Pasiones lacanianas. Patricia Moraga
de la realización del ser, o del ser en potencia tal como se propone en el Seminario 1, el psicoanálisis le devuelve al sujeto su ser. Hay una realización del ser por la vía de lo que Lacan llamaba en esa época la palabra plena. Sin embargo, cuando estamos en el campo de la falta en ser del Seminario 5, 6, y de «La dirección de la cura…», el final de análisis no remedia de ninguna manera la falta en ser. No hay ninguna afirmación del ser cuando se pasa al terreno de la falta en ser. La falta en ser se sostiene, no hay una solución; hay en todo caso otras soluciones que acompañan la falta en ser. Mientras que en el Seminario 1 la realización del ser aparece como la perspectiva del final del análisis, y es en esta vía de la realización del ser en la que consiste el análisis que se interponen el amor, el odio y la ignorancia.
Tanto en este Seminario como en el siguiente, amor, odio e ignorancia tienen una función de velo. Esto es manifiesto en la pasión de la ignorancia. Asimismo, decir que el amor cumple una función de velo es algo familiar. El amor de transferencia es, efectivamente, un velo. Lacan lo reitera tanto que ya nos resulta algo sabido y tiene que hacer un gran esfuerzo al final de su enseñanza para demostrar que no todo el amor es velo. Pero en el Seminario 1 el amor, que es abordado a través del amor de transferencia, surge para proteger la pasión de la ignorancia, que es la posición radical del sujeto.
La palabra condena al desconocimiento del ser, al refugio en un falso ser. ¿Pero acaso el analizante quiere saber? Más bien se vale de la transferencia para mantener su «no quiero saber nada de eso». A la pasión de la ignorancia se le contrapone el advenimiento de una palabra plena, plena de sentido. Podría pensarse que la pasión de la ignorancia es un nombre del inconsciente. Pero ¿por qué no hablar sencillamente de inconsciente?, ¿por qué hablar de «pasión de la ignorancia»? Es, precisamente, porque así pasa al primer plano la dimensión ética que implica el hecho de no querer saber. El inconsciente así presentado no implica ninguna idea de sustancia, de profundidad o de ente, y no tiene otra estructura que la afirmación de un falso ser en el rechazo al saber.
En este contexto Lacan se ocupa de diferenciar la pasión de la ignorancia del analizante, su no-querer-saber, de la pasión de la ignorancia del lado del analista, a la que llama la docta ignorancia, que es el ejercicio de ignorar lo que se sabe para tomar cada caso como si fuera la primera vez. Hay un texto precioso de Éric Laurent que hace hincapié en las pasiones del ser, donde toma a Jung, a Ferenczi y a Rank e interpreta la pasión de la ignorancia en cada uno de ellos.
Entonces, por un lado nos encontramos con la pasión de la ignorancia del lado del analizante, con su posición radical que es la de no querer saber. Freud se preguntaba por la Wissentrieb, la pulsión de saber. Pero para Lacan no existe el menor deseo de saber. Años después va a agregar que se habla para gozar, no para saber. Por eso, cuando la interpretación va en la dirección de transmitir un saber, yerra el blanco.
Intervención: Con respecto al humor, el chiste y el superyó, el humor le gana al superyó, pero el chiste juega con la palabra en vez de padecer de ella.
Graciela Brodsky: Sí, la cuestión que habría que trabajar es por qué un chiste hace reír a varios y no solamente a uno. No digo a todos, pero el chiste funciona si logra la carcajada colectiva. Es un fenómeno de muchos, y eso es lo que me parece que habría que investigar.
Gustavo Stiglitz: Recién ahora entiendo mejor la función del chiste. La pregunta es si el agujero, el ombligo del sueño, es un real, si es el mismo real que el del cuerpo. Lacan dice que son dos reales distintos, pero son dos impasses entonces; el impasse de la formalización que vos traías al principio como demostración es el agujero equivalente al ombligo del sueño, no se puede decir más nada. En cambio el otro, el del agujero corporal, es de otra estofa, y entonces se me ocurre que el chiste está justo en el lugar donde toma algo del agujero simbólico, de lo que no se puede decir, y lo hace resonar en el otro, en el cuerpo. Por eso me parece que ahora puedo entender bien cuál es el lugar del chiste como conexión entre los dos impasses.
Graciela Brodsky: ¿Cómo resuena esto entre varios?
Gustavo Stiglitz: Que muchos se rían o que muchos aplaudan no nos dice nada de por qué aplaude o se ríe cada uno. Un cartel, por ejemplo, produce un efecto de afecto colectivo, pero no sabemos nada de cuál es el efecto de afecto en cada uno.
Graciela Brodsky: No deja de ser una curiosidad que cuando el chiste es bueno nos riamos muchos; no digo todos, puede ser que alguno no lo cace, pero hay otros que efectivamente se ríen colectivamente.
Gustavo Stiglitz: Que haya algunos que no lo cacen es justamente decir «hay algo que no pasa».
Graciela Brodsky: Efectivamente, eso es más demostrativo. Que para algunos no tenga ningún efecto es demostrativo de lo que no pasa. La cosa podría ir por ahí, y eso lo une también con la sublimación, que estaría en ese cabalgamiento de dos agujeros. Lo que interesó a Freud de la sublimación fue la satisfacción colectiva. Por eso Joyce es interesante como contraejemplo. No resuena en nadie, no entusiasma a nadie. Él se ríe solo.
Gustavo Stiglitz: Pero sí nos entusiasma mucho lo que Lacan hizo por él.
Graciela Brodsky: Efectivamente.
Intervención: En principio, lo que tomó Gustavo está en la línea de lo que yo evocaba en relación al chiste, que es la mención que Lacan hace en el Seminario 23, de que lo importante del chiste no es el sinsentido, sino que, concibiéndolo en ese momento como lapsus del nudo, lo que produce es un cambio en el régimen de goces. Me parece que esto del agujero y del cambio en el régimen de goces está en juego en el efecto del chiste, y comparto con Gustavo la idea de que habría que ver cómo se ponen en juego en la singularidad.
Graciela Brodsky: Estoy interesada en el efecto colectivo. El efecto colectivo de la enseñanza tiene ese aspecto demostrativo. Puedo hacer fórmulas y demostrarlas, pero eso no tiene que ver con el entusiasmo o el aburrimiento que puede producir la enseñanza. Hay algo que Freud intentó explicar con la psicología de las masas, y lo explicó bien; no sé si habría buenas maneras de explicarlo con otros instrumentos que no sean los de la identificación. Es un instrumento muy potente, que demuestra. En cambio, cuando entramos en el terreno de la resonancia, de la satisfacción que pasa, estamos en un terreno más difícil de argumentar. Sabemos que hay cosas que nos entusiasman colectivamente, eso es un hecho, pero la dificultad es argumentarlo psicoanalíticamente sin el recurso de la identificación.
Intervención: Hace un tiempo hice un trabajo sobre el chiste. Me pareció que Freud decía –al menos es mi lectura– que el chiste estaba en otro régimen de satisfacción que el principio del placer. O sea que el placer en el chiste es positivo, no es negativo, porque el principio del placer tiende a la descarga, a cero, y el chiste no. Por eso quizás no es una formación del inconsciente y está más del lado de la sublimación, que también es un cambio en el régimen de la satisfacción.
Graciela Brodsky: Está del lado del más. Una ganancia de placer y no un velo. Continuaremos la próxima. Vamos a trabajar las pasiones del ser en «La dirección de la cura…», pero me interesa especialmente trabajar la cuestión del odio: el odio es el único afecto lúcido, dijo en su momento Lacan.
13 de mayo de 2016
1- Lewis Carroll, Lo que la tortuga le dijo a Aquiles, 1894.
2- Jacques-Alain Miller, Piezas sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 71.
3- Idem.
4- Ibid., p. 72.
5- Idem.
6- Sigmund Freud, «Manuscrito K. Las neurosis de defensa (Un cuento de Navidad)», en Cartas a Wilhelm Fliess, Buenos Aires, Amorrortu, 1896.
Las desgracias del ser
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