De pixeles a paisajes. Armando Trujillo Herrada
naturales y culturales son el diagnóstico en esta búsqueda de patrones paisajísticos. en este mismo apartado se explican los fundamentos teóricos y metodológicos utilizados para aproximarnos a la tradición Teuchitlán, entre los cuales se retoman las propuestas de Criado (1999), Parcero (2002) y Grau (2002) para abordar el paisaje desde tres aspectos elementales: las formas del espacio (datos), la deconstrucción del espacio (análisis) y el sentido del espacio (resultados).
Cada elemento concuerda con una etapa de nuestra investigación: el apartado de las formas del espacio corresponde a la obtención, sistematización y preparación de datos arqueológicos y medioambientales.
En el segundo capítulo se expone un breve panorama de Mesoamérica y, específicamente, del Occidente De México, donde se destaca el papel que jugó la tradición Teuchitlán durante el Preclásico tardío y el Clásico Temprano (350 a. c. a 400 d. c.). Además, mencionamos de forma sucinta los antecedentes de investigación en la región del Valle de Tequila para introducir el tema de conformación social y las distintas propuestas de modelos de organización social a las que ha sido sujeta esta tradición. Asimismo, presentamos los elementos característicos que han definido esta tradición como son: su arquitectura circular, los juegos de pelota, la tradición funeraria, la elaboración de maquetas en cerámica, entre otros, poniendo principal atención en el patrón de asentamiento y los sitios arqueológicos que conforman el corpus de nuestra investigación.
En el capítulo iii, que corresponde a las formas del espacio, la investigación se ubica en contexto medioambiental, por lo que se realiza una síntesis geográfica de la región explicando las características topográficas, geológicas, hidrológicas y edafológicas en la actualidad. estas variables ambientales son preparadas en mapas temáticos para su uso en el análisis espacial que se realiza en el capítulo V. Al final de este apartado mencionamos los datos paleoambientales con los que se cuenta para la zona de estudio; aunque son pocos, resultan de suma importancia para la interpretación de nuestros resultados.
En el cuarto capítulo se muestran los principios metodológicos que orientaron el diseño de la investigación y proporcionaron junto con la teoría, un marco interpretativo para los resultados del estudio. Así pues, se delinearon aspectos básicos como la zona de estudio, la escala de estudio, los datos disponibles y sus límites interpretativos. De igual manera, se prepararon los mapas temáticos y las superficies de fricción como base para los análisis espaciales. en la segunda parte del capítulo se realizaron los análisis que corresponden a la deconstrucción del espacio; nos interesó aproximarnos a la dimensión económica y sociopolítica, para ello se propusieron tres componentes: el análisis de exploración económica, el análisis de dominio visual e intervisibilidad de los sitios, y el análisis de circulación en el territorio. en cada uno de los temas hay análisis espaciales y estadísticos que permiten interpretar el sentido del espacio, y revelar la estructura del paisaje de la tradición Teuchitlán (Criado, 1999; Parcero, 2002; Grau, 2002, 2017).
En el capítulo V y último explicamos cómo se entretejen los datos provenientes de los análisis espaciales abordados en los capítulos anteriores, de qué manera se relacionan los resultados de las áreas de explotación económica, dominio visual y movilidad de los sitios arqueológicos, teniendo como eje principal la búsqueda de una posible función de cada sitio. en este apartado estudiamos los espacios de ocupación de los sitios, su potencial agrícola y su relación con las minas de obsidiana respecto a sus áreas de captación. Asimismo, se llevó a cabo un análisis estadístico, así como la graficación de este, en un tipo radar, para sistematizar los resultados de los distintos análisis espaciales, esto con el fin de conocer la tendencia de cada sitio a determinadas funciones, lo anterior permitió delinear la estructura social y política de la tradición Teuchitlán.
Este análisis de la configuración espacial de la tradición nos ayudó a definir sitios especializados en ciertas funciones, donde el control visual y el acceso a espacios de movilidad fueron elementos clave para tener ventaja respecto a otros sitios. De esta forma, los análisis proporcionaron herramientas para contrastar las distintas posturas sobre las líneas de evidencia arqueológicas que apoyan determinados modelos de organización sociopolítica con nuestros resultados.
Finalizamos la investigación esclareciendo cómo nuestros resultados forman parte de ciertas líneas de evidencia que sustentan una organización de tipo más flexible y descentralizada, con una identidad compartida en muchos aspectos de la cultura.
Notas
1 Citado en silvester, 1997.
2 Portal académico web disponible en: <http://www.christaller.org.mx/>.
3 [N. de E.] Un coste expresa la resistencia ofrecida por el medio para desplazarse a través de él en un punto concreto.
I
El espacio y la arqueología del paisaje
La arqueología es una disciplina dinámica, una disciplina en construcción constante, la cual explora distintos caminos en la ciencia, buscando cómplices teórico-metodológicos en otras disciplinas, con el propósito de explicar los procesos de construcción social del espacio en épocas pretéritas a partir del registro material de los grupos humanos, considerando que el espacio existe por las relaciones sociales, objetos naturales y culturales (Tilley, 1994: 22-25).
La arqueología teje sus hilos con influencias de otras disciplinas, principalmente la geografía; esta, como ciencia del espacio, fue una de las primeras en teorizar conceptos como espacio y paisaje para que después la arqueología los fuera incorporando a su ámbito.
Su pasado común más reciente inicia en la ruptura ocurrida en los años cincuenta entre la geografía física y la geografía humana en Europa, que propicia una “nueva geografía”, una renovada geografía más estadística en el análisis de la organización del espacio, por lo que hizo un cambio significativo en la manera en que estos nuevos elementos cambiarían el concepto más integral del paisaje.
Este cambio en la “nueva geografía” se vería reflejado en la arqueología de los años sesenta y setenta —primero, en la arqueología espacial, y después, en la “nueva arqueología”—; la repercusión la podemos percibir en el uso de modelos geográficos provenientes de la geografía británica que, más tarde, conoceríamos en la arqueología espacial encabezada por David Clarke (1968, 1972, 1977). Esta nueva forma de espacializar las problemáticas sociales permitiría concebir a la arqueología espacial como la “recuperación de información relativa a las relaciones espaciales arqueológicas y estudio de las consecuencias espaciales de las pautas de actividad homínida del pasado dentro y entre los contextos y estructuras, así como su articulación dentro de asentamientos, sistemas de asentamientos y sus entornos naturales” (Clarke, 1977: 47).
Este nuevo giro en la arqueología, principalmente en la “nueva arqueología”, sienta las bases para el uso de procesos más complejos y metodologías más robustas con técnicas matemáticas y estadísticas en el análisis espacial de los datos. De esta manera, es posible elaborar interesantes análisis espaciales en los que se rastrea, minuciosamente, la dimensión económica del espacio y también es factible diseñar novedosos métodos para hacerlo, conceptualizando los procesos socioculturales como fenómenos multifactoriales complejos (Sánchez, 2010).
Durante la gestación de la nueva Arqueología, los arqueólogos americanistas reconocieron que las modificaciones antropogénicas del paisaje conllevan algo más que modificaciones físicas del entorno; también implican pautas relacionadas con “dimensiones sociales e ideológicas” (Deetz, 1990: 2).
Esta tendencia para explicar las huellas que dejan las acciones humanas en el entorno físico da pauta a la denominada arqueología del paisaje. Se trata de una arqueología caracterizada por el estudio de las sociedades antiguas desde su espacialidad (orejas et al., 2002: 306), en la que relaciona