Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 1). Barbara Altschuler
se evidenció la escasez de fundamentos éticos en los que descansaba el modelo y sistema económico neoliberalista. Como es bien conocido, el fenómeno tuvo y tiene aún graves consecuencias para muchas personas, que se ha traducido en el incremento del desempleo y una reducción importante del gasto público en sectores claves como la salud y la educación (Mendoza, 2015).Ante esta situación, la falta de crítica y acción política por parte del sector universitario fue patente. En las secciones siguientes se considerarán algunos de los factores políticos que potencialmente limitan al personal académico a tomar medidas para desafiar las fronteras (Hayward, 2010) dentro de la educación superior.
4 Predominio de un único tipo y organización del conocimiento y visión de la sociedadAl mencionar la posible responsabilidad de las universidades es necesario hablar del activo que le es propio generar y administrar a esta institución educativa: el conocimiento. Ello nos lleva a la primera reflexión: ¿qué tipo de conocimiento alude el personal académico como legítimo? Hay una extensa literatura que identifica las formas tecnoracionalistas y empíricas del conocimiento como supuestamente “superior” y universal (Morin, 2008; Santos, 2014).La actual hegemonía epistemológica, es decir del conocimiento, está basada en su superioridad y dominio sobre la naturaleza (Code, 2006). La legitimidad universal de ese conocimiento está separada del contexto donde se genera y también de los marcos axiológicos que la sustentan, incluso solo se fomenta su comprensión a través de su fragmentación en campos y unidades de estudio cada vez más pequeñas (Santos, 2014; Polanyi, 1958; Quijano, 2005). Es así como, generalmente, es legitimada, desarrollada y difundida a través de poderosas instituciones, como la universidad (Connell, 2007).El imaginario de la superioridad del conocimiento caracterizado como abstracto, técnico y estandarizado, impide que otros conocimientos sean legítimos. Esto resulta en lo que Santos (2014) denomina epistemicidio. Con ello se produce la invisibilización y marginalización de otros conocimientos y prácticas tradicionales, indígenas, feministas, entre otras, ya que no se consideran dentro de los estándares normalizados de algunas universidades. Morin (1994, p. 28) argumenta que la “causa de error más profunda no está en el error factual —falsa percepción— ni en el error lógico —incoherencia— sino en la forma en que organizamos nuestro conocimiento en sistemas de ideas —teorías—” que no contemplan la complejidad ni la diversidad de la realidad en la que estamos insertos.La estructura rígida e inflexible de la organización del conocimiento en facultades o escuelas, tal como se conciben en la mayoría de los centros universitarios, no compatibilizaba con la naturaleza de los estudios y prácticas sobre la economía social y solidaria (ESS) que promovíamos. Los estudios y prácticas sobre ESS requieren una organización y estructura que permitan un enfoque transversal al hegemónico, junto a un trabajo y coordinación transdisciplinar.
5 Las escuelas de negocios a la vanguardia del discurso y prácticas neoliberales incuestionablesLas escuelas de negocios representan un ejemplo de lo anteriormente expuesto. En el imaginario colectivo se consideran a las escuelas de negocios como las entidades portadoras de principios económicos legítimos y la gestión empresarial que de éstos se derivan.Hodgson (2009) identifica la “formación estrecha de los economistas” incluyendo su dependencia de los modelos matemáticos como parcialmente responsable de la crisis económica del 2007-08. Parker (2018) sostiene que, en las escuelas de negocios, tanto el contenido curricular y la forma como se enseña, presentan las virtudes de una economía y mercado capitalista a través del gerencialismo, donde prima un incuestionable dogma: maximizar el beneficio económico a favor de los inversores capitalistas a toda costa —sea cual sea la forma en que ese capital haya sido generado—; como si no existieran otras maneras de concebir, ordenar y organizar la actividad económica. Las ecuaciones y algoritmos matemáticos y mecanismos jurídicos se desarrollan y se enseñan para multiplicar los beneficios del capital; los seres humanos se asumen como seres racionales, egoístas y consumidores. Los estudios de responsabilidad social empresarial abordan de forma muy superficial los problemas sociales y medioambientales, sin examinar las prácticas del modelo económico neoliberal, que han originado tales problemas en primer lugar.La misión y objetivos de las organizaciones dentro de la economía social y solidaria llevan implícito el cuestionamiento ético sobre su existencia en base a quién deben de servir, y qué valores y principios deben moldear su estructura organizacional e influir sobre sus prácticas e impacto dentro de la sociedad.
6 Discursos reduccionistas sobre la misión de las universidades.Los discursos en torno al objetivo de las universidades se presentan como políticamente correctos y retóricos, pero en la práctica responden a prioridades marcadas por políticas macro educativas y económicas de contención, austeridad, criterios de eficiencia que dictan una feroz competitividad dentro del mercado del conocimiento donde está inserto. Por ejemplo, en el Reino Unido y los Estados Unidos, el objetivo último de las universidades se centra en responder a una demanda neoliberal de “empleabilidad” en el trabajo (Chadha y Toner, 2017). El objetivo principal de la educación superior en este imaginario es preparar a los graduados para saber competir dentro de un mercado laboral limitado. La aplicación de principios éticos para la toma de decisiones clave dentro de su trabajo no pasa de ser un objeto de estudio que no siempre responde al contexto real donde ha de cobrar vida.Estrechamente relacionado con lo anterior, está la mercantilización del conocimiento como un producto exclusivo de compra y venta y como motor del crecimiento económico: una especie de “capitalismo del conocimiento” o “capitalismo cognitivo” (Barnett, 2013, p. 4, citando a Murphy y Boutang).Cuando se nos pidió que enmarcáramos nuestro aporte en términos de empleabilidad, empezamos por cuestionar la premisa del término y los supuestos a su alrededor. Por ejemplo, nuestro papel como profesoras cuestionaba el perfil de estudiante que estábamos formando: para qué contextos, para quién o quiénes iban a crear valor en base a su trabajo, quién podría garantizar un trabajo decente a nuestro alumnado, entre otros.Nuestro diálogo nos llevó a centrarnos en los discursos alternativos sobre los objetivos de la educación superior y cómo éstos podrían girar en torno a temas como, cómo se cultiva la humanidad (Nussbaum, 1998) o cómo se fomenta la democracia (Dewey, 1916/2012). Re-conceptualizar la educación en términos de formar personas, que puedan aplicar principios éticos en la concepción de un bienestar sostenible. Igualmente, re-significar la connotación sobre el trabajo como medio por el cual se ejercen derechos y deberes que dignifiquen al ser humano en toda interacción. De esta manera y con una visión optimista, la universidad podría seguir siendo relevante para el conjunto de la sociedad.
7 La deliberada búsqueda de su posicionamiento y su prestigioSe nos pide a las personas investigar y centrarse en los temas que se consideran como válidos en virtud a criterios establecidos por los actuales marcos de rendición de cuentas, tales como los órganos reguladores nacionales e internacionales.El riesgo es que la legítima necesidad de rendición de cuentas que tenemos ante lo público se convierte en un ejercicio constante de evaluación, un fin en sí mismo que impulsa las decisiones fundamentales acerca de dónde ubicar nuestra energía y los limitados recursos institucionales. Se podría argumentar que nuestros intereses académicos pueden colisionar con la constante competencia y presión de algunas universidades que están más preocupadas por ser las “mejores” que en tener el coraje de preguntarnos “¿mejor en qué?” y “¿en interés de quién y para beneficio de quién?” Proulx argumenta que “la búsqueda ávida de prestigio desencadena un fenómeno llamado “deriva académica”, donde las instituciones renuncian a su misión única e imitan ciegamente la estructura, organización y proceso de las instituciones eficaces” (Proulx, 2009, p. 36, citando a Zhao).Esto puede anular y negar otras prioridades que nuestras propias universidades deberían de considerar. Estas prioridades se sacrifican en nombre de la competencia internacional perjudicando los esfuerzos de innovar y consolidar sistemas de educación superior resilientes y que tengan un efecto real transformador a nivel nacional.
8 El poder de la identidad lingüística del académico
Una característica significativa de la globalización es la imposición del idioma anglosajón como lengua franca para el aprendizaje y la publicación de artículos académicos (Moreira, Henriques y Aires, 2015, p.203). El idioma así se convierte en un elemento hegemónico legitimado y consolidado por la agenda de internacionalización a la que están abocadas las universidades. Con ello se responde igualmente a la globalización de una educación que responde a señas de identidad y contextos