Teoría crip. Robert McRuer

Teoría crip - Robert McRuer


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con bastante facilidad que heterosexual y homosexual no son identidades iguales y opuestas. Más bien, la subordinación habitual de la homosexualidad respecto a la heterosexualidad permite que la heterosexualidad se institucionalice como “las relaciones normales de los sexos”, mientras que la institucionalización de la heterosexualidad como “relaciones normales de los sexos” permite subordinar la homosexualidad. Y, como sigue demostrando la teoría queer, es precisamente la introducción de la normalidad en el sistema lo que introduce la obligatoriedad: “Casi todo el mundo”, escribe Michael Warner en The Trouble with Normal: Sex, Politics, and the Ethics of Queer Life, “quiere ser normal. ¿Y quién puede culparlos, si la alternativa es ser anormal, desviado o no ser uno del resto de nosotros y nosotras? Dicho en esos términos, no parece haber elección en absoluto. Especialmente en Estados Unidos, donde [ser] normal probablemente supera a todas las demás aspiraciones sociales” (53). Aquí la obligación se produce y se esconde bajo la apariencia de elección (de preferencia sexual), mistificando un sistema en el que en realidad no hay elección posible.

      Una crítica similar a la normalidad también ha sido fundamental para el movimiento por los derechos de las personas con discapacidad y para los estudios sobre la discapacidad, con, por ejemplo, la descripción y la crítica de Lennard J. Davis del surgimiento histórico de la normalidad, o con la introducción de Rosemarie Garland-Thomson del concepto de “cuerpo normativo [normate]”(Davis, Enforcing Normalcy, 23-49; Garland-Thomson, Extraordinary Bodies, 8-9)8. Este trabajo académico y activista nos permite identificar los problemas de la identidad capacitista, para ver el problema del significado de la capacidad corporal en relación a los problemas del término discutido. Casi todo el mundo, al parecer, también quiere ser normal en el sentido capacitista. En consecuencia, el cuestionamiento crítico de la capacidad corporal no siempre ha sido bien recibido. Un ejemplo extremo que, sin embargo, resume cierta forma de pensar sobre la capacidad y la discapacidad es un conocido artículo de la revista Salon que ataca los estudios sobre la discapacidad y que apareció en línea en el verano de 1999. En “Permitir los estudios sobre la discapacidad”, Norah Vincent escribe: “Es difícil negar que existe algo llamado normalidad. Después de todo, el cuerpo humano es una máquina, que ha desarrollado partes funcionales: pulmones para respirar, piernas para caminar, ojos para ver, oídos para oír, una lengua para hablar y, algo crucial para quienes trabajamos en la academia, un cerebro para pensar… Esto es ciencia, no cultura”. En pocas palabras, o tienes un cuerpo capacitado o no lo tienes9.

      Sin embargo, el deseo de claridad en las definiciones podría generar más problemas de los que contiene; si bien es difícil negar que existe algo llamado normalidad, es aún más difícil determinar qué es ese algo. El OED define lo que es ser capacitado corporalmente [able-bodied] de forma redundante y negativa como “que tiene un cuerpo capaz, es decir, libre de discapacidad física, y capaz de hacer los esfuerzos físicos requeridos; que tiene salud corporal; robusto”. La capacidad corporal [able-bodiedness], a su vez, se define vagamente como “integridad de la salud; capacidad para trabajar; robustez”. La estructura paralela de las definiciones de capacidad y sexualidad es bastante sorprendente: primero, ser capacitado/a corporalmente es estar “libre de discapacidad física”, del mismo modo que ser heterosexual es ser “lo opuesto a homosexual”. En segundo lugar, aunque el lenguaje de “las relaciones normales” que se espera de los seres humanos no está presente en la definición de la capacidad corporal, el sentido de “relaciones normales” sí lo está, especialmente por el énfasis en el trabajo: ser capacitado/a significa ser capaz de los esfuerzos físicos normales requeridos en un sistema particular de trabajo. Es aquí, de hecho, donde tanto la identidad capacitista como el Oxford English Dictionary desvelan sus orígenes en el siglo XIX y en el surgimiento del capitalismo industrial. Es aquí también donde podemos comenzar a comprender la naturaleza obligatoria de la capacidad corporal: en el sistema capitalista industrial emergente, ser libre para vender la propia fuerza de trabajo, pero no ser libre para hacer ninguna otra cosa, en realidad significaba ser libre para tener un cuerpo capacitado, pero no se era especialmente libre para tener nada más10.

      Por tanto, al igual que la heterosexualidad obligatoria, la capacidad corporal obligatoria funciona escondiendo, con la apariencia de elección, un sistema en el que en realidad no hay elección. Y aunque estas obligaciones están en parte ligadas al surgimiento del capitalismo industrial, su surgimiento y desarrollo históricos se han borrado. Así como los orígenes de la identidad heterosexual/homosexual están ahora ocultos para la mayoría de las personas, de modo que la heterosexualidad obligatoria funciona como una formación disciplinaria que aparentemente emana de todas partes y de ninguna parte, también se han ocultado los orígenes de la identidad capacitista/discapacitada, permitiendo que lo que Susan Wendell llama “las disciplinas de la normalidad” (87) se consoliden en un sistema de capacidad corporal obligatoria que, de manera similar, emana de todas partes y de ninguna parte.

      Las memorias de Michael Bérubé sobre su hijo Jamie, que tiene síndrome de Down (Life As We Know It: A Father, A Family, and an Exceptional Child), ayudan a ejemplificar algunas de las demandas ideológicas que subyacen en la capacidad corporal obligatoria. Bérubé escribe sobre cómo “a veces me siento acorralado al hablar sobre la inteligencia de Jamie, como si la carga de la prueba recayera en mí, como portavoz oficial en su nombre”. El subtexto de estos encuentros siempre parece ser el mismo: “En el fondo, ¿no te sientes decepcionado por tener un hijo retrasado?… ¿Realmente tenemos que prestarle toda nuestra atención a esta persona?”(180). El análisis que hace Bérubé de este subtexto señala una experiencia común importante que vincula a todas las personas con discapacidad bajo un sistema de capacidad corporal obligatoria: la experiencia de las personas con cuerpos capacitados necesita de una base común acordada. Me imagino que las respuestas a preguntas similares podrían ser increíblemente variadas: “En el fondo, ¿no preferirías poder oír?” y “en el fondo, ¿no preferirías no ser seropositivo?”; después de todo, podrían parecen preguntas muy diferentes, la primera (con su deseo sutilmente velado de que la sordera no exista) más claramente genocida que la segunda. Pero en realidad no son preguntas diferentes, en el sentido de que su repetición constante (o su presencia como subtextos continuos) revela más sobre la cultura capacitista que sobre los cuerpos que son interrogados. La cultura que hace tales preguntas asume de antemano que todos y todas estamos de acuerdo: las identidades capacitistas, las perspectivas capacitistas son preferibles y es lo que todas las personas, colectivamente, buscamos. Un sistema de capacidad corporal obligatoria exige una y otra vez que las personas con discapacidad representen para los demás una respuesta afirmativa a la pregunta tácita: “Sí, pero en el fondo, ¿no preferirías ser más como yo?”

      Con esta repetición podemos comenzar a entender cómo la capacidad corporal obligatoria y la heterosexualidad obligatoria están entrelazadas y cómo cuestionarlas. En el campo de la teoría queer, Judith Butler es muy conocida por identificar las repeticiones que son necesarias para mantener la hegemonía heterosexual:

      La “realidad” de las identidades heterosexuales es constituida de un modo performativo mediante una imitación que se coloca como el origen y el fundamento de todas las imitaciones. En otras palabras, la heterosexualidad está siempre en proceso de imitar y aproximarse a su propia idealización fantasmática, y de fracasar. Precisamente porque está destinado al fracaso y, sin embargo, se empeña en alcanzar el éxito, el proyecto de la identidad heterosexual es impulsado hacia una repetición interminable de sí mismo. (“Imitación e insubordinación de género” 21)

      En todo caso, el énfasis en las identidades que se constituyen a través de actuaciones repetitivas es aún más central para la capacidad corporal obligatoria; pensemos, después de todo, en cuántas instituciones de nuestra cultura son escaparates para una performance capacitista. Además, al igual que con la heterosexualidad, esta repetición está destinada al fracaso, ya que la identidad capacitista ideal nunca podrá lograrse de una vez y para siempre. La identidad capacitista y la identidad heterosexual están vinculadas en su mutua imposibilidad y en su mutua falta de articulación; no se pueden articular en el sentido de que cada una es una identidad que es simultáneamente la base sobre la que supuestamente descansan todas las identidades y un logro impresionante que siempre es diferido y que, por lo tanto,


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