Hispanotropía y el efecto Von Bismarck. José María Moya

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limpiando sus sables y sus lanzas de la última guerra de Reconquista. Hay que recordar que, en esos tiempos, los poderosos se hacían en el campo de batalla o vistiendo los hábitos. La espada y la cruz, al decir del presidente López Obrador, eran las herramientas de conquista, pero también de ascenso social.

      Vemos que en 1492 todavía no existía España como una realidad política. Existen en ese momento varios reinos bajo las dos coronas de un matrimonio fecundo. Existe una reina con una intensa vocación por su religión y una clara conciencia del poder y un rey con una intensa vocación por el poder y una clara conciencia de la utilidad de la religión. Esa combinación genera la conquista ibérica y la conquista americana.

La reina Isabel estabapreocupada por doscosas: que a sus «nuevossúbditos» se los trate bieny que se los convierta alcatolicismo.

      En cuanto a la conquista ibérica, las facetas son tanto militares como religiosas y políticas. Así como se somete a moros y judíos al proyecto de la España unificada política y religiosamente, se somete a los señores feudales a un poder monárquico sin precedentes. También se fomenta el conocimiento y se aprovecha el acervo de los judeoconversos y de los moriscos en la construcción del Estado español.

      Cuando las naves fletadas por Luis de Santángel, el tesorero judeoconverso de la reina Isabel, llegan al nuevo continente y regresan a la península ibérica con las noticias de las nuevas tierras y sus gentes, la reina mantiene su política de absorción, y el rey consorte mantiene su política de acumulación. En los documentos de la época, vemos a una reina Isabel preocupada por dos cosas: que a sus «nuevos súbditos» se los trate bien y que se los convierta al catolicismo; por su parte, cuando a Fernando le toca regentar, lo vemos preocupado por sus rentas y desconfiando de todos.

      UN IMPERIO CONSCIENTE

      Los reyes son cada vez más poderosos, pero también someten los conflictos y nuevas realidades a debates doctorales. En esos años, la Universidad de Salamanca es, y sigue siendo, fuente de doctrina jurídica. A diferencia de otros imperios, los españoles se preguntan si lo que están haciendo es justo y correcto. De estos debates del temprano siglo XVI, surgen los cimientos del derecho internacional, en ese tiempo llamado derecho de gentes por su principal teórico, el padre Francisco de Vitoria. También bajo la guía del padre Vitoria surgen, con la Escuela de Salamanca, los cimientos de la economía moderna.

      De la experiencia del padre De Las Casas como encomendero él mismo y luego principal crítico de la institución de la encomienda, nace la doctrina de los derechos humanos.

      En ese mismo contexto, el derecho mercantil se desarrolla enormemente producto de los contratos y de los litigios surgidos de su aplicación, incluso en litigios en contra de los reyes por incumplimiento de contratos con los conquistadores. Recordemos que el modelo económico de la época era el mercantilismo y no el capitalismo.

      El encuentro entre los españoles y los pobladores del continente ignoto produjo un imperio, pero no un imperio europeo, sino un imperio tricontinental. El Imperio español bajo Felipe II se extendía desde Italia hasta las Filipinas, pasando por las Américas, desde Alaska a la Patagonia; organizarlo y administrarlo fue una tarea portentosa que requirió el concurso de todos los habitantes de esas tierras y no solo de una élite remota y ausente, como en el caso de sus imperios competidores.

Hablar de «colonias»para referirse a losterritorios de ultramarno corresponde con larealidad sociopolíticadel Imperio español,en donde se hablabade «las Españas» parareferirse a los territoriosamericanos y asiáticos,además de los europeos.

      El Imperio español —como derivado de la Reconquista ibérica— fue desde su inicio un proyecto de mestizaje racial y cultural integrado bajo una lengua, una religión y una Corona comunes. De hecho, hablar de «colonias» para referirse a los territorios de ultramar no corresponde con la realidad sociopolítica del Imperio español, en donde se hablaba de «las Españas» para referirse a los territorios americanos y asiáticos, además de los europeos, bajo la misma Corona. Los habitantes de uno y otro lado del Atlántico y del Pacífico eran tan súbditos como los de la península; los nobles que vivían en uno u otro territorio no eran diferentes los unos de los otros. Los hospitales, universidades, caminos y demás infraestructuras que se construyeron en América o en Asia no se hicieron solo a beneficio de los peninsulares; desde el principio se acogió —tras someterlos por las buenas o por las malas— a los gobernantes de las tierras conquistadas y a sus hijos, en las universidades y conventos, también en los ejércitos y en la administración. Muchas de estas prácticas nos pueden parecer chocantes y hasta repulsivas en nuestros tiempos, ya que estamos hablando de que ese trato igualitario fue más para las élites que para el pueblo llano, pero es que era igual en la Península.

      En este contexto es útil recoger el testimonio del geógrafo, historiador y hombre de ciencia Alexander von Humboldt, quien, como alemán, era neutral ante las distintas leyendas que se han querido imponer. Si bien en sus escritos Von Humboldt no deja de criticar al Imperio español, no podemos dejar de registrar que, tras haber viajado por muchos países y continentes, sostenía que no había pueblos más felices que los gobernados por el Imperio español, que los indígenas estaban protegidos por leyes españolas que eran «sabias y humanas», que casi no había esclavos —cuando en los Estados Unidos eran esclavos un sexto de sus seis millones de habitantes— y que los campesinos de los territorios del Imperio español eran menos pobres que los alemanes y los rusos; sostenía también que los mineros mexicanos eran los mejor pagados del mundo, ya que percibían salarios entre seis y siete veces mayores que los de un minero alemán, por ejemplo. Por último, Von Humboldt afirmaba que las instituciones científicas de la Ciudad de México eran muy superiores a las de cualquier ciudad estadounidense y que, en esta y en varias ciudades más de la América Hispana, estaban a la altura de las europeas.

Von Humboldt sosteníaque no había pueblos másfelices que los gobernadospor el Imperio español,que los indígenas estabanprotegidos por leyesespañolas que eran«sabias y humanas».

      Como hemos sostenido antes, el Imperio español fue un imperio de mestizaje cultural, político, científico y racial. Podemos encontrar una cantidad significativa de retratos familiares de la época, con parejas interraciales y su descendencia mestiza exhibidos con gran orgullo. En contraste, apenas en este siglo se empieza a reconocer públicamente en los Estados Unidos a los descendientes mulatos de próceres como Jefferson y otros titanes de la libertad que, sin embargo, tuvieron esclavos y esclavas y procrearon con ellas, pero en relaciones clandestinas.

      Al igual que como con Noé, debemos comprender a las personas y sus circunstancias en su generación; pero no podemos dejar de reconocer que el modelo que aplicaron otras potencias fue el del genocidio y la destrucción, en lugar del mestizaje y la asimilación que caracterizó al Imperio español.

      DESBANCANDO LAS LEYENDAS

      Así como no podemos aceptar la leyenda negra creada y promovida principalmente por los anglosajones y neerlandeses, tampoco podemos caer en la leyenda dorada y sostener que el Imperio español se construyó a fuerza de puro amor y bondad. Como en toda ocupación, hubo violencia en la conquista, hubo despojos y también destrucción. La diferencia es que esos eventos —que, como hemos sostenido, se dieron en el contexto de la época— en general iban en contra de las normas y órdenes generadas desde la metrópoli; normas que fueron generando un corpus llamado derecho de Indias en donde se recogían de forma sistemática este cuerpo jurídico. De hecho, muchos de los conquistadores que abusaron de su fuerza y poder regresaron a España encadenados o fueron ejecutados en el sitio por sus superiores; también lo fueron quienes por codicia quitaron a otros —y sobre todo al rey— su parte del botín, porque también hay que ser honestos en que eran botines y no otra cosa.

      Así mismo debemos cuestionar la leyenda del buen nativo, que pretende hacer creer que el continente americano estaba poblado por personas absolutamente pacíficas y alejadas de cualquier actitud o sentimiento de baja ley. De hecho, una buena parte de la conquista se dio por unos puñados de españoles que formaban alianzas con pueblos indígenas en contra de otros pueblos nativos que los tenían sometidos y expoliados. El caso más relevante es el de Hernán Cortés, quien llega a la posteriormente llamada Nueva España con unos mil quinientos hombres bien apertrechados, pero que, al llegar


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