Migrantes. Roger Norum
movimiento de personas, cosas e ideas alrededor del mundo, también es cierto que en muchos contextos los límites se están volviendo más infranqueables y más vigilados. De hecho, hoy existe más preocupación que nunca antes por controlar a quienes se mueven entre países. ¿Cómo podemos reconciliar el hecho de que hoy las fronteras a la vez se derrumban y se erigen con más fuerza, tanto conceptualmente como en la realidad? Esta paradoja fundamental comienza a entenderse si nos preguntamos quién puede moverse libremente y quién no, para qué personas significan las fronteras un límite y para quiénes no. Por más que las fronteras internacionales sean cada vez más porosas, solo un pequeño porcentaje de la gente en el mundo es capaz de moverse a través de ellas sin ser controlada.
Migrantes y ciudadanos
Una de las razones por las cuales la migración constituye un tema tan candente de debate tiene que ver con su relación con los temas de fronteras, su control y el otorgamiento de derechos de acceso privilegiado a los países delimitados por estas. Cuando un gobierno abre las fronteras de su país y concede a ciertos grupos de personas acceso y privilegios específicos (como derecho a la residencia, derecho al trabajo, beneficios sociales, etc.), se hace evidente la complejidad que entraña el manejo de estos asuntos, así como las discusiones sobre ellos.
DISTINTOS CAMINOS HACIA LA CIUDADANÍA
Según el principio ius sanguinis (ley de la sangre, en latín), la ciudadanía se determina de acuerdo a la filiación —esto es, por tener uno o ambos padres que ya son ciudadanos del estado—, en vez de por el lugar de nacimiento. Los niños pueden ser ciudadanos automáticamente al nacer si sus padres tienen ciudadanía del estado, o determinadas identidades étnicas o culturales incluidas en los criterios de ciudadanía. Este principio contrasta con aquel del ius soli (derecho del suelo), según el cual la ciudadanía se otorga sobre la base del nacimiento en un territorio. La ciudadanía jus soli tiene la ventaja de ofrecer membresía en una comunidad política dada a aquellos que seguramente ya viven ahí, para que puedan estar sujetos a sus leyes y contribuir a su desarrollo económico y social. Este principio provee una vía para promover la integración social y la legitimidad democrática, reduciendo las preocupaciones sobre la exclusión interna y la inseguridad de la residencia. Al otorgar ciudadanía a aquellos nacidos en el país, el jus soli incorpora a los niños de los inmigrantes como miembros desde su nacimiento. El principio ius domicile (ley de residencia), sin embargo, permite a un migrante obtener la nacionalidad a través de la naturalización después de haber sido un residente legal en el país por un número de años. Esta vía es quizá la más común para los migrantes internacionales.
¿A partir de qué momento pueden los migrantes obtener los mismos beneficios que los locales? ¿Cuándo termina la condición de migrante? Suele decirse que una de las vías para que termine el período en el que alguien es caracterizado como tal (al menos en términos legales o políticos) es la concesión de la ciudadanía naturalizada. Cada país tiene sus propias políticas para estos fines, algunas muy estrictas, y otras más laxas. Tradicionalmente existen tres formas para obtener la ciudadanía: por filiación, por nacimiento y por residencia en el país.
El camino de migrante a ciudadano dibuja una trayectoria compleja, llena de obstáculos y estaciones para los migrantes; pero también para las sociedades receptoras, al exponer las dificultades que tienen para manejar sus dinámicas básicas y sus transformaciones. En este proceso aparecen muchas más variables que las consideraciones demográficas o el incremento potencial del desempleo, por citar algunos de los temas que frecuentemente están en la opinión pública. En esta situación se pone en juego una de las decisiones más importantes y sensibles con las cuales se enfrenta cualquier comunidad política o social: cómo definir quién pertenece o debería pertenecer a su círculo de miembros.
NEPAL Y LOS TRABAJADORES MIGRANTES
Nepal es un pequeño país enclavado entre China y la India, con una población de unos 28 millones. Cada año, cerca de 400.000 nepaleses dejan atrás sus ciudades y pueblos para trabajar en ultramar, con frecuencia en el Golfo Pérsico, en países como Catar o los Emiratos Árabes Unidos, donde enormes proyectos de construcción demandan mano de obra barata (como los de la Copa Mundial de 2022). Los nepaleses que trabajan en el extranjero, mayoritariamente hombres, envían remesas de dinero a sus familias, que proveen a estas de un aumento significativo de sus ingresos. Este incremento puede ser, por supuesto, muy positivo, pero también puede conllevar aspectos negativos. Por ejemplo, en Nepal las familias que reciben remesas tienden a emigrar de los pueblos a las áreas urbanas, donde existe la posibilidad de una vida con más lujos, pero también con más gastos. Una parte mínima del dinero de las remesas entra en la mejora de las condiciones de vida de la gente a largo plazo o en su desarrollo humano. Además, mientras un marido está lejos por largo tiempo, su esposa suele quedarse en una situación de soledad y aislamiento. A veces las familias se deshacen, sus niños crecen sin una figura paterna en casa, lo cual, en el contexto nepalí puede derivar en un pobre rendimiento escolar, adicciones a las drogas y el alcohol y en general en una vida socialmente carenciada[50].
La ciudadanía por naturalización es el proceso legal por el cual un no-ciudadano puede adquirir la nacionalidad de un país determinado, y habitualmente incluye la exigencia de que se establezcan conexiones sociales genuinas entre el individuo y su nuevo país de residencia durante un plazo de varios años, y la adquisición de ciertos conocimientos básicos (como la lengua, la historia del país, etc.). Pero a veces los estados mismos eligen obviar estos requerimientos de incorporación de la cultura o de los códigos sociales de un país. Por ejemplo, existen programas de «ciudadanía por inversión», que han sido criticados porque permiten que cualquier persona con medios económicos pueda comprar su camino hacia la ciudadanía, privilegiando a cierta clase de ciudadanos y rompiendo con los requerimientos estándar de incorporación. Si se examinan las diferencias entre las rutas establecidas por algunos países para otorgar la ciudadanía, se hace evidente que tienen menos que ver con las necesidades de los migrantes que intentan convertirse en ciudadanos, o con una valoración de su aporte a los países de acogida, y más con las ideologías nacionales particulares y las historias de esos países. Y más allá de las especificidades de la adquisición de la ciudadanía, este también es un factor determinante en la configuración del fenómeno de la migración como conjunto.
¿Cuáles son los beneficios y las desventajas de las migraciones, y qué desafíos suponen?
Definitivamente, existe un conjunto de ventajas de la migración que pueden ser capitalizadas por los países receptores. Algunas tienen que ver con la economía, otras son de orden social y cultural. Por ejemplo, la mano de obra migrante puede cubrir vacantes de trabajo y lagunas existentes en el mercado laboral de ciertas especializaciones profesionales, y colaborar así en el crecimiento económico. La brecha del sistema de pensiones puede repararse por la contribución de nuevos trabajadores jóvenes, que también pagan impuestos, cosa que hace posible mantener una serie de servicios para una sociedad que envejece cuando la población joven local laboralmente activa es insuficiente. Los inmigrantes con frecuencia traen energía e innovación, y pueden enriquecer a sus países anfitriones con su diversidad cultural.
Esto puede tener una influencia positiva en la productividad y eficiencia de los trabajadores locales, en la medida en que los inmigrantes puedan aportar ideas nuevas y una perspectiva fresca a las empresas locales, e incluso ofrecer mayores vínculos culturales con naciones en desarrollo, potencialmente útiles en un contexto de comercio internacional en crecimiento. En los países de origen —que frecuentemente están en vías de desarrollo— las comunidades locales se pueden beneficiar con las remesas, que hoy sobrepasan para muchos países las donaciones de ayuda internacional. Más aún, en la medida en que los migrantes jóvenes envían remesas a sus comunidades de origen, el desempleo en esas comunidades se reduce. Y los migrantes que retornan pueden traer ahorros, destrezas y contactos internacionales[51].
A su vez, también existen desventajas potenciales de la migración para las comunidades. Un argumento frecuente sostiene que los salarios de los trabajadores locales pueden caer tras un aporte de fuerza de trabajo migrante. Sin embargo, cuando esto ocurre, tiende a hacerlo en proporciones