Migrantes. Roger Norum

Migrantes - Roger  Norum


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más bajos de la escala salarial, ha habido muy poca evidencia que apoye la idea de que la migración sea el factor impulsor principal, o al menos uno relativamente importante, de la bajada de salarios[52]. Sin embargo, también en ciertos casos, el hecho de que haya trabajadores dispuestos a trabajar por un sueldo menor puede incentivar a los empleadores a ignorar la productividad y a dejar de invertir en formación para sus trabajadores y en innovación. Esto puede llevar a la explotación tanto de los migrantes como de los nacionales. Al mismo tiempo, un aumento de la población puede ejercer presión en los servicios públicos, y el desempleo puede aumentar. Pero también se ha demostrado en muchos casos que la aportación de los migrantes a los impuestos de un país receptor es muy superior a la que reciben en forma de beneficios estatales o municipales[53].

      En muchos países en los últimos años se han vivido dificultades de integración y un incremento de las fricciones con la población local; especialmente cuando no se hacen esfuerzos para disipar los mitos sobre la migración sostenidos por los locales. La criminalidad organizada, en la que se incluyen el narcotráfico, el tráfico de armas, la trata de personas y el terrorismo internacional, también pueden aprovechar las condiciones de libre circulación, y esto ha llevado con frecuencia a dirigir sospechas hacia los migrantes, sin hacer distinciones. Estas preocupaciones han determinado que a los grandes movimientos de personas en tiempos recientes se haya asociado un aumento del monitoreo de la seguridad, que ha transformado las condiciones del transporte aéreo y terrestre, las formas de vigilancia social, los espacios públicos e incluso el derecho a la intimidad.

      En los países que envían migración, puede haber problemas sociales cuando hay niños que se ven obligados a permanecer en el sitio de origen y crecen sin tener el apoyo de un círculo familiar sólido. La pérdida de trabajadores jóvenes o muy capacitados puede crear desventajas económicas en diversos sectores laborales y de la economía, y también puede sustraer al país los recursos humanos e intelectuales necesarios para hacer frente a sus dificultades económicas, sociales o políticas. Así como puede debilitar sectores profesionales o académicos, la ausencia de los emigrados en las luchas sociales en sus países de origen puede contribuir a prolongar situaciones de injusticia o favorecer la supervivencia de gobiernos corruptos, dictatoriales e incluso de estados fallidos.

      En términos generales, es evidente que la inmigración puede ser beneficiosa para los migrantes, pero solo si sus derechos están adecuadamente protegidos, y sus condiciones de inserción son favorables tanto para ellos como para estimular el dinamismo de las sociedades receptoras. La migración puede ser económicamente beneficiosa tanto para los países de origen como para los países receptores. Sin embargo, las estructuras actuales del comercio y las finanzas llevan a que los países en los cuales están establecidos los grandes bancos y otras instituciones financieras globales sean con frecuencia los que más se benefician.

      Las realidades y las perspectivas de la migración

      En este capítulo se ha desplegado el abanico de temas del fenómeno de la migración y la riqueza que entraña. También se ha puesto de manifiesto que este asunto nos involucra a todos de una u otra manera, desde diferentes perspectivas y con mayor o menor conciencia. No solo porque históricamente todos somos descendientes de alguna migración, y porque las sociedades en las que vivimos se alimentan o se han alimentado de ella, sino porque vivimos rodeados por distintas formas de la migración e interactuamos con ellas y con sus efectos permanentemente. Por otra parte, la migración aparece en todos los temas fundamentales que afectan a los ciudadanos del mundo contemporáneo (democracia, gobernabilidad, tolerancia, desequilibrios económicos y sostenibilidad, por ejemplo). Las formas de migración, sean internacionales, regionales o internas, muy probablemente seguirán existiendo mientras las sociedades humanas sigan desarrollándose. A su vez, las oportunidades y los desafíos asociados con la migración continuarán evolucionando. Pero para poder identificar formas apropiadas de aumentar sus beneficios y limitar sus desventajas, las distintas dimensiones de la migración internacional e interna deben ser comprendidas de forma cabal.

      Por lo tanto, considerando la ubicuidad de la migración de hoy en día, se puede decir que todos somos, de una u otra manera, responsables de esta y de la forma en que se desarrolle, crezca y se gestione en el futuro. Así como muy pocos países van a sentarse a disfrutar los beneficios de la migración sin buscar formas de gestionarla, intentar detener la migración en conjunto no es una idea sensata para ningún país que quiera participar en la globalización. Los Estados buscan crecientemente estrategias para canalizar el flujo de migrantes —ya sea hacia dentro o hacia fuera de sus países— tratando de diseñar mecanismos que maximicen los beneficios de la migración y a la vez minimicen sus efectos colaterales adversos. Pero, aunque la migración pueda limitarse, no va a desaparecer.

      En todo esto es importante tener en mente que la migración no es ni un fenómeno nuevo ni estrictamente contemporáneo. Se trata más bien un fenómeno que ha definido la geografía humana del planeta —y que ha modificado su geografía natural— durante milenios. Esta idea conecta con el próximo capítulo, que introduce una perspectiva histórica para apreciar cómo las migraciones han dibujado nuestra presencia en el mundo, y han redibujado al planeta mismo.

      ¡VENGAN, PERO NO SE QUEDEN!

      En la década de los 60 alrededor de 750.000 trabajadores turcos llegaron a Alemania para satisfacer la demanda de mano de obra barata de una economía floreciente. Muchos de ellos nunca volvieron y con ello construyeron una comunidad minoritaria que cambió el rostro social y cultural de este país para siempre. Después de la segunda guerra mundial, Alemania necesitaba hombres jóvenes y solteros para trabajar en las fábricas y en las minas, en el contexto de una rápida expansión de la producción industrial. Un acuerdo entre los gobiernos turco y alemán hizo posible que ciudadanos turcos (mayoritariamente hombres) pudieran viajar a Alemania a trabajar por un período de dos años, después de los cuales debían volver a casa para permitir que un nuevo grupo de trabajadores pudiera ser reclutado. El límite de dos años se estableció para evitar que estos trabajadores invitados se quedaran permanentemente en Alemania y se convirtieran en inmigrantes, política equivalente a la aplicada previamente con trabajadores invitados griegos, italianos y españoles. Pero el plazo de dos años fue luego prorrogado al descubrirse que resultaba demasiado costoso en tiempo y dinero contratar y entrenar a los trabajadores de reemplazo cada vez, y se permitió entonces que los trabajadores trajeran a sus familias. Los costos de viajar a Alemania se incluían en los contratos de trabajo, pero el viaje de retorno no siempre estaba cubierto por los empleadores. Esto sin duda constituyó una de las razones para que muchos se quedaran. En 1973, cuando se dio por terminado el programa de trabajadores invitados debido a la recesión económica causada por la crisis global de los precios del petróleo, solo la mitad de los 750.000 turcos que habían llegado Alemania desde 1961 volvió a Turquía. Los miembros de la otra mitad ya para entonces habían construido sus vidas en Alemania y prefirieron quedarse. Hoy en día, cerca de 2,5 millones de personas de origen turco (nacidos en Turquía o de padres nacidos en Turquía) viven en Alemania, lo que convierte a este en el grupo de migrantes más grande del país.

      Los programas para trabajadores invitados todavía existen en varios países, que usan mano de obra extranjera en industrias que requieren trabajo manual estacional, como la agricultura. Australia, por ejemplo, ofrece un programa de visados temporales para trabajadores de baja y media calificación provenientes de países como Timor Oriental, Papúa Nueva Guinea y Samoa, destinados a las industrias del turismo, caña de azúcar, algodón y acuicultura. Estos visados duran entre catorce semanas y seis meses, pero los solicitantes no pueden llevar consigo a personas dependientes. Australia también tiene otros dos programas de visados de trabajo: «vacaciones trabajando» y el «trabajo y vacaciones», diseñados para gente joven que puede entrar a Australia bajo la fórmula de disfrutar unas largas vacaciones y quedarse hasta un año con el derecho a trabajar por períodos cortos. Esta modalidad está disponible para ciudadanos de la Unión Europea y de otros países como Canadá, Hong Kong, Argentina, Chile e Indonesia. Canadá también tiene un programa de trabajadores temporales muy popular, que consiguió llevar al país a más de 192.000 trabajadores extranjeros en el año 2011. En Estados Unidos el programa de visados H-2 provee de trabajadores temporales (que llegan a ser 100.000 cada año) a las industrias de la agricultura,


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