Bar. Caiman Montalbán

Bar - Caiman Montalbán


Скачать книгу

      

      BAR

      Caimán Montalbán

      BAR

      Caimán Montalbán

      HARKONNEN BOOKS

      A los muchachos

      Y a las muchachas

      Hay que estar siempre ebrio. Nada más:

      esa es toda la cuestión. Para no sentir el

      peso horrible del tiempo,

      que os quiebra la espalda y os inclina

      hacia el suelo, tenéis que embriagaros

      sin parar.

      ¿De qué?. De vino, de poesía, o de virtud,

      como queráis. Pero embriagaos.

      Charles Baudelaire

      Primera edición: septiembre de 2020

      “Bar” © Caimán Montalbán, 2020

      Diseño de colección © Julián Aragoneses, 2020

      Ilustración original cubierta © Toño Camuñas, 2020

      Maquetación y correción: Antonio Dyaz

      ISBN papel: 978-84-122231-4-9

      ISBN ePub: 978-84-122231-5-6

      Harkonnen Books es un sello editorial independiente dirigido por Antonio Dyaz

      basado en Benifairó de la Valldigna (Valencia), 46791 ESPAÑA

       [email protected]

      Tel. 675 031 375

      Editado por Bubok Publishing S.L.

      [email protected]

      Tel: 912904490

      C/Vizcaya, 6

      28045 Madrid

      Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

      Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

      Índice

       Créditos

       Comienzo

       Fin

      Un bar se parece un poco a un cerebro. En los dos hay cosas que se mueven. Unas bien, otras mal. Todas como pueden. He tratado con cerebros ajenos al mío. He tenido tiempo de estar en bastantes bares. La conclusión es que bares y cerebros están jodidos todos.

      Puedo recordar bares desollados, bares luminosos como soles, bares tristes y bares alegres, bares que merecían ser mercerías y bares que merecían tener mejores dueños.

      Como los cerebros, los bares, tienen buenos momentos y malos, pero todos tienen una cicatriz blanda a la altura del retrete. Ahí, en esa herida sin posibilidad de cierre, es donde queda la mierda, las meadas y la vomitonas que nadie quiere seguir llevando. A pocos parece gustarle demasiado tratar esos asuntos, así que uno puede aprovechar el viaje e inspirado por el alcohol, cargarse un grifo, joder una puerta o lo mas rápido: mearse fuera.

      Son las ocho de la tarde. El sonido metálico y oxidado al abrir la verja del bar chirría en mis resacosos oídos. Entro y pongo el aire acondicionado. La mezcla de los vapores nicotínicos y la cerveza seca pegada a la barra constituyen, básicamente, el característico olor a descomposición de la noche anterior.

      Enciendo las luces, coloco los vasos, limpio los ceniceros, pulo la barra...; como el bar esta provisto de espejos, me entretengo viendo cómo cambia mi cara mientras las copas caen por mi garganta. Pongo un disco y me pregunto por qué no estoy al otro lado de la canción.

      El lavavasos me tiene quemado. Cuando no se atranca, los vasos salen llenos de jabón, si no salen llenos de jabón, salen sucios o alguno estalla dentro y al recogerlo, me corto, ¡cojones!. Y no he terminado de colocarlos en la estantería y ya me están dando la vara con las copas. Se trata de un viernes enloquecido donde todos tratan de dar salida a sus embotadas energías. Que si un gin-tonic, que si cuatro cervezas, que si dos vodkas con limón y un batido de chocolate, ¡joder!, ¡ya está bien!, no ven que estoy ocupado ¡gilipollas!. Paso de todo y voy a cambiar el disco por uno de Los Enemigos. Bien... ¡un poco de serenidad hermanos!, por orden, a ver... tú estabas primero, ¿no?, ¿que tú estabas primero?, ¡vale!, a mí me da igual, te lo aseguro, yo solo dirijo la manguera y no sé quién está más seco... ¿una cerveza?, ¿que no? que son dos, ¡está bien!, son quinientas, ¿no tienes suelto?, no tengo cambio... bueno... te cobro luego... a ver, ¿tú qué quieres?... el bourbon se ha terminado, que sí... ¡seguro!, ¿]B? ¿Un JB?... ¡Toma! son cuatrocientas. Me da un billete hecho una pelota, el muy cabrón, y yo desenvuelvo la pelota esperando encontrarme dentro un ojo de gallina o de conejo, pera no, eso son cosas mías... ¿Que si te puedo echar un chorrito de ginebra si no me importa?. ¡Cómo no!. Hacía tiempo que no me hacían este truco, es fácil, lo de tomar una copa a precio de refresco, dicen que más triste es robar. El truco consiste en que por un puto chorro de ginebra no te apetece decir no y argumentarlo, ¿Decir simplemente no?, no es mi estilo. Así que le echo un generoso y encabronado chorrazo.

      —¡Gracias!

      —Estamos para servir al cliente.

      Un par de horas más tarde, todo más tranquilo. La primera avalancha de la noche ha pasado. Me sirvo una merecida cerveza y escucho a un muchacho de alborotadas pelambreras y sudada camiseta decir a su tambaleante amigo de aspecto sombrío:

      —¡Coño Jonas! Si no consigues ver el lado cómico de las cosas vas dao. Los días tristes saben hacer su trabajo y tu chica te engaña, tú ni siquiera sabes eso, y consigues sonreír un poco; puede que lo hayas conseguido porque no lo sabes, porque ni siquiera lo sospechas, protegido por tu ignorancia, es una manera. El hecho de ser yo quien se lo hace con tu chica no me hace conocer el truco en toda su extensión. Ver el lado cómico de la vida no es algo racional. ¿Me estás escuchando?

      —Si hijoputa, sigue, sigue...

      —Verás... mi flaco sentido del humor me ha salvado unas cuantas veces la vida y creo que también la cordura, y tu chica no hace más que exprimirme los huevos, así que con ella no puedo contar para mejorar mi salud mental. Bueno... sí... te corres y liberas alguna tensión, pera terminas preguntándote si esas tensiones dejarías de tenerlas al dejar a tu chica...

      —Al final te meto una hostia...

      —¡Coño Jonás, que es una broma!. Anda pide otro par de birras que voy a mear.

      En un bar cuando nadie entra, las horas son largas, jodidamente largas, quiero decir, más de lo habitual. Puede que sea porque un bar está concebido para que el tiempo pase liviano. Pero si estoy solo, el bar se venga de


Скачать книгу