Historias entrelazas. Sebastián Rivera Mir

Historias entrelazas - Sebastián Rivera Mir


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(rac), Record Group 1.1, serie 200, caja 159, carpeta 1947, carta de Warren Weaver (director del comité ejecutivo de la Fundación Rockefeller) a E. H. Lindley (rector de la Universidad de Kansas), 12 de abril de 1934.

      11 Sobre la migración intelectual de Europa a Estados Unidos en la primera mitad del siglo xx, véase Fleming y Bailyn (1969) y Fermi (1971).

      12 rac, International Education Board records, serie 1, caja 49, carpeta 743, solicitud de beca por Ramón Enrique Gaviola, 9 de enero de 1927.

      13 ahcmsv, Personal, Correspondencia, Científica, caja 31, exp. 3, El Universal, “Honrosa distinción a un sabio mexicano”, 27 de abril de 1927; mit Archives, The Tech, “Two Technology Professors Named in Guggenheim Memorial Fellowships”, 21 de marzo de 1927.

      14 ahcmsv, Personal, Correspondencia, Científica, caja 20, exp. 35, carta del Dr. Leoncio I. de Mora y del Prof. Rafael Aguilar y Santillán, de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, a Manuel Sandoval Vallarta, 18 de abril de 1927.

      15 Por ejemplo, Alfonso Nápoles Gándara (1930), Alfredo Baños (1935) y Carlos Graef (1937).

      16 ahcmsv, Personal, Correspondencia, Científica, caja 25, exp. 2, carta de Manuel Sandoval Vallarta a Pablo Martínez del Río, jefe del Departamento de Intercambio Universitario de la unam, 4 de enero de 1933.

      17 Arquivo do Departamento de Física da Universidades São Paulo (adf-usp), Publicações, caja 16, carpeta 51, “Corso di Fisica, Parte I, Lezioni svolte dal Prof. G. Wataghin”, 1934.

      18 Sobre la recomendación inicial para otorgar financiamiento a Gleb Wataghin véase: rac, Record Group 1.1, serie 305, caja 13, carpeta 117, carta de Harry Miller a Warren Weaver, ambos de la Fundación Rockefeller, 12 de septiembre de 1941.

      19 adf-usp, Correspondência, Correspondência Profissional, caja 2, carpeta 6, f. 2.144, carta de Walter Hill a Gleb Wataghin, 9 de enero de 1947; adf-usp, Correspondência, Correspondência Profissional, caja 2, carpeta 7, f. 2.148, carta de Gleb Wataghin a Teófilo Isnardi (Instituto de Física, Universidad de Buenos Aires), 9 de febrero de 1947.

      20 Arquivo Guido Beck (agb), Correspondência, Estrella Mathov, carpeta 927.10, carta de Estrella Mathov a Guido Beck, 10 de mayo de 1948.

      21 agb, Correspondência, Estrella Mathov, carpeta 927.07, carta de Estrella Mathov a Guido Beck, 5 de febrero de 1947. Mazzolli de Mathov mantuvo correspondencia con Beck entre 1945 y 1985.

      Pensar el intercambio académico como un flujo migratorio: el caso de los estudiantes mexicanos en Estados Unidos

      Rachel Grace Newman

       Smith College

      En 1942, el doctor Manuel Sandoval Vallarta asistió a una ceremonia de despedida de un grupo de becarios mexicanos que se iría a Estados Unidos. Como invitado de honor, Sandoval Vallarta pronunció unas palabras de felicitación y consejo. El intercambio académico, explicó el físico mexicano, brindaba a los becarios

      una oportunidad para trabajar eficazmente por el engrandecimiento y el progreso de la patria. Al adquirir y al profundizar nuevos conocimientos, que después pondrán al servicio de la ciencia, de la técnica, de la industria y de la agricultura nacionales, llevan a cabo una obra cuya trascendencia no podría exagerarse. De ellos y de sus sucesores, de los hombres de ciencia y de los técnicos, puede decirse sin hipérbole que tienen en sus manos el puesto que mañana ocupará México en el mundo.

      Señores becarios, permitidme que os diga: id al extranjero con el espíritu abierto y con ansia inagotable de aprender. Cualesquiera que fuesen las contingencias con que tengáis que enfrentaros, no olvidéis jamás que sois mexicanos […].1

      Para Sandoval Vallarta, el futuro de México dependía del éxito del intercambio académico. Aquel grupo de becarios sería responsable de importar los conocimientos urgentes para el desarrollo nacional. Su misión era aprender; al cumplirla se consolidarían como patriotas.

      El discurso de Sandoval Vallarta habla de la política del intercambio académico, en la variante que tuvo más eco en México: la justificación nacionalista. Aunque en este caso las becas fueron pagadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos. El fenómeno de estudiar en el extranjero, tradición de larga data de las élites mexicanas (Macías-González, 2012), se convirtió en una cuestión política en los tiempos de la Revolución mexicana. Si bien algunos insistieron en la necesidad de importar al país el conocimiento más avanzado y de formar cuadros de expertos mexicanos, no todos estaban de acuerdo. En los años veinte y treinta, algunos consideraban que enviar a los jóvenes más prometedores al extranjero era un desperdicio de recursos. ¿De qué servía dejar fugar el dinero y el talento mexicano a países como Estados Unidos, si se amenazaba la soberanía de la nación? Para los años cuarenta, bajo un gobierno más conservador y alineado a Estados Unidos, la controversia se menguó pero no desapareció. Durante la era del llamado milagro mexicano, el impulso modernizador del Estado permitió que los programas de becas recibieran más apoyo y, junto con la expansión de las clases medias en México, nutrió el flujo de jóvenes mexicanos al extranjero. En 1970, la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) inauguró una nueva época de expansión de los programas de becas. La inversión del Estado en la ciencia se destinó en primer lugar a la formación de recursos humanos, tanto en el extranjero como en el país. Para entonces, el significado político del fenómeno había cambiado. La preocupación central consistía en el peligro del no retorno o la fuga de cerebros.

      Los virajes ideológicos, la creación de instituciones y los cambios en el discurso público tuvieron un fuerte impacto en las experiencias de aquellos jóvenes mexicanos que buscaron estudiar allende las fronteras nacionales. Dicho esto, aquí se discute otra dimensión del intercambio académico enfocada a la historia social y cultural de las personas involucradas. Sandoval Vallarta, quizá al reflexionar sobre su propia experiencia, reconoció que el becario era algo más que un recipiente de saberes o un diplomático no oficial (Minor, 2016). Por un lado, el físico dejó claro que la experiencia de estudiar en Estados Unidos implicaba una transformación personal, un acto de patriotismo que otorgaba un prestigio peculiar; por otro lado, mencionó los desafíos de estudiar en Estados Unidos, al hablar de las “contingencias” que podrían surgir. Las circunstancias, a pesar de no tener relación con el propósito académico o político de la estancia, bien podrían afectar el intercambio de conocimientos. En efecto, poco después de la ceremonia referida al inicio, ese grupo de becarios pasó por una contingencia: el retraso del pago de su beca (Scott, 1959). No se sabe qué hicieron para resolver este problema, pero según casos similares se pueden mencionar algunas posibilidades: pedir prestado dinero a familiares en México, buscar empleo en Estados Unidos, escribir cartas al programa de becas para exigir o suplicar por los recursos prometidos o regresar a México.

      Este capítulo habla de la complejidad del intercambio académico más allá de lo estrictamente académico. La movilidad de los estudiantes y profesores, tanto hoy como en el pasado, implica desplazamientos y traslados, además de la búsqueda de apoyos financieros y trámites legales. Para las personas que cruzan fronteras para estudiar, la movilidad las hace desplazarse y vivir un proceso de adaptaciones en un entorno diferente. No obstante, las razones personales para buscar esta experiencia no se pueden reducir a la adquisición de conocimientos o al intercambio intelectual. Es más, los proyectos institucionales que subyacen a los programas de becas no siempre coinciden con los proyectos individuales que motivaron una estancia en el exterior. Aquí se considera el atractivo de estudiar en Estados Unidos desde la perspectiva del estudiante.

      Por ello, se utiliza el caso de los estudiantes mexicanos en Estados Unidos para ilustrar las posibilidades analíticas de pensar los intercambios académicos como flujos migratorios. Se emplea el concepto de “migración” con la finalidad de contextualizar la movilidad de estudiantes como un flujo más entre otros movimientos transfronterizos realizados por individuos de diverso origen social. Como bien muestran otros capítulos del presente


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