Teoría crip. Robert McRuer

Teoría crip - Robert McRuer


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crip), tal consolidación del poder no es la única solución imaginable.

       Sujetos sexuales capacitistas

      El espectáculo de la homosexualidad o la discapacidad puede haber ocultado una masculinidad o heterosexualidad potencialmente fracturadas en 1964, pero la situación había cambiado considerablemente a finales de los noventa. De hecho, 1998 podría verse como el Año de los Heterosexuales Espectaculares. El movimiento ex-gay, anteriormente un movimiento marginal en el mejor de los casos dentro de la derecha cristiana, alcanzó repentinamente una dimensión nacional, no solo con la publicación de anuncios a página completa que promocionan su agenda en periódicos como el New York Times y el Washington Post (los anuncios mostraban a hombres y mujeres “curados” de su homosexualidad), sino con una cobertura sin precedentes (de la campaña publicitaria y del movimiento en general) en los principales medios de comunicación. Newsweek, aunque insistía en que “pocas identidades en Estados Unidos son más marginales que la de ex-gay”, contribuyó a terminar con esa marginación con una historia de portada sobre “la pareja casada John y Anne Paulk” y otros ex-gais (Leland y Miller). El propio John Paulk publicó un libro sobre su asombrosa conversión a la heterosexualidad: Not Afraid to Change: The Remarkable Story of How One Man Overcame Homosexuality. A pesar de nombrar solo “la homosexualidad” en el título de su libro, Paulk y otros ex-gais que contaron sus historias se centraron continuamente en una heterosexualidad nuevamente visible. De hecho, Paulk se describió a sí mismo como “un heterosexual que ha salido del armario de la homosexualidad” (Citado en Marble, 28).

      Desde las páginas del New York Times hasta el propio Despacho Oval, se exhibió la heterosexualidad, con al menos una representación de heterosexualidad espectacular que condujo al juicio político de un presidente. John y Anne Paulk, después de todo, no fueron la única pareja heterosexual que apareció en la portada de Newsweek o Time ese año. A pesar de la crisis nacional ocasionada por la heterosexualidad practicada en el Despacho Oval por Bill Clinton y Monica Lewinsky, sin embargo, quedó claro en 1998 que el heterosexual espectacular sobreviviría. Por medio de la confesión de Clinton a la nación y la disculpa a su esposa e hija, por medio del juicio político y su cobertura mediática, se restauró y se hizo visible la heterosexualidad “adecuada” (casada, monógama), irónicamente, de manera no muy diferente a la forma en que la heterosexualidad “natural” fue restaurada por medio de las campañas ex-gais. La crisis de Clinton no se presentó, al menos de forma obvia, como un momento de pánico en el que la heterosexualidad necesitaba ser nombrada explícitamente para poder reafirmarse. No obstante, el caso Clinton puede verse como parte de una crisis más amplia de las últimas décadas donde la (hetero)sexualidad hegemónica ha sido cada vez más cuestionada y amenazada. Una respuesta estratégica dominante a esa amenaza ha sido hacer visible dicha crisis para resolverla. A pesar de sus diferencias extremas (el movimiento ex-gay, por ejemplo, sostuvo una satanización más antigua de la homosexualidad, mientras que la administración Clinton incluyó y apoyó a docenas de personas abiertamente LGBT con cargos en la administración), los casos actuales de Clinton y Paulk estaban completamente saturados de una retórica de curación que devolvió de forma ostensible la heterosexualidad al lugar que le correspondía17.

      En este contexto más amplio, en medio de la obligación de impugnar la sexualidad inadecuada y hacer visible una heterosexualidad “curada”, tal vez no sea sorprendente que los Oscars al mejor actor y mejor actriz de ese año fueran a la pareja (heterosexual) que aparecía en As Good As It Gets. Por su interpretación de la sufrida camarera Carol, Connelly, Helen Hunt se llevó a casa su primer Oscar. Por su interpretación de Melvin Udall, un novelista romántico obsesivo-compulsivo que vive en el barrio de Manhattan donde trabaja Carol y cuyo comportamiento, a menudo acompañado de comentarios sexistas, racistas y homofóbicos, lo aísla de casi todos, Jack Nicholson se llevó a casa su tercer Oscar. Después de que Hunt y Nicholson recibieron sus Oscars, sus actuaciones se validaron aún más cuando muchos ganadores del Oscar de décadas anteriores que estaban en las tribunas se subieron al escenario y se pidió a Hunt y a Nicholson que se unieran, juntos, a ese grupo especial. Greg Kinnear, que interpretó al vecino gay de Melvin, Simon Bishop, fue nominado a mejor actor de reparto pero perdió ante Robin Williams en Good Will Hunting.

      As Good As It Gets, a pesar de estar nominada a mejor película, se hundió en lo que respecta al premio principal de la noche, ya que su competencia fue Titanic de James Cameron, el mayor éxito de taquilla del siglo. En el Año del Heterosexual Espectacular, sin embargo, era perfectamente apropiado que ganara Titanic, ya que situó una historia épica de romance heterosexual en medio de un naufragio. Aunque la protagonista (Rose Dewitt Bukater, interpretada por Kate Winslet cuando era una mujer joven y por Gloria Stuart de anciana) pierde al amor de su vida (Jack Dawson, interpretado por Leonardo DiCaprio) en el desastre, ella permanece siempre fiel a él y cuenta la historia de su apasionada aventura a un pequeño grupo que rescata todo lo que puede de los restos. Los buzos la llevan al lugar del naufragio para que les ayude a reconstruir los detalles de lo que sucedió esa noche; esperan recuperar un collar de gran valor que Rose solía llevar, pero terminan recuperando mucho más. Titanic sugirió que el problema del siglo no había sido —como W. E. B. DuBois predijo que sería en 1903— el problema racial, o incluso el problema de la clase social, a pesar de las representaciones caricaturescas de fiestas obscenas de la clase trabajadora en Titanic. No, el problema del siglo XX, resuelto simbólicamente en sus últimos años por esta película, había sido la separación y reunificación heterosexual. “Qué sorpresa”, comentó mordazmente la teórica queer Madonna mientras entregaba el Oscar a la mejor canción original a Céline Dion, cuyo super éxito “My Heart Will Go On” subrayó la permanencia de la heterosexualidad. A lo largo del siglo y a pesar de la catástrofe (incluidos ochenta y tantos años de separación y, sorprendentemente, la muerte), la heterosexualidad prevalece:

      Cerca o lejos, donde quiera que estés

      Creo que el corazón sigue adelante

      Una vez más abres la puerta

      Y estás aquí en mi corazón

      Y mi corazón seguirá y seguirá.

      La supuesta atemporalidad del sentimiento representado por la canción de Dion y por Titanic en general ocultó cómo la película mostraba otras representaciones de la heterosexualidad de finales del siglo XX18.

      Con una competencia tan espectacular en los Premios de la Academia, As Good As It Gets, publicitada no como una epopeya similar a Titanic sino como una mera comedia romántica, tuvo suerte de llevarse a casa algún premio. Al mismo tiempo, tiene algunas similitudes asombrosas con Titanic. En una escala mucho menor, se trata de separaciones y reunificaciones heterosexuales. Más allá de eso, sin embargo, es virtualmente un ejemplo de libro de cómo las epifanías heteronormativas son necesariamente las de la persona con capacidad corporal. De hecho, yo interpreté el momento ganador de los premios masculinos y femeninos de la película como la culminación de un proceso de epifanía que comienza en la pantalla, en la narrativa de la película en sí.

      Aunque la epifanía, como recurso artístico, puede que tuviera su apogeo (alto modernista) y ahora haya sido reemplazada por una repetida exposición (posmodernista) de cómo las epifanías son siempre ilusorias o ineficaces, el proceso conserva una amplia vigencia y las películas de Hollywood en particular representan (y continúan produciendo) un intenso deseo de epifanía. El momento de la epifanía (ya sea en el alto modernismo o en el cine de Hollywood contemporáneo), a pesar de su afinidad con experiencias religiosas extáticas en las que se dice que un individuo se pierde brevemente a sí mismo, tiende a ser un momento de subjetividad incomparable. A medida que la música aumenta de volumen y la luz cambia, el momento marca para el personaje una consolidación temporal del pasado, el presente y el futuro, y la claridad que describe esa consolidación le permite al protagonista asumir, al final de la narración, un sentido de plenitud subjetiva del que carecía anteriormente.

      La representación cultural de este momento de epifanía requiere lo que Martin llama “cuerpos flexibles”,


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