Teoría crip. Robert McRuer

Teoría crip - Robert McRuer


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sinónimo tanto de heterosexual como de cuerpo con capacidad: los cuerpos en cuestión a menudo se colocan narrativamente en una relación heterosexual inevitable y se representan visualmente como capacitados. En segundo lugar, y esto es más importante, otros cuerpos deben funcionar de manera flexible y objetiva como espacios en los que se puede escenificar el momento de la epifanía. Los cuerpos, en este segundo sentido, son invariablemente queer y con discapacidad, y también se representan visualmente como tales.

      El propio interés de Martin en los cuerpos flexibles y en el tema de la flexibilidad se consolidó cuando una profesora de inmunología en un curso de posgrado que estaba estudiando comenzó a hablar sobre la “flexibilidad” del sistema inmunológico: “En mi mente, este lenguaje se unió a descripciones de la economía de finales del siglo XX, con un enfoque en la especialización flexible, la producción flexible y la respuesta rápida y flexible a un mercado en constante cambio con productos específicos hechos a medida”(93). La conciencia de esta superposición discursiva lleva a Martin a rastrear el uso de la flexibilidad a través de los discursos no solo de la inmunología y la economía sino también de la filosofía de la Nueva Era, de las organizaciones gubernamentales, de la psicología y de la teoría feminista (150-158). Ella destaca constantemente el lugar de honor casi universal otorgado a la flexibilidad en los discursos económicos neoliberales. Cita, por ejemplo, guías de gestión y declaraciones estratégicas de empresas como Hewlett-Packard: “Fomentamos la flexibilidad y la innovación. Creamos un ambiente de trabajo que apoya la diversidad de nuestra gente y sus ideas. Nos esforzamos por lograr objetivos generales claramente establecidos y acordados, y permitimos que las personas tengan flexibilidad para trabajar hacia los objetivos de forma que ayuden a determinar lo que es mejor para la organización” (144).

      La flexibilidad que describe Martin es, en cierto sentido, lo que Harvey en otra parte denomina la condición de la posmodernidad. Las crisis económicas y culturales de la década de 1970 generaron “un período de cambio rápido, de flujo e incertidumbre” y, para Harvey, “los contrastes entre las prácticas político-económicas actuales y las del período de auge de la posguerra son lo suficientemente fuertes como para plantear la hipótesis de un cambio del fordismo a lo que podría llamarse un régimen de acumulación ‘flexible’ como una forma reveladora de caracterizar la historia reciente” (124). En otras palabras, si el período de posguerra se caracterizó en gran medida por la producción en masa y algunas protecciones oficialmente codificadas para los trabajadores/as occidentales bajo la legislación del New Deal y el moderno Estado de bienestar, el período de acumulación flexible inaugura la desaparición de este ligero consenso: en el lado de la producción del proceso, la mano de obra y las prácticas se describen como flexibles, móviles y reemplazables; en el lado del consumo, grupos cada vez más pequeños, en todo el mundo, se generan y se identifican con productos adaptados, nuevamente de manera flexible, a sus deseos específicos. Como han argumentado numerosos teóricos del neoliberalismo, aunque los nuevos movimientos sociales pedían una expansión de la justicia económica y social, estos cambios repentinos en los procesos de producción y consumo esencialmente la frenaron o la restringieron, marcando el comienzo de la mayor redistribución hacia las clases altas de la riqueza y de otros recursos que el mundo haya conocido. Culturalmente, estos cambios fueron facilitados por la valoración casi universal de la flexibilidad20.

      En el contexto capitalista tardío que tanto Harvey como Martin identifican puede parecer que la flexibilidad, en un nivel superficial, vaya contra la plenitud subjetiva —una empresa como Hewlett Packard parece, en contraste con la plenitud subjetiva asociada con la epifanía, valorar múltiples subjetividades, incluso una cierta fragmentación (posmoderna) de la subjetividad. Sin embargo, yo diría que este no es el caso; el sujeto flexible tiene éxito precisamente porque puede alcanzar la plenitud en cada crisis recurrente. En otras palabras, bajo el neoliberalismo, los individuos que son realmente “flexibles e innovadores” superan los momentos de crisis subjetiva. Gestionan la crisis, o al menos demuestran que tienen un potencial de gestión; en última instancia, se adaptan y actúan como si la crisis nunca hubiera ocurrido. Hay que llamar la atención sobre la crisis para que la resolución sea visible, pero llamar demasiado la atención sobre la crisis subjetiva, y sobre la fragmentación y multiplicidad que produce, supondría poner en práctica —o representar— la inflexibilidad. De esta manera, pasado, presente y futuro se consolidan de nuevo constantemente para que parezca que un sujeto o un trabajador se adapta exactamente a cada nuevo papel.

      Martin es muy consciente de la naturaleza doble de este concepto: Por un lado, [flexibilidad] puede significar algo así como libertad para emprender acciones: las personas establecen metas que creen que son las mejores para la organización… Por otro lado, puede significar la capacidad de la organización para contratar o despedir trabajadores/as a voluntad, como en [el artículo de Los Angeles Times] “Escuelas para enviar avisos de despido por ‘flexibilidad’”, que describe cómo veintiún empleados de Los Ángeles iban a ser despedidos. En este caso, la flexibilidad reside en las escuelas, y los empleados no tienen más remedio que cumplir. El poderoso sistema escolar se contrae o expande de manera flexible; el empleado, sin poder, lo acepta con flexibilidad. (145)

      Es precisamente la naturaleza doble de la flexibilidad lo que encuentro útil para interpretar las epifanías heteronormativas y capacitistas, y este momento en la historia de la heterosexualidad obligatoria y la capacidad corporal obligatoria. El sujeto con capacidad corporal y con éxito, como el sujeto heterosexual con más éxito, ha observado e interiorizado algunas de las lecciones de los movimientos de liberación de las últimas décadas. Sin lugar a dudas, estos movimientos ponen en crisis al sujeto heterosexual y con capacidad corporal exitoso, pero él o ella debe actuar como si no lo hiciera; en cambio, el sujeto debe demostrar una tolerancia obediente (y flexible) hacia los grupos minoritarios constituidos a través de estos movimientos. Aunque un modelo residual (como el modelo que Edelman identifica en la década de 1960) demoniza explícitamente lo queer y la discapacidad, los modelos actualmente dominantes y emergentes de subjetividad heterosexual y capacitista valoran implícita o explícitamente —como en el apoyo de Hewlett-Packard a “la diversidad de nuestra gente y de sus ideas”— el trabajo con personas con discapacidad y personas LGBT. Sin embargo, la visión de Martin de la flexibilidad nos permite interpretar críticamente esos modelos más tolerantes de subjetividad. En muchas representaciones culturales, las figuras queer, o con discapacidad, ya no encarnan la desviación absoluta, sino que siguen estando visual y narrativamente subordinadas y, en ocasiones, se eliminan por completo (o quizás, en el nuevo lenguaje flexible, son despedidas). De nuevo, la flexibilidad funciona en ambos sentidos: los personajes heterosexuales y capacitistas de estos textos trabajan con minorías queer y con discapacidad, contrayéndose y expandiéndose de manera flexible, mientras que las minorías queer y con discapacidad cumplen con flexibilidad. Dado que todo esto ocurre en un clima discursivo de tolerancia, que valora y se beneficia de la “diversidad” (un clima que incluso permite que el actor que interpreta al personaje gay sea nominado a un Premio de la Academia), el sujeto heterosexual, con capacidad corporal, así como la cultura posmoderna que lo produjo, puede fácilmente negar hasta qué punto la contracción y expansión subjetivas de la heterosexualidad capacitista (y, como subrayé en la conclusión de esta introducción, las lógicas políticas y económicas neoliberales en general) dependen en realidad de cuerpos dóciles queer y con discapacidad.

       Heterosexualidad capacitista: ¿tan buena como parece?

      Para las comunidades LGBT y para las personas con discapacidades, esta subordinación, en un contexto contemporáneo que supuestamente valora la diversidad, es a menudo tan buena como parecex. Así parecería, sin duda, a juzgar por la propia película, que considero representativa de una amplia gama de textos contemporáneos21. Sin embargo, queerizar los estudios sobre la discapacidad o defender el uso de la discapacidad en el ámbito de la teoría queer ayuda a crear espacios críticos sobre la discapacidad que se superponen con los espacios críticos queer que activistas y académicos/as han generado durante las últimas décadas, en los que podemos identificar y cuestionar la consolidación actual de la hegemonía heterosexual y capacitista.

      As Good As It Gets es una


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