Pasiones lacanianas. Patricia Moraga

Pasiones lacanianas - Patricia Moraga


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pensar en qué medida estas tres pasiones, estos tres afectos articulados con la transferencia, corresponden a diferentes momentos del recorrido de un análisis, incluso del inicio del análisis. Y lo hago para ponerlos en tensión con otra serie de afectos que Lacan articula con el final del análisis, especialmente en «El atolondradicho», donde se refiere al afecto maníaco-depresivo que suele acompañar el final del análisis. Esto toma luego la modalidad del cinismo o del desencanto que acompaña a veces el final del análisis, así como la del saber alegre o del entusiasmo que jalona la salida del dispositivo. En la «Carta a los italianos» dice, por ejemplo, que si el final del análisis no está marcado por el entusiasmo no es un final del análisis.

      Hay una serie de pasiones que Lacan enumera en «Televisión» y que se encuentran en la pregunta número cuatro. Allí Miller interroga a Lacan:

      Desde que usted propuso su fórmula hace veinte años, la de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, le oponen, bajo formas diversas: Todo eso no son más que palabras, palabras, palabras [mots]. Y de lo que no se embaraza con palabras, ¿qué hace usted con ello? ¿Quid de la energía psíquica, o del afecto, o de la pulsión?

      Como ven, Miller retoma el argumento de André Green para darle a Lacan la oportunidad de decir algo más sobre el asunto con el que le vienen dando leña: que no toma en cuenta los afectos. Y Lacan responde enumerando una serie de lo que llama las pasiones del alma. El término pasiones del alma es un término de la Filosofía. Pueden encontrarlo en Descartes, en Spinoza, en Santo Tomás de Aquino.

      ¿Por qué Lacan pasa de hablar de las pasiones del ser a referirse a las pasiones del alma? ¿Qué hay en ese pasaje de términos? Es evidente que el punto de vista cambió, y entonces tienen ahí la serie: tristeza, gay savoir o gaya ciencia –que es un saber alegre–, felicidad, beatitud, aburrimiento y mal humor. ¿Qué tiene en común esta serie, aparentemente dispar? ¿Qué lleva a Lacan a reinterpretar la psicopatología en términos de pasión, a llamar cobardía a la depresión? Recordar que las pasiones del ser son las de la falta en ser y articular las pasiones del alma con el objeto a, como lo hace Lacan en «Televisión», puede ser una vía de respuesta.

      Por supuesto está también la serie del Seminario de La angustia: angustia, emoción, turbación, embarazo –serie que está organizada en relación con el acto y con la acción–. No es algo traído de los pelos porque pasión es lo opuesto a acción. La pasión no es solo el apasionamiento, la pasión es lo que se padece. De ahí la pasión de Cristo, que no es su entusiasmo, aunque tal vez es su goce. Y de ahí también la referencia a la «pasión del significante», es decir, al efecto del significante, al hecho de que al significante se lo padece. El cuadro del Seminario 10 se ordena según el mayor o menor movimiento, el mayor o menor impedimento. De ahí que Lacan ponga en la serie: la angustia, la inhibición y el acting out.

      En otro registro, habría que pensar si no se puede considerar a la culpabilidad como un afecto del superyó. Al menos parecería que es así como lo formula Freud en su texto «Los que delinquen por sentimiento de culpabilidad», y es así como lo retoma Lacan en su tesis sobre Aimée y la paranoia de autopunición.

      Hay un fenómeno clínico que resulta especialmente propicio para considerar la articulación entre el cuerpo, el afecto y el saber, que es el fenómeno psicosomático. En efecto, el fenómeno psicosomático parecería ser un caso clínico de la incidencia directa del pensamiento sobre el cuerpo, sin mediación significante. Es lo que hace que tengamos dificultades para interpretarlo porque, a diferencia del síntoma, no pasa por el sentido. Como si el fenómeno psicosomático fuera una articulación entre lo simbólico y lo real del cuerpo sin pasar por la dimensión del sentido a descifrar, lo cual pone particularmente de manifiesto que el afecto no es el sentimiento, y que el cuerpo, aun sin ser el de Joyce, puede estar afectado por el lenguaje sin que la dimensión del inconsciente, en sentido freudiano, esté implicada.

      Si les interesa el tema, hay una clase del curso Extimidad, de Jacques-Alain Miller, que está dedicada al fenómeno psicosomático. También hay un testimonio de pase que vale la pena leer para este tema, el de Araceli Fuentes.

      Hay un volumen que va a servirnos de guía para la reflexión clínica, que es Variaciones del humor. Se trata de una conversación de las Secciones Clínicas de Francia donde se trabaja el tema del humor, es decir, del afecto. Hay también un texto antiguo de Miller que vale la pena tener a mano, que está publicado en Matemas II: «A propósito de los afectos en la experiencia analítica». Es un texto fundamental para todo esto. Y hay un libro, Los objetos de la pasión, publicado por Tres Haches, donde encontrarán algunas conferencias de Éric Laurent en las que intenta articular las pasiones con el objeto a. El texto de Miller, «A propósito de los afectos en la experiencia analítica», que está en Matemas II, está tomado de las actas de unas jornadas que se hicieron en la ECF en el año 86, me parece. Ahí hay un texto de Éric Laurent donde toma el afecto como signo, no como significante, acorde con la lectura que hace Lacan sobre el afecto en Radiofonía.

      Vamos a tener tres textos que oficiarán, al menos para mí, de telón de fondo: la pregunta y la respuesta dos de Radiofonía, la pregunta y la respuesta cuatro de «Televisión», y el Seminario de La angustia. Las referencias clínicas provienen de Variaciones del humor. El texto de Miller y el texto de Laurent, así como todo lo que ustedes vayan encontrando, tendrán su lugar en estas reuniones.

      8 de abril de 2016

      1- André Green, El discurso viviente: la concepción psicoanalítica del afecto, México, Siglo XXI, 1973.

      La vez pasada les comentaba que una de las razones que me habían llevado a hablar de los afectos era evitar la desorientación que podría producirse si se pensara que el «cuerpo hablante» se expresa por la vía del afecto. Hay que ser cautelosos con eso y recuperar las referencias, tanto de Freud como de Lacan, que le niegan al afecto el estatuto de «verdad». El afecto no revela una verdad inefable que escapa a la palabra. Baste recordar que para Lacan –al menos para el Lacan de los años sesenta– hay un único afecto que no engaña, la angustia, lo que ya indica que en ningún caso le da un estatuto de verdad a la expresión del afecto. De ahí que yo pensara que convenía tomar precauciones cuando nos adentramos en el registro del cuerpo hablante.

      Efecto de afecto


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