Manual de ética aplicada. Luca Valera

Manual de ética aplicada - Luca Valera


Скачать книгу
en todo ámbito de su vida, inclusive en su trabajo. Este ámbito –que muchas veces cubre gran parte del día y de la vida entera de muchas personas– no puede ser ajeno, entonces, a una reflexión sobre el bien y el mal, sobre lo que nos acerca a nuestra autorrealización y lo que nos aleja. Allí la ética tiene una palabra importante que decir. La ética puede guiar nuestras elecciones con sus reflexiones, palabras e indicaciones, también en el ámbito profesional. Preguntas como: ¿es justo construir un puente en este territorio?, o ¿es correcto pagar este sueldo a este empleado?, o ¿se puede modificar genéticamente esta semilla?, solo encuentran su respuesta en el dominio de la ética. La técnica –los elementos que tenemos que conocer en cuanto profesionales de una cierta área, y que nos ayudan a desarrollar correctamente nuestro trabajo– no puede ofrecer respuestas a las preguntas que acabo de mencionar. Por eso, si queremos abordar esas preguntas, tenemos necesariamente que involucrarnos con el vocabulario y el razonamiento propios de la ética.

      La dificultad –así como una de las críticas más feroces que se han hecho a las reflexiones éticas– es que ese razonamiento parezca arbitrario. Frente a preguntas como “¿Está bien deforestar este bosque para construir departamentos?”, parece que la mejor respuesta –y la más políticamente correcta– es siempre “depende”. Depende de tus intereses, de tus valores, de la cultura, de tu sensibilidad, de las leyes… pero, al final, no habría una respuesta correcta. La ética no parece entregar respuestas claras o definitivas. Al final, en esta materia, cada uno hace como quiere y según como la siente.

      Me permito afirmar que una respuesta de este tipo demuestra una gran necesidad de contar con un aprendizaje ético. La ética, de hecho, tiene un método propio que hay que estudiar y aprender, y que no es arbitrario, pero usa una lógica distinta de la que se aplica con el “método científico”. Que sea distinta, sin embargo, no significa que se deba descartar. Simplemente, hay que aprender a razonar –porque de eso se trata en ética– de una cierta forma, y apuntando siempre a conclusiones que sean razonables y universales, es decir, entendibles y aplicables para todos. En este texto se aprende este método, que nace de una adecuada consideración de la acción humana. Por esta razón, una vez presentados los principales modelos de evaluación ética –los que han tenido más “éxito” en la historia del pensamiento ético– en la parte I, los autores nos presentan los distintos elementos que constituyen una acción y que deben ser considerados a la hora de la evaluación moral (parte III), precedida de una reflexión sobre la relación entre ética y profesiones (parte II). Por último, y justamente para evitar la crítica del bello discurso vacío, ajeno a la realidad y alejado de las futuras profesiones que los estudiantes emprenderán, se presenta una propuesta de metodología de evaluación de los casos para acompañar al futuro profesional en el discernimiento ético (parte IV).

      De este modo se comprende por qué este es un libro de ética “aplicada”. Las reflexiones que se presentan en el texto tratan de entrar en diálogo constante con la realidad de la praxis profesional: esto se nota tanto a partir de la estructura del texto como en los ejemplos concretos que continuamente acompañan al lector en la profundización de los elementos fundamentales de la ética. Es ética aplicada, porque responde a problemas concretos, tratando de orientar al profesional hacia el bien. Es aplicada, porque es interdisciplinaria, es decir, instaura un diálogo con otras disciplinas que pueden parecer muy distantes la una con la otra. Es aplicada, porque trata de recoger la complejidad de la vida y de la praxis humana y de ofrecer respuestas concretas igualmente complejas, tomando en cuenta todos los factores y los niveles implicados en ellas.

      Volvemos, así, al punto inicial de este prólogo. Es necesaria una reflexión ética como la que ofrece este libro, ya que el ser humano necesita saber si está haciendo el bien aquí y ahora, hic et nunc. Este libro entrega algunos lineamientos educativos que permitirán al lector introducirse en el mundo de la ética aplicada con rigurosidad y conocimiento; y le permitirán, al mismo tiempo, darse cuenta de que, solo cuando el conocimiento técnico de vanguardia va acompañado por un saber ético riguroso, es el conocimiento más apropiado para nuestra humanidad. Es decir, el que nos hace más humanos.

      Ignacio Sánchez D.

      Rector

      Pontificia Universidad Católica de Chile

      PARTE I

      ¿CÓMO SURGE EL PROBLEMA ÉTICO?

      Capítulo 1

      BUENO PARA TI, MALO PARA MÍ…

      Y ENTONCES, ¿QUÉ HACEMOS?

      Luca Valera

      ¿Qué debo hacer con el tiempo que dure mi vida?

      (Habermas, 2002, p. 11)

      Resumen

      La ética es la disciplina que se ocupa de evaluar nuestras acciones, es decir, determinar si son buenas o malas. Dicha evaluación no puede ser simplemente dictada por nuestras emociones inmediatas. Las preguntas éticas surgen a partir de “experiencias de valores” que hacemos cotidianamente, como el escándalo o la gratificación. Para que dichas experiencias se trasformen en juicio ético, sin embargo, necesitamos de rigurosidad y sistematización de nuestros juicios.

      En nuestra vida abundan las acciones, los comportamientos, las relaciones con los demás. Algunas acciones las consideramos más interesantes y significativas; otras, menos.

      Caminamos por la calle, comemos, dormimos, reímos, estudiamos, trabajamos, etc. Todas estas –y muchas más– son acciones que hacemos más o menos conscientemente, es decir, más o menos pensando en aquello que estamos haciendo y en cómo lo estamos haciendo.

      De eso, precisamente, se ocupa la ética: de nuestras acciones, en relación con su contenido (el qué de las acciones) y su modalidad (el cómo de las acciones). Surge, entonces, la pregunta: desde una perspectiva ética, ¿qué podemos decir de una acción determinada en un contexto particular? Que es buena o es mala, que es justa o injusta, que es valiosa o menos. De esto se ocupa, efectivamente, la ética. Todas las veces que aparezcan acciones, ahí entra en juego la ética: siempre se puede decir si un sujeto está actuando bien o mal1. Y esto es algo que todos podemos hacer (o, mejor dicho, que todos hacemos): juzgar las acciones, nuestras y de los otros. ·

      1. ¿Para qué “sirve” la ética? La (in)suficiencia de una moralidad común

      Por esta razón, estamos acostumbrados a pensar que la ética no sirva para nada. ¿Para qué puede servir una disciplina que se ocupa de algo que todos hacemos cotidianamente en nuestras vidas? Además, ¿qué más puede decir la ética sobre un ámbito que intuitivamente todos comprendemos y sobre el que de antemano sabemos juzgar? Todos, de hecho, entendemos que algunas cosas son intuitivamente malas y otras buenas, que algunas cosas es justo hacerlas y otras, no. Por eso, algunos filósofos y expertos de ética han planteado la necesidad de volver a una “moralidad común” (o “moral compartida”), a la que todos podemos adherir sin mayores problemas o dudas. Es famosa, entre muchas, la propuesta de Tom Beauchamp, fundador del principialismo en bioética con James Childress (Beauchamp y Childress, 1979)2: en ella se afirma que la moralidad común es “aplicable a todas las personas en todo lugar, y cada conducta humana se juzga correctamente a través de sus normas” (Beauchamp 2003, p. 260). Dicha moralidad común se basa sobre los siguientes “estándares de acción” comúnmente aceptados: “‘No matar’, ‘no causar dolor o sufrimiento a otros’, ‘prevenir que ocurra el mal o un daño’, ‘rescatar las personas en peligro’, ‘decir la verdad’, ‘nutrir a los jóvenes y dependientes’, ‘mantener las promesas’, ‘no robar’, ‘no castigar a los inocentes’ y ‘tratar a todas las personas con la misma consideración moral’” (Beauchamp, 2003, p. 260). Dichas normas, que parecen prima facie (es decir, a primera vista) evidentes y válidas en todos los tiempos y circunstancias, muchas veces pierden su sentido más profundo y se presentan como “inútiles”, ya que:

      • Son inaplicables a una situación concreta porque son demasiado generales o abstractas;

      • Son contradictorias entre ellas y, además, no existe manera de priorizar una


Скачать книгу