Yago. Harold Bloom

Yago - Harold  Bloom


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Hay que reflexionar sobre lo que ha omitido. Otelo, el Moro de Venecia no es el Otelo de Verdi. Yo mismo sospecho que Desdémona morirá virgen, aunque esto sigue siendo una opinión minoritaria.

      Brabancio, que pronto morirá de pena, se permite un amargo pareado:

      Con ella, Moro, siempre vigilante:

      Si a su padre engañó, puede engañarte.

      La respuesta de Otelo es extrañamente profética:

      ¡Mi vida por su fidelidad! – Honrado Yago,

      he de confiarte a mi Desdémona.

      Te ruego que tu esposa la acompañe;

      luego llévalas en la mejor ocasión.

      Vamos, Desdémona, sólo nos queda una hora

      para amores, asuntos e instrucciones.

      El tiempo manda.

      Las instrucciones militares y los asuntos relacionados apenas permiten más de unos minutos de amor en esa apresurada hora. «El tiempo manda» significa afrontar la actual crisis, no abrazar a Desdémona.

      El honrado Yago y Rodrigo permanecen en escena tras la marcha de Desdémona y Otelo. «Honrado» [«honest»] ha inspirado mucho comentario, especialmente el de ironía fácil, y recorre la obra a modo de estribillo. Manifiestamente, significa franco, llano, abierto, más que veraz.3 Yago es incisivo cuando responde a la desesperación de Rodrigo:

      ¡Ah, desdichado! Hace cuatro veces siete años que veo este mundo, y desde que supe distinguir entre daño y beneficio, aún no he conocido a quien sepa amarse a sí mismo. Antes de pensar en ahogarme por el amor de una zorra, preferiría convertirme en mico.

      Rechazando la bobería de Rodrigo, Yago nos informa de que él todavía no ha conocido a nadie que sepa amarse a sí mismo. Aquí «amor» bien puede ser odio a los demás. La humanidad de Yago apenas llega a la de un mico.

       Rodrigo

      ¿Y qué puedo hacer? Me avergüenza enamorarme

      como un tonto, mas no tengo la virtud de remediarlo.

       Yago

      ¿Virtud? ¡Una higa! Ser de tal o cual manera depende de nosotros. Nuestro cuerpo es un jardín y nuestra voluntad, la jardinera. Ya sea plantando ortigas o sembrando lechugas, plantando hisopo y arrancando tomillo, llenándolo de una especie de hierba o de muchas distintas, dejándolo yermo por desidia o cultivándolo con celo, el poder y autoridad para cambiarlo está en la voluntad. Si en la balanza de la vida la razón no equilibrase nuestra sensualidad, el ardor y la bajeza de nuestros instintos nos llevarían a extremos aberrantes. Mas la razón enfría impulsos violentos, apetitos carnales, pasiones sin freno. Por eso, lo que tú llamas amor, a mí no me parece más que un brote o un vástago.

      Dar la higa a la virtud es insultarla. La voluntad como jardinera es lo prevalente. La balanza de la vida exige que la razón se contrapese con la sensualidad, con nuestros ardores naturales. El amor es simplemente un brote del deseo desenfrenado.

       Rodrigo

      No es posible.

       Yago

      Simplemente ardor de la sangre y concesión de la voluntad. Vamos, sé hombre. ¿Ahogarte? Ahoga gatos y cachorros ciegos. Te he asegurado mi amistad y me declaro ligado a tus méritos con cuerdas de perenne firmeza. Nunca como ahora podría serte útil. Tú mete dinero en tu bolsa, vente a la guerra, cámbiate esa cara con una barba postiza. Repito: mete dinero en tu bolsa. Verás como Desdémona no sigue queriendo al Moro mucho tiempo –mete dinero en tu bolsa–, ni él a ella. Tuvo un principio violento y tendrá pareja conclusión –mete dinero en tu bolsa–. Estos Moros son muy veleidosos –mete dinero en tu bolsa–. La comida que ahora le sabe más jugosa que la fruta pronto le sabrá más amarga que el acíbar. Ella querrá otro más joven: cuando se haya saciado con su cuerpo, se dará cuenta de su error. Querrá cambiar, seguro. Conque mete dinero en tu bolsa. Y si a la fuerza quieres condenarte, no te ahogues: busca una manera más suave. Junta todo el dinero que puedas. Si mi ingenio y toda la caterva del diablo no pueden más que la santidad de un frágil juramento entre un bárbaro errabundo y una veneciana archiexquisita, tú la gozarás; conque junta dinero. Y nada de ahogarte; está fuera de lugar. Antes ahorcado por lograr tu gusto que ahogado sin gozarla.

      El amargo estribillo «mete dinero en tu bolsa» culminará finalmente a voluntad de Yago con la muerte del desdichado Rodrigo. El enamoramiento de Desdémona, según lo ve Yago, empezó violentamente y terminará igual de rápido. El gusto de Otelo por la fruta jugosa será premiado con una manzana amarga. Desdémona, veneciana archiexquisita, se hartará de su bárbaro errabundo y la habilidad de Yago rematará el distanciamiento.

       Rodrigo

      ¿Apoyarás mis deseos si confío en el resultado?

       Yago

      Cuenta conmigo. Tú junta dinero. Te lo he dicho y te lo diré una y mil veces: odio al Moro. Lo llevo muy dentro, y a ti razones no te faltan. Unámonos en la venganza. Si le pones los cuernos, tú te das el gusto y a mí me das la fiesta. El vientre del tiempo guarda muchos sucesos que pronto verán la luz. ¡En marcha! Anda, búscate dinero. Mañana seguimos hablando. Adiós.

      El odio de Yago lo lleva en el alma. Si Rodrigo le pone los cuernos a Otelo, será una diversión y un pasatiempo para Yago y su pagano.

       Rodrigo

      ¿Dónde nos vemos mañana?

       Yago

      En mi casa.

       Rodrigo

      Iré temprano.

       Yago

      Bueno, adiós. Oye, Rodrigo.

       Rodrigo

      ¿Qué quieres?

       Yago

      Nada de ahogarte, ¿eh?

       Rodrigo

      Me has convencido.

       Yago

      Bueno, adiós. Mete mucho dinero en tu bolsa.

       Rodrigo

      Venderé todas mis tierras.

      La ágil y malévola prosa de Yago, articulada con sinuosa inmediatez por el serpentino Frank Finlay, da paso ahora a su primer monólogo:

      Así es como el pagano me sirve de bolsa,

      pues deshonraría todo mi saber

      pasando el tiempo con memo semejante

      sin placer ni provecho. Odio al Moro,

      y dicen por ahí que en la cama

      me ha robado el sitio. No sé si es verdad,

      mas para mí una sospecha de este orden

      vale por un hecho. Él me aprecia:

      mejor resultará el plan que le preparo.

      Casio es gallardo. A ver…

      Quitarle el puesto y coronar mi voluntad

      con doble trampa. A ver cómo… A ver…

      Después de un tiempo, susurrando a Otelo

      que Casio se toma confianzas con su esposa:

      presencia no le falta, ni modales;

      se presta a la sospecha, invita al adulterio.

      El Moro es de carácter noble y franco;

      cree


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