Shakey. Jimmy McDonough

Shakey - Jimmy  McDonough


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Russ Tamblyn y Dennis Hopper. Después del concierto, la mayoría de ellos, cansados de esperar, ya se habría marchado para cuando Young se decidiera por fin a salir del camerino.

      Cada vez faltaba menos para la hora del concierto y yo no veía ni rastro de Shakey, aunque todo el mundo parecía ponerse en guardia en el backstage. Me imaginé que debía de estar recluido en el autobús, y así me lo confirmó Zeke Young, fruto de la relación tormentosa que Neil mantuvo con la actriz Carrie Snodgress hace ya mucho tiempo. El ceño fruncido, la sonrisa torcida y esa mirada solitaria, como de estar absorto en un sueño, hacían de Zeke una versión en rubio oscuro de su padre allá por 1971. Dirigiendo la mirada a Pocahontas, Zeke me chivó lo que significaba la bandera del estado de California que cubría el interior de la gran luna delantera: «La bandera con el oso quiere decir que está descansando y que nadie puede entrar al bus».

      Es decir, que Shakey saldría cuando se le antojara. Joel Bernstein, un melenudo de rostro aniñado que pasó de ser un fan a convertirse en el principal archivista de Young, lo resumía así desde el estadio: «Neil hace lo que le da la gana cuando le da la gana, y cuando no le da la gana, pues no lo hace».

      En aquel momento, el verano de 1991, Bernstein se dedicaba en cuerpo y alma a recopilar material para una antología de la carrera de Young, y estaba muy entusiasmado. Poco se imaginaba Bernstein que diez años después aún no habría acabado y que le saldrían unas cuantas canas en el intento.

      The Neil Young Archives, un recopilatorio de varios CD que tiene previsto recoger la totalidad de la música grabada por Young, tanto editada como inédita, constituye la muestra perfecta de su tenacidad y su perversidad. Desde el comienzo del proyecto en 1989, se han sucedido sin éxito las fechas provisionales para su lanzamiento. Young, obsesionado con la búsqueda exhaustiva de mejoras en la tecnología del CD, ya va por la tercera conversión —de momento— de analógico a digital de su inmenso catálogo. Ha impedido cualquier intento de reagrupar los Archivos para que tengan un tamaño más práctico y ha vuelto loco a todo el mundo al abandonar el proyecto una y otra vez para dedicarse a componer nuevos temas. Se diseñó una maqueta del libreto que acompañaría a los CD y fue rechazada al instante; Young quería un libro de cuatrocientas páginas. Su visión abarca todos los aspectos del proyecto sin excepción, incluido el diseño de la caja, y no cabe duda de que de un modo u otro se llevará a cabo. Como en el resto de los casos, se hará tal y como Neil Young quiera, o no se hará.

       Todo el mundo se empeña en meter baza en el tema este de los Archivos: qué canciones deberían incluirse, si habría que hacerlo más corto, todas esas gilipolleces que no tienen nada que ver con lo que voy a hacer, ¿sabes? Así que lo que he hecho es impedir que la cosa siga adelante y que nadie se salga con la suya.

       —Esto, ejem, Neil, creo que ya se han percatado.

       —¿Ah, sí?

       —Ya lo creo. Les ha quedado clarísimo.

       —Ha sido un intento de la hostia, muy bueno, pero no es lo que yo quiero. No me importa que me den ideas a la hora de escoger las canciones buenas… Pero las chungas también deberían incluirse.

       —¿Por qué?

      —Pues para que se vea la diferencia. Hay cosas que están bien, pero hay otras que son bazofia que no se editó, y con motivo. Así puedes echarle un vistazo y ver lo que hay. Para eso están los archivos, joder, no para ir del palo «Aquí tenéis a Neil Young en todo su esplendor: su enorme, increíble, cojonudo esplendor». Eso no es lo que yo quiero.

       Quiero que la gente sepa lo malo que era, joder; lo asustado que estaba y lo bueno que era. La pura realidad, eso es lo que busco, y no un producto. Y creo que eso es lo que quieren los fans de verdad: el puto pack completo.

       Y cuando haya acabado con los Archivos, cuando haya elegido lo que se incluye y ya lo tenga todo a punto, voy a destruir todo lo demás.

       —¿En serio?

       —Lo voy a enterrar.

       —¿Te estás quedando conmigo o realmente es lo que has decidido?

       —No te quepa duda. Voy a cavar un hoyo de la hostia, lo echaré todo ahí dentro y luego lo taparé bien tapado. Y así desaparecerá todo.

       —Pero la gente tiene palas. Me refiero a tu gente de confianza.

       —¡¿Que mi gente de confianza tiene palas?!

       —¿Eres la persona adecuada para recopilar los Archivos?

       —Oye, que ya están recopilados. Lo único que falta por hacer es comprobar que estén en orden cronológico, elegir el diseño y la presentación y ponerlos a la venta.

       Mira, me importa una mierda si la gente los COMPRA o no. Es algo que quiero hacer y punto. Aunque solo se pongan a la venta doscientos ejemplares, firmados por mí, joder, pero que se publiquen. Una vez estén acabados, la gente podrá hacer con ellos lo que les salga del culo y ordenarlos como les dé la puñetera gana, pero tendrán todo el puto mogollón para elegir, y no solo una parte. Todo significa todo: lo bueno, lo feo y lo malo.

       —¿Crees que debería plantearme el libro de la misma manera?

       —No, porque la música es un caso aparte. Si lo metes todo en el puto libro… Para empezar, te saldría un tocharro de veinte tomos, joder, y no lo acabarías en tu vida. Además, habría la hostia de cosas que podrían hacer daño a mucha gente.

       Por otro lado, tampoco me gustaría que fuera un libro donde yo quedara como dios, como alguien que lo ha hecho todo perfecto en su vida, ni que parezca un artificio ideado para justificar cada cosa que he hecho, joder.

       —VALE, YA LO VOY PILLANDO.

       —Así que obviamente no será un libro de ese tipo. Pero eso es lo único que me importa: no tengo la menor intención de hacerle daño a nadie. Siempre se pueden decir las cosas de manera que sea el lector quien ate cabos, quien saque sus propias conclusiones.

       El problema que tiene la autobiografía es la falta de perspectiva de la persona que la escribe. Precisamente por ese motivo yo nunca escribiré mi autobiografía. Nunca. Ya se lo he dicho a Pegi: «Nunca me lo permitas». No tiene razón de ser.

       Mucha gente me dice continuamente que mi música les ha ayudado en ciertos momentos de sus vidas, y nunca he podido entender la dinámica que hay detrás de todo esto, pero debe de tener que ver con mi manera de hacer las cosas. Lo que hago es dar la información suficiente para suscitar algún sentimiento en la gente y así luego pueden asociar sus propias vidas a esas imágenes de modo que parezca que se puedan aplicar a ellos directamente. Es como si la canción hubiera sido escrita para ellos. Les sorprende que sus vidas queden reflejadas de una manera tan directa y tan obvia, y esto es posible porque evito hablar de cosas demasiado concretas que les hagan sentirse excluidos.

       Escribir una autobiografía iría en contra de la esencia de todo este proceso. Además, sería algo dificilísimo. Prefiero dedicarme a hacer discos, que es lo mío. Venga, di algo.

       —Me veo en el manicomio.

       —Joder, es que nos podemos tirar toda la vida con esto. Podría acabar siendo peor que los Archivos, je, je. Si nos da mucho por culo, podemos convertirlo en un proyecto artístico. Es un libro, así que el contenido es cosa tuya. Total, no lo pienso leer.

      El concierto en el L.A. Sports Arena empezó exactamente igual que los otros cincuenta y dos conciertos de la gira, con los acordes desgarradores de «Hey Hey, My My (Into the Black)». Esta pequeña oda al demonio que a veces es el rock and roll contiene la tristemente célebre frase «It’s better to burn out than to fade away3». Para algunos es todo un himno; otros se escandalizan.


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