¿Dónde están mis orgasmos?. Francis Aurò

¿Dónde están mis orgasmos? - Francis Aurò


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—Y me plantó un beso casi sin darme tiempo a contestarle.

      Durante la comida hablamos más de temas laborales que de otra cosa, pero me gustó. Analizamos agenda y quedamos para la semana siguiente, para hacer una cenita tranquiiiiiilamente. Mmmmm.

      Pero no, no hubo cenita tranquila. Sniff.

      Acabamos cenando cada uno por su lado porque a él le surgió un compromiso con sus hijos. O eso me dijo.

      —Me paso por tu casa en cuanto acabe.

      Podría haberle dado vueltas al comentario, pero en esta ocasión no lo hice. Me recordé que me había propuesto disfrutar sin implicarme emocionalmente, al menos durante una temporada.

      Al fin y al cabo había muchos hombres que lo hacían y admiraba a esas mujeres que decían hacerlo también.

      Yo quiero ser como ellas, una mujer que busca compañía de forma puntual… sin más.

      Y mientras me decía aquellas palabras me imaginaba más guapa, más segura, más atractiva y más de todo. Necesitaba creerlo. Necesitaba creer que yo podía funcionar en ese modo. En modo Post it: sin engancharme del todo, solo lo necesario.

      Tenía miedo de volver a pasarlo mal.

      Si no hay sentimientos, es más fácil todo. Empezar y acabar.

      Tener sexo me parecía una experiencia muy íntima, pero mucho más sencilla que compartir sentimientos, ahí ya me sentía mucho más vulnerable.

      Me encantaba el cortejo, el flirteo, el quedar, los nervios, los besos, las caricias, sentirme deseada… y al acabar, cada mochuelo a su olivo. Sobre el papel me parecía la mejor estrategia.

      Sin embargo parte del atractivo de mi amante lo encontraba en su forma de hablar, de comportarse, de tratarme…

      No tenía muy claro si iba a ser capaz de quedarme solo en la parte más física del encuentro sexual, porque si alguien me gusta, pues me gusta para más cosas también.

      A ver, Sara, que has quedado una vez y media… relájate.

      Vale, me relajo, estoy enfadada porque no hemos quedado para cenar, pero no pasa nada, yo solo quiero sexo, nada más, con un hombre interesante, atractivo, atento… pero solo sexo… nada más…

      ¿A quién pretendía engañar?

      A pesar de mis expectativas, nuestro segundo encuentro no tuvo nada que ver con el primero.

      Fue solo sexo. Cierto, era lo que decía que quería, pero no hubo conversación interesante, ni conexión previa… y así no hay quien lubrique…

      Adrián se puso al lío a los pocos minutos de llegar… y yo… yo no estaba enchufada, pero me metí al lío a pesar de ello, porque hemos quedado para esto… y al acabar pues eso, cada mochuelo a su olivo.

      Me excité poco y disfruté poco. Difícil creer que éramos los mismos del otro día.

      Es cierto que no siempre estamos igual de receptivos, esto ya lo sabía de mis años con Alex, sin embargo algo me decía que igual no me iba a resultar tan sencillo separar la parte emocional de la sexual.

      Creo que no me mola el sexo a palo seco y quizás Adrián no me gusta tanto como me pensaba.

      No me apetecía mucho llamarle. Tampoco sabía qué decirle ni qué quería de él. Fue Adrián quien me escribió para quedar a comer el miércoles siguiente.

      Esta vez llegué al restaurante que me propuso sin mucha expectativa. Hablando con él durante la comida, volví a verlo atento, interesante, atractivo, y se me volvieron a despertar las ganas de tener sexo con él, pero ninguno de los dos dijo nada en aquel momento.

      A las dos horas me estaba enviando un mensaje:

      Tengo muchas ganas de follarte

      El mensajito me puso a cien.

      ¿Y tú lo has visto? Pues yo tampoco.

      Varios mensajes para ver cómo quedábamos y ninguna opción le parecía bien.

      Finalmente me dijo:

      Creo que será mejor no quedar:

      A partir del tercer polvo las mujeres os enamoráis

      ¿¿Perdonaaaa??

      Este tío es gilipollas.

      Le hubiese metido una superpatada en su entrepierna superdepilada y después hubiera follado con él hasta no poder más.

      Mmmmm…

      Pero en realidad estaba haciendo un sofrito de calabacín, que casi se me quema intentando cuadrar la dichosa cita.

      Su contestación me dejó tan flipada que ni le contesté.

      Estaba enfadada. Me dio rabia que me pusiera a cien para después decirme que no quería quedar… y me dio rabia su excusa.

      ¿Y qué si me enamoro? ¿Y qué si me gusta hacer el amor con alguien que me genere algún sentimiento? ¿Y qué si muestro lo que siento? ¿Será problema mío, no?

      Al menos nosotras sentimos, no como vosotros que os pasáis media vida cagados de miedo cuando escucháis la palabra relación.

      Y además, ¿él qué sabe si yo soy así?

      ¿Y qué pasa si soy así?

      Grrrrr…

      El momento del sofrito es lo que tiene… Incita a la reflexión.

      Quizás generalicé un poco respecto al sexo masculino, ya sé que todos los hombres no son iguales…

      Tardé unos días, pero me acabé olvidando. No era para tanto. Y cabreada me pareció relativamente fácil olvidarme de él.

      Adrián no volvió a dar señales de vida. Tampoco apareció más por el despacho. Ni le pregunté a Ferran por él.

      Me quedé con la parte positiva de la experiencia: sentirse atractiva para otra persona siempre da un plus de energía. Y comprobé que relacionarse en modo Post it permitía un desenganche rápido y no dejaba restos.

      Era parecido a lo que me había pasado unos meses antes con Carlos.

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