Tu nombre me inspira. Mario Spin
Diana está asustada. Si cuatro matones no fueron rivales para ese lobo, ¿qué oportunidad tendría ella? Teme lo peor. Contiene el aliento, esperando no ser detectada. El olfato del animal es excelente, y se percata que ella está debajo de las ramas.
El lobo, mal herido en el pecho, arremete contra el árbol. Usa sus garras, para intentar jalar a la joven. Ella se agacha, tomando distancia, y evitando ser sujetada. La escena es brutal, donde el animal no cesa. Para su fortuna, las ramas son muy resistentes, y están tan estrechas, que las garras no pueden alcanzarla. Sin embargo, la bestia no se rinde y continúa atacando. Diana cierra sus ojos, deseando que su padre estuviera cerca para defenderla. Y en medio del miedo, recuerda sus enseñanzas.
—…Cada guerrero debe encontrar un arma ideal, acorde a sus habilidades y destrezas físicas… —Es lo que él decía.
Y tenía razón.
Ella nunca pudo alzar la espada. No era lo suyo. Si hubiese blandido una, habría combatido cuerpo a cuerpo contra la bestia. Y al igual que los bandidos, estaría muerta.
Pero ella no usa una espada. Ella tiene un arco y flechas. Eso le permite atacar de lejos, sin arriesgarse innecesariamente. Gracias a su estatura y pequeñez, está segura entre las ramas, en su fortaleza natural, y tiene el tiempo suficiente para sacar su arma del bolso y apuntar. Diana espera el momento oportuno, y dispara. La flecha impacta en la herida del pecho del animal. El lobo se retuerce y retrocede. Diana recarga y dispara una segunda, tercera y cuarta flecha. Las suficientes para que el lobo se desplome. Ella sale de su escondite, y observa al animal sin vida. Lo ha vencido. Y ahora puede cumplir su misión.
Antes del atardecer, Diana retorna a su aldea, cabalgando uno de los caballos de los bandidos difuntos. Los aldeanos la reciben felices y sorprendidos. Ella trae consigo la flor prometida. El médico consigue preparar el ungüento, y desinfecta la herida de la señora. Diana le ha salvado la vida a su madre.
Al despertar a la mañana siguiente, la paciente despierta, fuera de peligro mortal. Madre e hija se reencuentran y abrazan, emotivamente. La mujer está asombrada por la hazaña de la joven, y le cuestiona al respecto:
—¿Cómo hiciste para atravesar el bosque sola? ¡Era una odisea!
La joven mira al cielo, y orgullosa responde.
—Fue gracias a Papá.
Estrella
A b c d E f g h i
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.