Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 1). Barbara Altschuler

Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 1) - Barbara Altschuler


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la coherencia entre lo que digo, hago y soy en la práctica?

      Nuestro entender sobre lo que debería orientar, formar y dar sentido a la identidad y perfil como personal académico estaba en relación directa a nuestra disposición de cultivar un cuestionamiento crítico que nos llamara a interpelar el activo sobre el cual se enmarca nuestra identidad como académicas: el conocimiento y su praxis. Sea este ejercitado en la enseñanza, en la investigación y en su aplicación. Si el conocimiento y su praxis lo entendíamos como nuestro referente nuclear, ¿qué pasaba si lo poníamos en tela de juicio y nos interpelábamos sobre el mismo? ¿Tendríamos el coraje y la humildad para ser capaces de de-construir el pilar sobre el cual se estructuraba nuestro perfil e imaginario como académicas? A su vez, reconocíamos la gran necesidad de reconstruir y transformar imaginarios, situaciones y contextos educativos, marcados por factores históricos, culturales, económicos, políticos y medio ambientales (Meredith y Quiroz-Niño, 2015). Esto significaba experimentar un proceso de-colonizador de nuestra identidad académica y ser capaces; a partir de la competencia reflexiva, de nutrirnos de otras ecologías del conocimiento y praxis que procedieran de otras latitudes y contextos. Estas debían estar en concordancia con un posicionamiento ético y coherente para un cambio y mejora radical de lo que hasta ese momento se vivía basado en valores espurios. El proceso de introspección basado en frónesis permite realinear valores y principios ontológicos y deontológicos para configurar un nuevo perfil como personal académico dentro del campo de la educación superior.

      Esto nos lleva a reconocer las limitaciones y contradicciones de nuestro ámbito de actuación. Nuestra identidad se reconfiguraba y reconstruía tanto en cuanto desarrollábamos un posicionamiento ético que desafiaba la hegemonía política de estandarización, competición y el énfasis en subordinar nuestro activo intelectual: el conocimiento a un mercado de trabajo cada vez más reduccionista e instrumentalista.

      Modus operandi

      ¿Cómo mi ética personal y profesional define mi praxis dentro y fuera de la universidad?

      Como explicamos antes en este capítulo, Hayward (2010) conceptúa el poder como límites que permiten o reprimen acciones. Como académicos trabajamos en un ambiente que está limitado por prioridades dadas por marcos legales, políticas educativas y políticas socioeconómicas; que, a su vez, definen en última instancia su misión y función.

      Sin embargo, podemos aplicar nuestra competencia reflexiva que implica desarrollar nuestra facultad cognitiva y volitiva para cuestionar los límites y tomar acciones políticas a través de experiencias educativas que alienten a nuestros estudiantes a realizar el mismo cometido. Como personal académico, tenemos el compromiso ético de dar a conocer los valores que subyacen a diversas cosmovisiones y ecologías del conocimiento (Santos, 2014) para que los discentes cultiven y desarrollen una consciencia y entendimiento amplio y crítico sobre los mismos. De esta manera han de sentirse empoderados para alinear su ética personal y profesional a su praxis dentro y fuera de la universidad.

      TICs y prácticas efectivas

      ¿Qué consideraciones éticas he de argumentar sobre las TICs y sus prácticas? El deber de la socialización y el derecho al uso y visibilidad de diversos idiomas. Una valoración que realizamos desde la competencia reflexiva se manifiesta en este mismo artículo, en el que viniendo de una universidad donde el idioma por defecto es el anglosajón, decidiéramos como académicas escribir este artículo en español. Esta decisión la tomamos siendo conscientes de la necesidad de: 1) promover y ampliar el acceso a la lectura de este artículo a los integrantes de la comunidad académica hispanoparlante, permitiendo un continuo diálogo y socialización de ideas; 2) fomentar el uso de otros idiomas que contrarresten el dominio actual del idioma anglosajón, en el cual se legitima una lógica lingüística estandarizada dentro de la producción editorial de investigaciones. Esto último puede convertirse en un instrumento de alienación que hay que contrarrestar. En esta misma línea el manual y el blog fueron publicados en tres idiomas: español, inglés y portugués.

      Capital social

      ¿Cómo articulo una reflexión colectiva hacia la acción y transformación para el bien común? Uno de los hallazgos más significativos que podemos mencionar era que a lo largo del proyecto se iban sumando personas dentro y fuera del ámbito académico y de otras profesiones liberales, para los que resonaban las preguntas y cuestionamientos que generó el proyecto. El encuentro con todos no se dio por un acuerdo tácito sobre un conocimiento mayor o menor sobre el campo de estudio, sino que fueron invitados a formularse las mismas preguntas “incómodas” y necesarias dentro de nuestra praxis.

      El interés por el proyecto se hacía patente entre personas de todas las edades, desde jóvenes a adultos mayores dentro y fuera de las regiones geográficas que comprendía el proyecto. Esto nos alentó en todo momento, ya que había un interés genuino en participar en ese descubrir y visibilizar el estudio y las prácticas que conformaban la economía social y solidaria, siendo conscientes que esto, a su vez, requería una interpelación a su praxis académica y ciudadana. Dada la naturaleza temporal del proyecto, tres años, era previsible que no pudiéramos ver cambios en políticas, currículo y marcos legales educativos, pero se dieron los primeros pasos en varias universidades y el tema empezaba a concitar interés en formalizar diferentes redes sociales que se aunarán al cometido de proyecto y de los que éstos llevaban a cabo en sus propios lugares. Sin duda alguna, sin un capital social como el que tuvo el proyecto, éste hubiera sucumbido a los vaivenes socioeconómicos que en ese momento se vivían.

      Es la fase donde experimentamos los cuestionamientos, las limitaciones y potencialidades tanto personales como profesionales para acometer la acción, en este caso el proyecto. Cómo la metodología nos permitía reflexionar sobre escenarios y espacios que iban emergiendo y cómo se iban integrando o desapareciendo al ir forjando una narrativa colectiva y diversa a la vez.

      Responsabilidad y transformación social

      ¿Cómo demuestro en la práctica mi responsabilidad profesional?

      El poder que tenemos como personal académico solo cobra sentido si se desarrolla a la par con la responsabilidad por la rendición de cuentas que tenemos ante la sociedad. Se puede entender como la obligación tal como Chomsky (1967) indicaba de hablar la verdad y exponer las mentiras. En nuestro caso, esta frase toma relevancia al mostrar dentro de nuestro rol como académicos una sola verdad, entendido como una sola forma de ver, estudiar, analizar, lo que percibimos como realidad y, en cuanto a exponer mentiras, que solo una perspectiva es suficiente para entender la complejidad de nuestro entorno y nuestra interacción con la misma.

      Said (1994) y Max-Neef (2004) enfatizan la importancia de explorar, revelar, discernir sobre el conocimiento, su comprensión y aplicación que trascienda más allá del entorno y quehacer profesional cotidiano. En nuestra experiencia fue clave buscar y encontrar aliados para trascender la normativa y pensamiento estandarizado sobre lo que debería ser el conocimiento y más aún nuestra comprensión sobre el mismo. La importancia de redes de trabajo que encontramos en nuestro camino nos permitió ampliar el radio de responsabilidad y de transformación social dentro de diversos centros universitarios. A los tres elementos más conocidos de la responsabilidad social: lo social, lo económico y lo medio ambiental incluimos el de la transformación individual como punto de partida. Una competencia reflexiva llama al personal académico a crear esos espacios de trabajo dialógico como parte de su responsabilidad y transformación social.

      Conclusiones

      Hemos de puntualizar que la competencia reflexiva nos ha de llevar inexorablemente a reconocer el poder cognitivo y relacional, que todo personal académico puede y debe desarrollar para cuestionar las fronteras sociales referidas por Hayward (2010); por ejemplo: leyes, reglas, normas, políticas, costumbres, identidades sociales y estándares presentes dentro de las universidades.

      Este poder está intrínsecamente vinculado a la responsabilidad que todo personal académico asume ante el estudiantado y sociedad, para no solo ofrecer conocimiento, sino enseñar a entender realidades y saber cómo transformarlas en lo posible y deseable, desde la transdisciplinaridad. Mientras el conocimiento, como el activo más importante de nuestro oficio, es considerado como una mercancía (Kauppinen, 2014), nuestro


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