradas de 151 reclamantes de tierras urbanas, con una duración de entre treinta y noventa minutos cada una. Estas entrevistas fueron grabadas, transcritas y realizadas con la promesa de confidencialidad (por ello los seudónimos enmascaran la identidad de los entrevistados). El 80 % de estas entrevistas las hice completamente en inglés, y usé un traductor cuando el entrevistado no se sentía cómodo hablando en este idioma. Todas las entrevistas tuvieron lugar frente a frente y no por teléfono. Llevé a cabo las entrevistas con una persona a la vez, pero en algunos casos usé grupos focales.

      Adicionalmente a las entrevistas semiestructuradas, me apoyé en otras tres fuentes de información. Primero, realicé veintiséis entrevistas semiestructuradas a funcionarios, a quienes me refiero como funcionarios de la Comisión, que trabajaban en la Comisión Central de Reclamación de Tierras, así como en las comisiones regionales de Gauteng y el Cabo Occidental. Cada entrevista tuvo una duración de entre treinta y noventa minutos; todas fueron grabadas y transcritas pero no son confidenciales. Segundo, estuve en una oficina de la Comisión Central de Reclamaciones en Pretoria y realicé observación participante durante siete meses. Estuve en Sudáfrica de febrero a agosto de 2008 para llevar a cabo todo el trabajo de campo66. Tercero, utilicé fuentes secundarias como documentos gubernamentales, libros, periódicos y artículos académicos.

      Tanto la literatura


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