Pan, trabajo, justicia y libertad. Las luchas de los pobladores en dictadura (1973-1990). Marío Garcés
formas de «poder popular» con base territorial, proceso inevitablemente interrumpido por el golpe militar de 1973.
En el segundo ciclo de movilización, el antidictatorial, si bien los pobladores hicieron importantes aprendizajes de autonomía en el campo de la gestión comunitaria, la solidaridad social, la economía popular y la cultura local, sobre todo en la fase de reconstrucción del tejido social que precede a las Protestas Nacionales, estos aprendizajes no fueron suficientes como para que los pobladores se constituyeran en un movimiento social con mayores capacidades de articulación en términos políticos y programáticos: pesó su propia heterogeneidad, el miedo que inevitablemente generaba la represión, pero también las diversas formas de dependencia tanto de la Iglesia, en una etapa, como de los partidos políticos, en la etapa subsiguiente. La izquierda, por su parte, volvió a hacer visibles sus límites cuando no fue capaz de reconocer un lugar político específico de los pobres de la ciudad en sus proyectos de cambio social y de transformación de la sociedad. Su énfasis en las estrategias de derrocamiento y sus déficits teóricos y políticos le impidieron proyectar históricamente las iniciativas «movimientistas» de los pobladores, lo que hubiese supuesto una noción «territorial y social» de la política popular.
Este libro se organiza en cuatro capítulos. En el primero de ellos se propone una mirada panorámica a los movimientos sociales durante la dictadura, identificando las principales coyunturas críticas que éstos vivieron en sus luchas contra el régimen militar. El segundo capítulo se ocupa de lo que hemos denominado la «fase de reconstrucción del tejido social», es decir, la etapa en que los pobladores se reorganizaron en sus barrios y poblaciones con el decisivo apoyo de los programas solidarios de la Iglesia y de las comunidades cristianas. En el tercer capítulo revisamos las Jornadas de Protesta Nacional, los modos en que los pobladores participaron de ellas, así como la represión a la que estuvieron expuestos, especialmente durante el «año decisivo». Fue en este proceso en que se definió el curso de la futura recuperación de la democracia. En el último capítulo buscamos procesar las críticas relaciones con los partidos políticos, tanto de colaboración como de divergencia, que culminaron con la derrota de la «rebelión popular» y la configuración de una transición a la democracia que relegó a los pobladores, y más ampliamente a los movimientos populares, a una posición secundaria y de subordinación al «pacto político» que los partidos de centro convinieron con los militares.
Entendemos que la historia no se repite y que la situación actual de los pobladores se ha modificado significativamente en relación a la experiencia de la dictadura (con mayor expansión del consumo de bienes y de políticas públicas compensatorias así como de las redes de narcotráfico); sin embargo, sostenemos que la «memoria» también cuenta especialmente para el pueblo, ya que constituye su principal «capital social», o mejor aún, la memoria configura históricamente las identidades populares y sostiene sus principales «reservas de historicidad».
En este sentido, no hay luchas en vano, sólo que ellas requieren inscribirse en los tiempos largos de la historicidad de nuestro pueblo. Este trabajo busca estimular esos procesos de memoria, que sabemos circulan en nuestras poblaciones, aportándoles un «marco» que les devuelva el valor que un día representó el protagonismo y los sueños de tantos jóvenes y mujeres en medio de sus luchas en contra de la dictadura.
Admito, finalmente, que en la escritura de este libro he actuado como investigador, pero también como testigo, si no protagonista de los sucesos que narro, lo que por cierto influye en la lectura que hago de lo que estimé eran procesos, acontecimientos y experiencias relevantes de los pobladores. En algunos casos, los menos, incorporé al texto mi propia experiencia; mientras que en otros me limité a hacer algunas indicaciones en notas al pie de la página.
1 Existe una abundante literatura relativa a los pobladores, pero, solo a propósito de la denominación «poblador», se pueden consultar: Vicente Espinoza. Para una historia de los pobres de la ciudad. Santiago, SUR Ediciones, 1985; Teresa Valdés. «El movimiento de pobladores 1973-1985. La Recomposición de las Solidaridades Sociales», en: Jordi Borja, Teresa Valdés, Hernán Pozo y Eduardo Morales. Descentralización del Estado. Santiago, Movimiento Social y Gestión Local, ICI, FLACSO, CLACSO. 1987; Mario Garcés, Tomando su sitio. El movimiento de pobladores de Santiago, 1957-1970. Santiago, LOM ediciones, 2002; Mónica Iglesias. Rompiendo el cerco. El movimiento de pobladores en contra de la dictadura. Santiago, Ediciones Radio Universidad de Chile, , 2011; Gabriel Salazar. Movimientos Sociales en Chile. Trayectoria histórica y proyección política. Santiago, Uqbar Editores. 2012 (en especial, cap. III, sección 2).
2 Para un seguimiento de estos debates, Mario Garcés «Los pobladores en Chile: ¿Marginalidad urbana, clase popular o movimiento social?», en: Debates Contemporáneos. VI Jornadas de Investigación de la Facultad de Humanidades. Santiago, Centro de Estudios Enzo Faletto, Universidad de Santiago de Chile y Ril Editores, 2016. pp. 159-186.
3 Ibidem, p. 163.
4 Textos emblemáticos en esta línea se pueden consultar en la Revista Proposiciones Nº 14 de SUR Profesionales, Santiago, 1987. En particular, Eugenio Tironi, «Marginalidad, movimientos sociales y democracia», pp. 9-20. Una mirada sociológica con más matices y con una base empírica importante fue el trabajo de Guillermo Campero, Entre la sobrevivencia y la acción política. Las organizaciones de pobladores en Santiago. Santiago, Ediciones Estudios ILET, 1987. Campero puso su atención en las dinámicas de sobrevivencia y acción política, valoró el impacto de las movilizaciones de las poblaciones en medio de las Protestas Nacionales y reconoció la existencia de un tejido social complejo y extenso en las poblaciones. Sin embargo, el mundo de los pobladores se le revelaba como una situación y un actor marcado por la heteronomia debido a la ausencia de un conflicto central y la coexistencia de una multiplicidad de luchas, e incluso la ambigüedad de su cultura. Sostuvo, además, que solo una propuesta política que «desde su origen se formule como un ejercicio de integración y participación podrá tener posibilidades de que la demanda de los pobladores se encuentre con ella». Campero, op.cit., p. 265.
5 Gabriel Salazar. Peones, labradores y proletarios. Santiago, Ediciones SUR Profesionales, 1985. Armando de Ramón. Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana. Santiago, Editorial Sudamericana, 2000.
6 Luis Alberto Romero. «Condiciones de vida de los sectores populares en Santiago de Chile, 1840-1895 (Vivienda y salud)». Revista Nueva Historia, Vol. 3, N° 9, Londres, 1984. Para una visión panorámica de Santiago y la posición de los pobres en ella, ver: Armando de Ramón. Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana. Santiago, Editorial Sudamericana, 2000.
7 Este proceso fue, por cierto, de carácter latinoamericano. Un estudio pionero es el de José Luis Romero. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. (1° edición, Siglo XXI, 1976). Para este artículo usamos la edición de la Universidad de Antioquia, Colombia, 1999.
8 Garcés. Tomando su sitio, op. cit., passim.
9 Sin descartar los efectos de la «Guerra Fría» y las reformas promovidas desde el Estado por los gobiernos de Frei y Allende, la tónica de los años sesenta, desde la perspectiva de la historia social, está marcada por la mayor presencia de lo «popular» en la sociedad chilena y en particular por el protagonismo alcanzado por los campesinos y los pobladores. Mayores antecedentes en Mario Garcés. El despertar de la sociedad. Los Movimientos Sociales en Chile y América Latina. Santiago, LOM ediciones. 2012 (en especial capítulo IV).
10 Servicio Nacional de Estadísticas y Censos. Primer Censo Nacional de Viviendas, Santiago, 1952.
11 Mario Garcés. «El Movimiento de pobladores durante la Unidad Popular, 1970-1973» En Atenea 512, II semestre 2015, pp. 33-47.
12 Según consigna el diario El Mercurio, el 1 de julio de 1971, Carabineros informó al Senado «que las ocupaciones ilegales registradas en 1971 llegaban a 2.567», sumando tomas de sitios, de industrias, fundos y establecimientos educacionales. En relación a los pobladores, el dato es más genérico, ya que indica un total de 173 poblaciones