Tu nombre me inspira. Mario Spin
vimos. Ella tenía un trabajo de medio tiempo, y no asistió a mi despedida en el aeropuerto. Yo no podía reprocharle nada. Había sido maravillosa conmigo todo este tiempo. Una vez en el extranjero, Alisson y yo nos escribíamos con frecuencia. A veces hacíamos una videollamada y conversábamos hasta la madrugada.
—¿Cómo estás? ¿Ya comiste? ¿Estás aprendiendo? ¿Tienes amigos nuevos? ¿Qué has hecho? ¿Has visitado lugares turísticos?
Eran varias de las cosas que ella me preguntaba, y yo tenía tanto que contarle. Y así fueron los primeros meses.
Con el tiempo, la frecuencia fue disminuyendo. Sea porque ella estaba ocupada, o porque yo tenía que entregar algún proyecto o estudiar para un examen. No era culpa de nadie, son cosas que pasan. Uno no siempre puede estar disponible para quienes les importa, porque las responsabilidades se interponen.
A finales del segundo año pasó lo inevitable. Ella cambió la foto de perfil de su teléfono. Aquella donde se veía con su hermosa sonrisa y su sombrero, con la playa de fondo. La reemplazó por una, donde estaba abrazada con un tipo. Alisson no era una persona de poner fotos con “cualquiera”. Supe que él representaba algo para ella. Semanas después lo oficializaron: estaban saliendo.
Obviamente me afectó un poco. Pero, ¿qué podía hacer? Ella tenía derecho a ser feliz con quien quisiera. Al final y al cabo, yo nunca me declaré. Y aunque se lo hubiera dicho, ella no me correspondería. Era una cruel realidad, de la cual siempre fui consciente. Al ver la foto de ellos juntos, terminé aceptándolo. Nunca se lo dije personalmente, pero le deseé lo mejor.
Por salud mental, configuré mis redes sociales para que no aparecieran notificaciones de ella. No estaba enojado ni celoso, simplemente creí que lo mejor era evitar sus fotos y publicaciones. Me sirvió. Con las semanas me olvidé del asunto. Empecé a salir. Conocer más gente. Incluso tuve citas con extranjeras. Dejé a un lado mi faceta introvertida. Nunca creí gustarle a una europea, y lo conseguí. Fueron experiencias nuevas para mí. Se transformaron en los mejores años de mi vida, a nivel social.
Igual no todo fue diversión, viajes y citas. Hubo momentos duros. Donde dudé de mí, y mi capacidad incluso. No desistí. Era consciente del esfuerzo económico de mis padres, y no podía decepcionarles. Entre tantas noches de incertidumbre, y desveladas de madrugadas, redoblé mi esfuerzo. Así pasaron los años. Y pese a todo: lo logré. Me gradué.
Por eso, al volver, y leer el mensaje de Alisson, me sorprendió. Tenía mucho tiempo sin saber de ella. Habíamos perdido todo tipo de contacto. Incluso tenía un número nuevo, el cual adjuntó en su mensaje. Le escribí y arreglamos vernos en su nueva casa, el viernes de noche. Su foto de perfil actual, era una recreación: estaba sola en la playa con su sombrero, aunque un look nuevo. No importaba lo que se hiciera en el cabello, se veía igual de linda.
Más llamativo que su imagen, me resultó su recordatorio.
—Espero aun conserves la botella de vino, que nos prometimos.
Yo había olvidado el asunto por completo. Por suerte, mi habitación se mantenía intacta después de 6 años. En el mismo ropero, encontré aquella botella, con el papelito que indicaba: “Para celebrar con Alisson, después de graduarme”.
Finalmente había llegado la ocasión.
El viernes fui a la dirección indicada. Era un departamento pequeño y cómodo. Al menos ya tenía independencia. Ella lucía tan bonita y encantadora. Nos dimos un caluroso abrazo, que me puso nervioso. Pasé a la sala y estuvimos conversando un buen rato, poniéndonos al día, respecto a nuestras vidas. Le conté muchas de mis anécdotas. Sobre todo las buenas. Preferí evitar las experiencias vergonzosas. Ella me escuchaba atentamente. Solo me interrumpía con su esporádica risa.
Alisson también me contó sobre ella. Brevemente habló de su ex. No dio detalles sobre su relación, apenas mencionó que terminaron hace unos meses. Ella le restó importancia al asunto, y continúo platicándome de otras experiencias más agradables. Realmente adoré sus relatos, y el carisma que tenía al hablar.
Llegada las 21h00, Alisson me invitó a la mesa. Había preparado una cena para ambos. Fue un gesto muy tierno. Quedé sorprendido por su comida: sabía muy bien. Años atrás había probado un almuerzo cocinado por ella, que le quedó insípido. Esta vez, era diferente. Había mejorado en sus habilidades culinarias. La felicité. Y quedamos que la próxima ocasión yo le prepararía algo. Y durante la cena, fue el momento. Abrí mi botella. Nos serví. El sabor del vino era exquisito. Había valido la pena la espera.
Después de la cena, nos bebimos el resto de la botella. Y volvimos a la sala, a seguir conversando. En algún punto, Alisson propuso mirar una película juntos. Apagó todas las luces del departamento. Trajo su laptop y buscó un film de terror. Ella se recostó a mi lado, para ver más cómodos. Yo puse mi brazo a su alrededor. De vez en cuando acariciaba su cabello. Honestamente no presté atención a la película. Estaba demasiado feliz teniéndola cerca, que no me importaba el resto.
Finalizada la primera, buscó otra película. Y nuevamente se acurrucó sobre mí. Incluso, pasada la medianoche, Alisson se había quedado dormida sobre mis piernas. Yo no quise despertarla. Simplemente apagué la computadora y la dejé a un costado. Asumí que yo también debía dormirme, en mi posición actual.
En algún momento de la madrugada, Alisson se despertó y se percató que estaba sobre mis piernas. Ni se inmutó. Se mantuvo en esa posición y al notar que yo también había despertado, me preguntó tímidamente:
—¿Por qué eres tan lindo conmigo?
Me quedé reflexivo un instante. Y supe que debía decírselo. Me había quedado callado demasiado tiempo. Sí, era consciente que podría ser el final de nuestra amistad. Pero, necesitaba decírselo. Y prefería morir en el intento, que vivir arrepentido por nunca intentarlo.
Me armé de valor y confesé. Le dije que sentía cosas por ella, desde siempre. Mi breve discurso no fue muy poético, ni elocuente. Simplemente fui sincero y directo. Le comenté lo importante que era para mí. Confesar, me alivió. Ella me escuchó, sin interrumpirme. Estuvo seria todo el tiempo. No hizo gestos, ni de aprobación ni rechazo. Solo escuchó. Cuando acabé de expresarle mis sentimientos, ella preguntó.
—¿Terminaste?
Y yo temeroso asenté con la cabeza. Alisson se levantó y fue a la cocina. Yo no tenía idea de qué sucedería. Me mantuve sentado, quieto y muy tenso.
De pronto, ella volvió con un par de copas y su botella de marca “Alisson”. Me entregó el sacacorchos y el vino. Por primera vez pude leer el contenido del papelito. Mi rostro se llenó de emoción. Alisson se sentó a mi lado, me dio un beso y con el tono más dulce, y una bonita sonrisa, me dijo:
—Ahora es el momento indicado.
Belén
x y z a B c d e f
Apenas son las 6:30am del domingo, y el deber llama. El detective, quien sufre de insomnio, está mal dormido; sus ojeras ya son parte habitual de su rostro. Llega a la dirección indicada. Es un barrio elegante, de gente pudiente. Alrededor del edificio en cuestión, hay un puñado de vecinos curiosos. La policía les pide que se marchen.
Él avanza a la escena del crimen. Hay un cuerpo estampado contra el pavimento. La sangre cubre alrededor, y no deja diferenciarla bien. El oficial a cargo se le aproxima con una carpeta, donde está el informe preliminar y le pone al tanto de la situación.
Nombre de la victima: Belén
Sexo: Femenino.
Edad: 16 años.
Tipo de crimen: Aparente suicidio
Detalles: Belén vivía en un edificio con su familia: padre, madrastra y medio hermano. Al parecer saltó desde su balcón durante la madrugada, y nadie lo notó. Hoy a las 5:30am, un vecino que salía a trotar, vio el cadáver y lo reportó.
El detective sujeta