La cosecha. Eduardo C. Fernández
el catolicismo romano, especialmente bajo Pío IX, pasaba por su periodo más autoritario y reaccionario. Después de la guerra méxico-americana, la jerarquía católica romana en los territorios conquistados estaba en manos de los invasores, y generalmente a su servicio. De hecho, el primer obispo méxico-americano no fue nombrado hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Estas circunstancias determinaron la aparición de sentimientos anticlericales, parecidos a los que aparecieron en América Latina en la época de la Independencia. Y esto a su vez le abrió la vía al protestantismo85.
Así, durante el siglo XIX, muchos percibieron a la Iglesia católica como retrógrada y anti hispana, mientras que los protestantes fueron considerados progresistas.
Hoy la tendencia a abandonar la Iglesia romana solamente ha escalado. Como dice el dicho, “la gente vota con los pies”. Hay algunos que sienten que estos grupos no católicos han hecho un trabajo mucho mejor que el de la Iglesia católica en ofrecer servicios para los hispanos y los inmigrantes en general. Allan Deck, uno de los más distinguidos expertos en este campo, enfatiza que como no hay una sola causa de este éxodo masivo, tampoco existe un solo remedio. En un artículo que apareció en 1985 él ofrece numerosas razones y sugiere varias posibles soluciones86.
Su artículo analiza los resultados de varios encuentros que intentaron tratar la fuga de los católicos hispanos. El aspecto más sobresaliente que surgió del diálogo de los obispos en Alta y Baja California fue la necesidad de más personalismo en todo trato con personas hispanas. La Iglesia frecuentemente ha fracasado en la inculturación, siendo a menudo demasiado territorial y dando la impresión de que carece de enfoque87.
Por otro lado, los fundamentalistas ofrecen a los hispanos “un paquete atractivo y coherente”. Doctrinas fijas y moralidad sencilla, combinadas con un culto cargado de emotividad, hacen que el fundamentalismo sea muy atractivo para un hispano que ha sido mayormente ignorado por su propia Iglesia original. Deck reta a la Iglesia católica para que abra los ojos sobre el por qué los fundamentalistas están logrando tales incursiones entre los hispanos; es decir, han hecho mayor esfuerzo para inculturarse en un ambiente menos cerebral.
Edmundo Rodríguez, el párroco jesuita anteriormente mencionado, que luego llegó a ser provincial de la Provincia Jesuita de Nueva Orleans, plantea la cuestión desde otra perspectiva:
Las Iglesias protestantes y pentecostales están haciendo grandes incursiones dentro de la comunidad hispana. Se perciben como Iglesias de los pobres y para los pobres (sea esto la realidad o no); muchas de ellas acogen a gente químicamente dependiente y trastruecan sus vidas. Generalmente sus edificios son muchos más sencillos, y a menudo estos son Iglesias “de fachada”; son básicamente Iglesias laicas en las cuales cualquier persona dispuesta a pasar un tiempo en la capacitación puede volverse un apóstol. Hay también una percepción de que los que pertenecen a estas pequeñas Iglesias no tienen miedo de entrar a las casas de la gente y tratar los peores problemas que allí encuentren: adicciones, violencia, relaciones tensas entre los miembros de la familia. Por otro lado, se percibe que la Iglesia católica es incómoda ante la pobreza y no enfrenta los problemas reales que la gente pobre generalmente experimenta. Esa, en mi opinión, es la razón que explica por qué las Iglesias fundamentalistas son tan atractivas para los hispanos más pobres88.
Resumiendo, entonces, el ministerio de la Iglesia hacia los hispanos se ha visto recargado de muchas dificultades. Entre las más difíciles han sido cómo hacer, en las palabras de Puebla, “una opción preferencial por los pobres”, y cómo inculturar mejor el mensaje del Evangelio en un contexto hispano.
Una presencia profética
Los obispos de Estados Unidos escribieron una carta pastoral en 1983 y la siguieron con un “plan pastoral” en 1987. Aunque emitido por la jerarquía, este trabajo, el Plan Pastoral Nacional para el Ministerio Hispano, representa la culminación de tres encuentros nacionales celebrados en 1972, 1977 y 1985 para recoger el parecer y las respuestas de la Iglesia hispana de base89. El Tercer Encuentro, que fue celebrado en 1985, se caracterizó en particular por la consulta, el estudio y la reflexión en todos los niveles. Asistieron mil 150 delegados90. Como nota el Plan Pastoral, los hispanos, a pesar de su pobreza económica, tienen mucho que ofrecer a la Iglesia estadounidense:
Este mismo pueblo, debido a su gran sentido de religión, de familia y de comunidad, es una presencia profética frente al materialismo e individualismo de la sociedad. Por el hecho de que la mayoría de los hispanos son católicos, su presencia puede ser una fuente de renovación dentro de la Iglesia católica en Norteamérica. A causa de su juventud y crecimiento, esta comunidad continuará siendo una presencia significativa en el futuro91.
Otros escritores agregan su evaluación de la riqueza espiritual de la cultura hispana al documento de los obispos. Kenneth G. Davis, un franciscano conventual, ve la presencia de los hispanos en la Iglesia como una bendición. En ellos encuentra menos contaminación moderna y secularista. “Es precisamente porque los hispanos son católicos y no parte de nuestra sociedad dominante que están en una posición única para ayudarnos a distinguir entre lo que es auténticamente católico en nuestra sociedad y lo que son arreos de una religión puramente civil o de la convención cultural”92.
En tono similar, Allan Deck describe algunas de las diferencias entre los hispanos y la cultura dominante norteamericana. Su análisis da cuerpo a la esperanza de los obispos de que los hispanos son una presencia profética en la Iglesia:
La cultura norteamericana está ensimismada en el desarrollo personal, en el individualismo, en el secularismo, mientras que la cultura hispana enfatiza los aspectos colectivos de la vida personal: la familia extendida, lo interrelacionado de las vidas espirituales y temporales de la gente. El mundo angloamericano enfatiza la independencia del individuo, mientras que el mundo de los hispanos es jerárquico y subraya la dependencia y la interdependencia del individuo en relación con la familia, la Iglesia y la comunidad. La cultura hispana, con su fuerte énfasis en los aspectos religiosos de la vida, siente una atracción clara a una perspectiva hacia la religión que está basada en la familia y la comunidad. El hispano busca maneras más expresivas de vivir su fe93.
Algunos teólogos han puesto una mirada seria en la espiritualidad hispana, de la cual la religiosidad popular conforma una parte importante, y han comenzado su sistematización. Rosa María Icaza, por ejemplo, una hermana de la Caridad del Verbo Encarnado, describe la espiritualidad de los católicos mexicanos y méxico-americanos. Sus observaciones probablemente son verdaderas con respecto a la espiritualidad latinoamericana en general. Ella concluye que para los hispanos “la espiritualidad está traducida en el amor de Dios que mueve, fortalece y se manifiesta en el amor al prójimo y a uno mismo”94.
Numerosos ejemplos comprueban esa aserción. Basándose en gran parte de la religiosidad popular, ella describe una espiritualidad de la encarnación en donde los símbolos y las relaciones son de la máxima importancia, sea entre el individuo y Dios o entre el individuo y los demás. Logra demostrar que tanto las mujeres como los sacerdotes juegan un papel importante dentro de la cultura y concluye que una teología pastoral hispana está todavía en proceso de desarrollo95.
Como sugiere el artículo mencionado arriba por una teóloga hispana, existe hoy una naciente teología hispana de Estados Unidos que procura identificar y promover los valores cristianos dentro de la cultura hispana. A pesar