Juventudes indígenas en México. Tania Cruz-Salazar
los mundos y visiones juveniles frente a las grandes lógicas y sistemas de poder reproducidas desde las culturas parentales (Scott, 1990).
Estas y otras discusiones se vuelven fértiles en la medida en que profundizamos en el conocimiento del sujeto joven con orígenes “indígenas” contemporáneo, y ampliamos así el horizonte de su lucha y reconocimiento social.
También es importante señalar que en los últimos años las miradas al sujeto joven indígena se han multiplicado y enriquecido con muchos temas e información nueva provenientes de líneas de análisis interdisciplinarias y campos de investigación como el educativo, la comunicación, la lingüística, la agroecología, los estudios de migración, de género, de salud y enfermedad, desde los cuales se están realizando discusiones teóricas y metodológicas importantes en torno a esta relación entre juventud y etnicidad (ver bibliografía).
En lo que atañe a la investigación antropológica y social sobre los jóvenes indígenas, otras líneas analíticas se encuentran en curso y están asociadas a las experiencias migratorias y las universitarias. De estas, la transformación, adaptación y recreación identitarias, la discriminación y el conflicto intercultural son temas subyacentes. Varios son los trabajos de estudiantes indígenas que desde sus propios pueblos y miradas han profundizado en las prácticas estudiantiles contemporáneas de tseltales oxchuqueros (Gómez, 2013), del conflicto y relevo generacional entre los bachajontecos tseltales (Bermúdez, 2012), así como de la práctica educativa y discriminatoria entre maestros mestizos y estudiantes tseltales (Hernández, 2012) y choles (Bastiani et al., 2012). Todos abonan al eje de las reconfiguraciones identitarias y del reconocimiento indígena, además de que decantan en los procesos de aprendizaje que valoran lo étnico y que, en los nuevos espacios tanto citadinos como universitarios, “transitan al orgullo indígena” con una plataforma firme, ya que aprender del “orgullo indio” les sirve para reivindicarlo (Ortelli y Sartorello, 2011).
Las bases de una fértil discusión sobre los cambios culturales entre jóvenes retornados indígenas han sido discutidas recientemente por Porraz (2015) y Jiménez (2018). Porraz destaca las contradicciones en la subjetividad del joven migrante y las expectativas de su comunidad una vez retornado: los estigmas, las nociones de éxito y fracaso, así como los quiebres que en materia económica y social su regreso representa. Jiménez (2018) discurre sobre la reinserción de estos jóvenes frente al sistema normativo, sobre los asuntos que detonan el conflicto y cambio generacional, así como sobre lo que significa para los retornados el haber incrementado su repertorio cultural fuera de lo que se espera en el espacio rural.
En la misma línea analítica están los trabajos de Carpena (2014; 2016) sobre los jóvenes nahuas que experimentan la migración transnacional. El debate de la autora trae a colación la agencia política y la movilidad en las trayectorias de vida que hacen navegar a los jóvenes entre diferentes formas de conocimiento. Después del despojo y de la dominación cultural y simbólica que implica la formación escolar, la experiencia migratoria con el sesgo de la indocumentación los convoca a su propio reconocimiento en términos culturales, insertándolos en un proceso de conciencia étnica y de lucha por mantener los campos agrícolas y sus productos. Una especie de reapropiación cultural y material que los reposiciona en las luchas étnico-políticas y de resignificación identitaria.
Las investigaciones sobre los y las jóvenes de origen indígena en las ciudades han penetrado otras zonas de la experiencia juvenil como la desigualdad y sus manifestaciones en el espacio urbano, su segmentación clasista y racista, el trabajo (y las prácticas discriminatorias), los estudios superiores y la invisibilidad a la que son sometidos en las universidades convencionales e interculturales (Ortelli y Sartorello 2011; Sartorello y Cruz-Salazar, 2013). Los y las jóvenes están vinculados a la reorganización étnica en las ciudades, y a partir de la defensa de sus derechos como pueblos indígenas es que se apropian de otros espacios y reivindican su identidad. Derechos y defensa legal y política frente a prácticas discriminatorias y racistas son temas de investigación y acción en curso. Estos derechos se intersectan con las políticas de acción afirmativa, inclusión educativa e interculturalidad desde el sistema educativo, así como con el cumplimiento de los derechos de los jóvenes en lo que atañe a la permanencia de los estudiantes en la educación superior, y han demandado formas organizativas juveniles que los sustenten, lo que está dando lugar a otros procesos organizativos (García Álvarez, 2018).
Los estudios de género, juventud y etnicidad en contextos citadinos están dando ya sus frutos en términos de la organización y las luchas que jóvenes y adultas de comunidades indígenas (interétnicas) están dando en la defensa y realización de sus derechos como mujeres con orígenes étnicos, así como en la propuesta y defensa de los derechos laborales en el servicio doméstico (López Guerrero, 2017). Esto marca una fuerte línea de investigación y acción con los jóvenes indígenas (Igreja, 2019).
El eje sobre sexualidades, homosexualidades, lesbianismos, intersexualidades y otros géneros entre los jóvenes indígenas ha sido trabajado en menor medida, En cambio, el papel del cortejo y el noviazgo, un tópico clásico en los estudios de mujeres indígenas jóvenes (Barrios y Pons, 1995; Collier, 1980), es recuperado por estudios actuales con enfoque de juventud (Cruz-Salazar, 2008, 2014). Por ejemplo, el tema de las modalidades de noviazgo a la distancia abre una veta de análisis fértil que renueva la investigación sobre las relaciones de pareja. El “pago de la novia” y la tradicional “pedida de la novia” coexisten en algunas comunidades con las nuevas formas de noviazgo y robos “acordados”, situaciones que hablan de los cambios negociados desde las migraciones juveniles y las acciones juveniles por elegir pareja.
Consideramos que el protagonismo de estas juventudes es decisivo en el presente y en el devenir de los grupos indígenas del mundo, porque son quienes están dialogando con los mestizos, con los kaxlanes, con los Otros, es decir, con quienes desde los años de la Colonia han sido enemigos y sin quienes no se podría construir un México diverso. Los jóvenes indígenas de las generaciones actuales tienen una visión desanclada de los protagonismos étnicos, poco les interesa preservar la idea de “autenticidad” basada en representaciones arcaicas y museográficas del indio puro; sus visiones están puestas en otros modelos de ser joven estudiante, migrante, moderno y transcultural (Negrín, 2015; Urteaga, 2017).
Problematizar la intersección de lo juvenil y lo étnico contemporáneos implica reflexionar conceptual y metodológicamente sobre los momentos históricos, sociales y académicos en los cuales se generan las categorías, su flexibilidad, los cambios de perspectivas. Cuando proponemos una epistemología de lo juvenil étnico nos referimos no solo a considerar la poderosa mediatización de las culturas de origen (“el costumbre”, la tradición), sino a desagregar esta en los aspectos que a los jóvenes atañen, como sus culturas parentales y las normatividades reguladoras de la edad y el sexo, y confrontarlas con los escenarios y discursos normativos que, en su salida a las escuelas, a las ciudades y a El Gabacho desde su experiencia juvenil, priorizan la visión y motivación de los jóvenes en desplazamiento. Esto nos permite terminar la discusión sobre la “aculturación” de las generaciones más jóvenes y ubicarnos en un tercer espacio de constitución del sujeto liderado por el mismo sujeto.
El sujeto juvenil étnico que está construyéndose entre las fronteras tradicionales y modernas transnacionales es interpelado, en el sentido de Stuart Hall (2003), desde contextos y discursos de unos y otros lados. Algunos pesan más que otros en el accionar individual y colectivo de los jóvenes, pero en la incertidumbre con la que viven las nuevas experiencias, las decisiones fundamentales se toman en situación, en acto, más que apelando a la fuerza de los sistemas normativos tradicionales, porque estos también tienen aspectos que los jóvenes interpelan y modifican en sus prácticas sociales y culturales (fuga, negociación, reconfiguración). Hemos dado ejemplos de cómo los jóvenes con orígenes indígenas no desobedecen a los mayores per se, sino a esa mentalidad arcaica que en nombre de la tradición homologa “indigeneidad” a pobreza de recursos, de vida y horizontes, a dominaciones internas que obstaculizan el desenvolvimiento de las y los jóvenes como seres humanos con derechos a participar en la reconfiguración étnica contemporánea. Esto habla de procesos de subjetivación que manifiestan la fuerte individuación en la constitución de la experiencia juvenil