La cosecha. Eduardo C. Fernández
católicos en Texas y California y llega a la misma conclusión: la Iglesia hispana había perdido a sus dirigentes nativos39. Con el tremendo influjo de los no hispanos en estos territorios, particularmente después de que Texas fuera reconocido como estado y en California se descubriera el oro, los hispanos se encontraron más y más al margen no solo de la sociedad en general sino también de la Iglesia.
Hacia el final del siglo XIX, los hispanos americanos en el suroeste no tenían voz institucional en la Iglesia. Los sacerdotes hispanos nativos que habían sido sus voceros hacia la mitad del siglo habían sido purgados o habían fallecido. La expulsión de los activistas había sido una potente lección para aquellos sacerdotes envejecidos que quedaban. Ellos se habían dado cuenta de que se podían quedar solamente si eran sumisos. Se habían desvanecido sin ruido40.
El escritor de Nuevo México ve esta pérdida de liderazgo nativo como una de las principales razones por las cuales el laicado hispano siguió por su propio camino: “Por casi 300 años en Nuevo México, 200 años en Texas y 100 años en California, ellos dependieron, por necesidad, de sus propias tradiciones religiosas caseras. Estas les sirvieron muy bien”41.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la inmigración no hispana hacia el suroeste en poco tiempo hizo que la población hispana nativa se volviera una minoría. Al entrar en vigor un nuevo sistema completo, con su idioma y sistema de procuración de justicia totalmente diferentes, los hispanos se hallaron marginados, perdiendo muchas veces su tierra y por ende su poder político.
Hubo cierta migración al norte desde México en los años siguientes, pero estas migraciones llegaron a ser más numerosas en el siglo XX. Muchos llegaron a Estados Unidos durante la época de la Revolución en las primeras décadas del siglo XX42.
Otro caso de colonialismo interno, o la creciente presencia de Estados Unidos en el Caribe
Antonio M. Stevens-Arroyo, educador e historiador cultural de origen puertorriqueño, describe una situación parecida a la del suroeste, en la cual Estados Unidos, política y militarmente, tomó el poder de toda una región habitada por gente hispana o latina:
Una comprensión de la historia de la Iglesia para los puertorriqueños en Estados Unidos no comienza cuando ellos vienen al continente sino cuando Estados Unidos va a Puerto Rico. Las tropas del ejército que desembarcaron en la costa meridional de Puerto Rico, el 25 de julio de 1898, acabaron con 400 años de gobierno español sobre la pequeña isla caribeña y su pueblo multirracial. Estudios políticos valiosos demuestran indiscutiblemente que la religión de la gente de Puerto Rico era de gran interés para los nuevos señores provenientes de Washington43.
En otra parte, el autor indica la importancia de Puerto Rico en la historia de la Iglesia católica en Estados Unidos:
Puerto Rico es el lugar de nacimiento de la Iglesia católica en las Américas; fue la primera diócesis en el Nuevo Mundo en recibir a su obispo, Alonso Manso, quien llegó en 1513. Cuando la fácil riqueza del oro indio se desvaneció, la isla perdió población y la sede episcopal sufrió una disminución de importancia. Sin embargo, a lo largo de los años del imperio colonial español, Puerto Rico sirvió como primer paso para los nuevos obispos, incluyendo un alto porcentaje de prelados nacidos en Latinoamérica. No obstante, solamente uno de ellos fue puertorriqueño44.
Uno solo puede imaginarse la confusión que estalló con el cambio hacia un sistema político nuevo. Después de todo, Puerto Rico había estado bajo la bandera española durante 400 años. Los paralelos con Nuevo México y el resto del suroeste son numerosos. Como el sistema político y económico se volvió más estadounidense, la tendencia de la política gubernamental fue la de americanizar a la población. El inglés se volvió la lengua oficial y los políticos que se opusieron a este proceso de americanización pronto se hallaron reemplazados por personas nombradas por el gobernador militar. Los efectos económicos fueron casi inmediatos. “Los mercaderes y terratenientes puertorriqueños perdieron mucho de su poder económico cuando el peso se devaluó y los bancos estadounidenses, recién establecidos, drásticamente limitaron el crédito en la isla45”.
Igualmente, desastrosos fueron los efectos sobre la Iglesia católica en la isla. Basándose en el trabajo de varios historiadores, Stevens-Arroyo relata que “con el cambio de poderes y una insistencia sobre la separación entre Iglesia y Estado, los sacerdotes y religiosas misioneros españoles se fueron en gran número y se decomisaron muchos hospitales, escuelas e iglesias. El argumento empleado para justificar estas acciones era que el dinero de los impuestos públicos había edificado estas instituciones católicas y que eran, por lo tanto, edificios públicos, no religiosos”46.
La estrategia pastoral de la jerarquía en los años siguientes fue la de traer, especialmente de Estados Unidos, sacerdotes y religiosas misioneros, personas que establecieron misiones y escuelas en la isla, antiguamente conocida como Borinquen. Stevens-Arroyo caracteriza su trabajo como bien intencionado, pero extremadamente deficiente en adaptarse a la nueva realidad:
Los esfuerzos de estos religiosos se dirigían, en gran medida, a establecer un sistema escolar católico. Estos primeros misioneros pertenecían a su época y no interiorizaban los valores religiosos de los puertorriqueños
como una adaptación consciente del misionero extranjero a la Iglesia nativa. Y aunque ellos reconocieron las raíces culturales hispanas del catolicismo al fomentar procesiones y devociones, esto era más que contrarrestado por la conspicua ausencia de éxito en el reclutamiento de puertorriqueños a sus filas. Por otro lado, los protestantes no solamente estaban dispuestos a ordenar al ministerio a los puertorriqueños, sino que en muchas ocasiones dieron entrada abierta a los ex-sacerdotes católicos47.
Así, la Iglesia católica asumió una postura más de asimilación que de inculturación. Este error ha repercutido hoy en día en el amplio porcentaje de cristianos protestantes en la isla.
Más al norte, en la tierra firme estadounidense, los latinos comenzaron a establecerse. Hacia la última parte del siglo XIX, los refugiados por consecuencia de la insurrección por la independencia cubana comenzaron a asentarse en Tampa, Florida. Aún después de que Cuba logró el autogobierno como resultado de la guerra hispano-americana en 1898, los cubanos continuaron migrando a Estados Unidos por la agitación política en la isla.
Después de que Estados Unidos invadió Puerto Rico en 1898, como arriba se mencionó, se firmó el Tratado de París, que dio fin a la guerra hispano-americana, y la isla se volvió posesión estadounidense. Ya se ha dado alguna atención al establecimiento de políticas económicas a través de las cuales los campesinos empezaron a perder sus tierras a favor de empresas estadounidenses, que buscaban desarrollar la industria de la caña de azúcar. En las décadas siguientes estos campesinos despojados se fueron para las ciudades o emigraron hacia la tierra firme48. Economías comparables e inestabilidad política trajeron a la gente de la República Dominicana a las costas orientales de Estados Unidos. Juntándose con las crecientes poblaciones de puertorriqueños y cubanos, contribuyeron a crear una significativa porción de presencia hispana en Estados Unidos.
Iglesia inmigrante en un país protestante
Hasta este punto, ¿cuál había sido la situación de la Iglesia católica en Estados Unidos? El historiador de la Iglesia, Thomas Bokenkotter distingue entre la situación en los varios territorios que eventualmente llegarían a formar parte del país y la de las trece colonias