Migrantes. Roger Norum
a los tipos de migrantes es la de migrantes voluntarios. Se trata de personas que han dejado su país natal por decisión propia y voluntaria. Sorprendentemente, este segundo grupo es varias veces superior al de los migrantes forzosos: más de 200 millones de personas[15]. Aquellos que se mueven voluntariamente por razones económicas —y no por razones políticas— suelen llamarse migrantes laborales, y pueden ser de alta o de baja capacitación. Entre los migrantes de baja capacitación se incluyen trabajadores de la construcción, personal de restaurantes o de aseo y limpieza. Entre los de alta capacitación se encuentran los expatriados por transferencias intercorporativas (EIC), los expatriados que trabajan en agencias de ayuda y organismos internacionales y los estudiantes internacionales. El número de estos últimos está creciendo rápidamente en muchos países. A diferencia de los términos legales refugiado o solicitante de asilo, el concepto migrante económico o laboral no es una clasificación legal, sino un mero término genérico en el que tiene cabida un amplio rango de personas que se mueven de un país a otro para mejorar sus perspectivas económicas y profesionales.
Migrantes regulares e irregulares (o «legales» e «ilegales»)
Existe una tercera distinción que tiene mucha importancia jurídica: la que existe entre inmigrante regular e irregular, o «legal» e «ilegal». Esta distinción comprende a los dos grupos mencionados previamente de migrantes voluntarios o forzados. Los migrantes regulares son aquellos que entran en un país con los permisos y visados legalmente requeridos, y que no sobrepasan el tiempo que se les ha concedido para quedarse. La categoría de inmigrante irregular o «ilegal» comprende a personas que llegan a un nuevo territorio sin visado, sin documentos de identificación (o con documentos falsificados), o que lo hacen de forma legal pero después pierden sus derechos legales al sobrepasar el tiempo de permanencia estipulado en sus permisos originales de entrada. Estas personas suelen ser llamadas «inmigrantes indocumentados».
En la actualidad la llamada migración «ilegal» tiende más bien a llamarse «migración irregular» por quienes trabajan en el tema desde el campo técnico o político. Esto se debe a varias razones. En primer lugar, al hecho de que la legalidad de la migración en cuestión puede ser difícil de evaluar, como es el caso, por ejemplo, de un migrante que termina en manos de un sistema jurídico nacional o internacional, y transcurren varios años antes de que se tome una decisión sobre su estatus legal. En segundo lugar, la necesidad de mano de obra de los aparatos económicos de muchas naciones, que no pueden satisfacerse localmente, crea situaciones fuera de la norma (trabajadores sin permisos de residencia insertados en sistemas productivos) que son toleradas por los gobiernos. Se generan así situaciones de hecho en las cuales personas en condiciones de irregularidad cumplen una función social o económica necesaria en sus nuevos sitios de destino, y esta contradicción evidencia la desactualización del marco legal y la necesidad de modificar las leyes. En tercer lugar, las leyes de muchos países obligan a apoyar a las personas desprotegidas en su territorio, concediendo, por ejemplo, asistencia sanitaria o derecho al asilo a quienes se encuentren en situación ilegal según las leyes de residencia. Por último, asociar de forma irreflexiva a los migrantes con la ilegalidad puede llevar a una demonización de todos los tipos de migración. Por lo tanto, el término ilegal no debería aplicarse propiamente a un migrante a menos que un sistema judicial haya determinado expresamente en su caso que ha violado una ley de inmigración en algún momento del proceso migratorio, y haya dado pasos administrativos para dejar sentada esta situación y actuar en consecuencia.
Inmigración y emigración
Si la migración es un movimiento de un lugar a otro, entonces su significado cambia en función de si se adopta la perspectiva del país que envía o del que recibe. La emigración, por un lado, es el acto de dejar su país de origen para asentarse en otro. Cuando se habla de emigración se considera el asunto desde la perspectiva del territorio de origen de una persona. La inmigración, por otra parte, es el acto de trasladarse desde el lugar de origen a un nuevo sitio y asentarse en él. Al hablar de inmigración se considera el mismo asunto desde la perspectiva del territorio al que se llega. Para los amigos y la familia de una persona en su país de origen, se puede decir que esa persona emigró, y es por lo tanto un emigrante; en cambio, los vecinos que viven cerca de esa persona en su nuevo país pueden referirse a ella como inmigrante. Toda trayectoria migratoria comprende en un primer momento un acto de emigración y uno de inmigración que se producen simultáneamente: una salida de un lugar que resulta en la entrada en otro.
Etimológicamente, estas diferencias son bastantes claras, pero los significados que se les da a cada una de ellas en distintos contextos sociales pueden ser muy diferentes. Por ejemplo, la inmigración tiende a estar estrechamente controlada por el país receptor, por el temor de los efectos que puede tener un flujo de población repentino o grande, o por su interés en establecer una mezcla diversa de residentes. La emigración, por su parte, está hoy en general menos rigurosamente controlada: muchas personas pueden abandonar su país a voluntad, por aire, por vía marítima o terrestre. Sin embargo, existen excepciones, entre las cuales destacan Rusia, China, Cuba y Corea del Norte, que han tenido, o siguen teniendo, regulaciones estrictas y prohibitivas para determinar a qué ciudadanos se les permite abandonar esos países.
Experiencias diversas y categorías fluidas
Estas categorías que se acaban de mencionar pueden estar claramente delimitadas en el plano teórico, pero al utilizarlas en la cotidianeidad se revela que no son estáticas y tienen un rango de variabilidad en función de la perspectiva del que las utiliza. Por otra parte, el hecho de que las personas tipificadas en ellas se encuentren en una situación siempre dinámica desafía la rigidez de los términos: los migrantes irregulares pueden eventualmente ser legalizados; los migrantes voluntarios pueden tener motivación económica; los migrantes de baja capacitación pueden con el tiempo convertirse en migrantes económicos altamente capacitados; los exilados políticos pueden eventualmente volver a casa. De modo que las categorías que usamos para definir distintos tipos de migración son en sí mismas complejas y variables. E incluso dentro de cada grupo se da todo un campo de sutilezas y distinciones. Por ejemplo, es raro que la migración de una persona sea enteramente voluntaria o involuntaria. Una ejecutiva de negocios destinada a las oficinas de su compañía en el exterior —un tipo de migrante que suele llamarse expatriado corporativo— puede expresar interés en ser enviada a Moscú o a San Francisco por varios años, pero también puede hacerlo por la presión de su empleador para aceptar ese traslado, quizá a riesgo de perder su empleo si rechaza la oferta. Estas situaciones se hacen más complejas cuando se ven involucrados los cónyuges, los hijos o la familia, quizá también impelidos a mudarse, aunque no siempre lo deseen.
Aquellos a los que nos referimos más comúnmente como migrantes «forzados» por otra parte, no están siempre legalmente obligados a abandonar su país en situaciones de guerra o persecución; pueden hacerlo, por ejemplo, para evitar la tortura o la cárcel, para mejorar sus oportunidades de supervivencia, para mejorar su bienestar u ofrecer un mejor futuro a sus hijos.
Es evidente, por tanto, que los tipos de migración no configuran compartimentos estancos, y son ellos mismos permeables. Los movimientos migratorios, tanto los actuales como los del pasado, han estado protagonizados por personas en situaciones dinámicas, que podían tomar decisiones en distintos sentidos a lo largo del tiempo para adaptarse a los contextos sociales cambiantes o a las oportunidades que se presentaban ante ellas. Servirá como ejemplo el de un hombre eritreo que deja su patria para irse a Somalia, donde escapa de la persecución; tras atravesar el desierto del Sahara, Libia, el Mediterráneo y llegar a Malta, se asienta en España, se convierte en ciudadano español y abandona la ciudadanía somalí (dado que España no acepta la doble nacionalidad más que en algunos casos: Iberoamérica, Filipinas, Andorra, Guinea Ecuatorial, Portugal), encuentra empleo en Suecia (a través de las leyes de libre movimiento laboral de la UE/Schengen) en una multinacional de tecnología que lo manda a Japón a trabajar por varios años. Cuando este hombre regresa a Suecia, adopta la nacionalidad sueca, monta su propia compañía y seguidamente decide volver a Somalia a expandirla. ¿Cómo deberíamos llamarlo? En este caso, un refugiado se convierte en un migrante político antes de