Migrantes. Roger Norum

Migrantes - Roger  Norum


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y ello llevó a que abandonasen sus hogares y, con el tiempo, pasar de ser migrantes económicos pobres a personas con negocios exitosos y profesionales en el exterior. Decenas de miles de migrantes que inicialmente habían llegado a Estados Unidos para obtener una educación universitaria en ingeniería y otras carreras tecnológicas, aceptaron trabajos en Silicon Valley en vez de volver a casa, donde las oportunidades profesionales eran menores. Pero, una vez que estalló la burbuja de las llamadas «empresas punto com», muchos expertos en tecnologías se vieron obligados a volver a la India debido al hundimiento del mercado y la pérdida de trabajo en Estados Unidos. A su vez, el crecimiento de la economía y las oportunidades de empleo en India atrajeron a muchos emprendedores, y los convencieron para realizar inversiones en su país natal. La discriminación en Estados Unidos en contra de la gente de piel oscura después del 11 de septiembre de 2001 también contribuyó a que muchos decidieran irse. En la actualidad, una floreciente economía que augura la posibilidad de un estilo de vida acomodado, atrae a su país de origen a un creciente número de indios que viven en Estados Unidos, Gran Bretaña y otros lugares. Vuelven a casa para emprender planes de negocios y tomar empleos bien pagados en la industria de las tecnologías de la información. Una migración de regreso que comenzó como un goteo a fines de los años 90 ha crecido tanto que, en contraposición a «drenaje» o «fuga», se la ha llamado «ganancia de cerebros». Ciertas estimaciones muestran que en 2010 ya había más de 30.000 de estos «indios retornados no-residentes», un número que puede haber superado los 100.000 en 2016[30].

      Vale la pena mencionar que la migración de «retorno» de segunda generación no es un fenómeno nuevo. El antropólogo Takeyuki Tsuda señala casos anteriores en los que las trayectorias de retorno han estado empujadas por factores como la persecución étnica y la discriminación tras de la caída de regímenes coloniales o de Estados multiétnicos. Por ejemplo, tras la Segunda Guerra Mundial, doce millones de alemanes étnicos fueron expulsados de Europa del Este, y muchos de ellos se reasentaron en Alemania Oriental y Occidental[31].

      Existen otras trayectorias de movimiento que contradicen la visión estereotipada que reduce todo el fenómeno de la migración al movimiento desde las regiones más pobres hacia las más ricas. De hecho, también forma parte del fenómeno migratorio el desplazamiento de gente desde naciones desarrolladas a otras menos desarrolladas (algo que generalmente se llama migración de norte a sur), aunque a veces se le da un nombre diferente, como, por ejemplo, expatriación. Estas formas de movilidad están en crecimiento sostenido en la actualidad: alrededor de 55 millones de personas por todo el planeta[32]. Vivimos en una era en la cual el movimiento y la apertura se han hecho mucho más comunes: los cambios en el transporte, la tecnología, el trabajo y la cultura están normalizando pensar más allá de las fronteras y cruzarlas con frecuencia[33]. Los movimientos por razones de estudio, exploración personal, desarrollo profesional, matrimonio, jubilación o estilo de vida están cobrando una significación cada vez mayor, tanto en el ámbito individual como en el social.

      Vistos en perspectiva y a lo largo de períodos históricos amplios, casi todos los movimientos de personas revelan que la migración siempre ha sido bidireccional: los movimientos en una dirección casi siempre han estado precedidos o seguidos por otros en la dirección opuesta. Por ejemplo, las personas que escapaban de la guerra en Pakistán o la India hacia Gran Bretaña no hicieron más que continuar en sentido contrario los movimientos previos de funcionarios, militares, comerciantes y administradores coloniales desde Europa hacia el subcontinente indio. Si hoy vemos ingenieros de Ghana que buscan trabajo en Noruega, solo hace falta extender la escala temporal para encontrar casos anteriores de profesionales escandinavos migrando a trabajar a África; y hoy es fácil ver a estudiantes noruegos que viajan a África occidental para tener una experiencia de gap year, el año de transición entre el fin de la educación secundaria y el comienzo de la universidad. Miles de mercaderes o soldados ingleses dejaron en su momento Gran Bretaña para irse al Sudeste asiático. ¿Por qué se sorprende el ciudadano medio europeo del movimiento inverso? El punto a tener en cuenta aquí es que la perspectiva de la gente sobre la migración suele estar limitada por una visión corta, sin profundidad histórica ni conciencia de los cambios en las relaciones económicas, sociales y políticas entre distintas regiones del globo a lo largo del tiempo. ¿Se puede afirmar acaso que la migración de colonizadores europeos a África, América, Asia u Oceanía era más aceptable que la migración en sentido contrario que experimentó Europa a partir del siglo XIX? ¿O que las migraciones de europeos empobrecidos hacia América desde finales del siglo XIX hasta la década de 1950 era más legítima que la de trabajadores y profesionales latinoamericanos hacia Europa desde 1970 hasta hoy? Sin duda, no: en ambos casos los inmigrantes traen una fuerza y capacidad de emprendimiento que dinamiza las sociedades que los reciben. Vale la pena preguntarse por qué se ha estrechado la visión de buena parte de la población en los países receptores actuales.

      Una serie de cambios sociales y demográficos están contribuyendo a dar forma a los patrones de la migración contemporánea, y están siendo a su vez afectados por ella. La nueva «clase creativa», por ejemplo, está produciendo vastas transformaciones en el trabajo, el ocio, en las comunidades locales y en la vida diaria, llevando a un aumento en los movimientos internacionales de estos grupos[34]. De manera similar, el aumento de los servicios financieros y tecnológicos y las nuevas demandas de profesionales de la salud e investigadores científicos está propiciando que profesionales calificados salgan a buscar oportunidades de empleo en el exterior. Es lo que se ha dado en llamar «guerra por el talento», iniciada por los países ricos decididos a invertir en su futuro económico absorbiendo profesionales de otros países. En esta contienda las grandes empresas globales de tecnología, como Apple y Microsoft, también son actores fundamentales. Un frente en el cual se dan estas batallas es el de los estudiantes extranjeros: los costos de las matrículas universitarias para estudiantes locales e internacionales en el mismo programa de estudios suelen ser distintos, mayores para estos últimos. En países como Gran Bretaña, Canadá, Dinamarca, Turquía o Estados Unidos estas varían en función de la ciudadanía del individuo o de su lugar de residencia al ingreso. Las universidades hacen vigorosos esfuerzos para reclutar estudiantes extranjeros, y el aporte de estos también sirve para fortalecer sus comunidades académicas. Sin embargo, estos esfuerzos pueden chocar con las políticas restrictivas de los estados, cuando las autoridades de inmigración fijan límites estrictos al número de estudiantes y trabajadores que las universidades y las empresas pueden admitir o contratar.

      Estas formas de la migración moderna —gente que se relocaliza voluntariamente al amparo de climas más benignos o ambientes más propicios, temporal o permanentemente, con objetivos laborales, académicos o de placer—, constituyen un nuevo patrón de movimiento que se está haciendo, sin embargo, cada vez más generalizado. En estos movimientos se incluyen, por ejemplo, personas de la clase media de las islas del Caribe que emigran a los Estados Unidos continentales; brasileños de clase alta que se mudan a Lisboa; la migración aspiracional de jubilados británicos a la costa mediterránea española; inversores japoneses que se mueven con sus familias a Ginebra o a Berlín.

      ¿Por qué la opinión pública no trata a estas formas de migración con la misma connotación negativa que los migrantes trabajadores del sur global al norte global, de los países en desarrollo hacia los países más desarrollados? Quizá no haya que buscar la respuesta validando un argumento basado en cifras, según el cual los migrantes calificados, profesionales, o de clase media y alta serían menos que los trabajadores manuales que migran (cosa que es cierta en algunos casos y en otros no). ¿No será que el espíritu conservador y temeroso de la diferencia que atraviesa todas las capas sociales en los países que reciben migración se ensaña más con los pobres? En cualquier país europeo pueden oírse expresiones como «Si viene migración buena [profesionales], bienvenida, pero no queremos inmigrantes de bajo nivel que nos vengan a quitar el trabajo». Pero la realidad es que estos migrantes de clase media son tan migrantes como los trabajadores manuales, y el no reconocerlos como tales (sino como «expatriados», «profesionales transnacionales», «gerentes globales») no es más que otra forma de discriminación de los migrantes de menor calificación profesional, que son, sin embargo, esenciales para el funcionamiento de los sistemas de producción de las regiones desarrolladas receptoras de migración (así como del resto del mundo).

      LA CUIDADORA


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