Agónico carmesí. Josep Játiva

Agónico carmesí - Josep Játiva


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algo que no sabes... —comentas mirando por la ventana, con los ojos fijos en aquella prostituta que horas antes nos había ofrecido sus servicios.

      —Sabes que puedes contarme lo que quieras. Te amo —susurro detrás de ti.

      —¡Cállate! ¡No tienes ni idea! ¿Realmente estás enamorada de mí? ¡Mientes! —me acusas—. Tú estás enamorada de la situación. Enamorada del placer, del éxtasis agónico del carmesí.

      —¡¿Tú qué sabrás cuáles son mis sentimientos?! ¿Acaso crees que no es verdad? —respondo molesta, desnuda y sucia.

      —¡No me hables de sentimientos! —replicas.

      Tu mirada fría como el hielo hiere mi fogoso corazón.

      Te miro, sin contestar.

      —Estaba cansado de disfrutar de esto en soledad noche tras noche. No buscaba nada más allá de la atracción física. Una mujer que se entregara a mis perversiones. Una compañera temporal, porque sabía que a los pocos días y tras subir el nivel de depravación me abandonaría presa del horror —te explicas al fin—. Y ahora, te veo y descubro en ti una auténtica fiera. Una fémina completa, una perfecta diosa carmesí.

      —¿Qué problema hay? —pregunto confundida.

      —Ahora ellos querrán saber de ti —comentas, volviendo tu mirada hacia la calle—. ¿Me convierte eso en un monstruo?

      La sangre se ha secado sobre mi piel y pese a estar completamente cubierta con tonalidades cálidas, siento frío. «¿Quiénes son ellos? ¿Qué está pasando? ¿Dónde quedan nuestros sentimientos? ¿Realmente has jugado conmigo o en el fondo tú también sientes algo por mí?».

      Y allí me quedo, inmóvil, sobre los cuerpos sin alma teñidos de rojo, esperando alguna aclaración más.

      III

      —Cariño, ¿qué está pasando?

      Tu mirada vuelve a perderse a través de la ventana, entre los pechos de la prostituta que mientras fuma un pitillo, le dice algo a un joven que pasa cerca y la ignora por completo.

      Pensativo, sigues hablando.

      —¿Sabes?, no creí que pudiese encontrar a alguien como yo. Con un corazón, una mente y un cuerpo hechos para esto. Preparados para tales actos, para tal entrega… —Por un momento, tus ojos se encuentran con los míos. La ternura que reflejan me tranquiliza, sé que sentimos lo mismo. Desvías de nuevo la mirada, esta vez hacia un trozo de carne que parece un dedo—. Eso me preocupa porque sé que jamás volveré a cruzarme con alguien como tú. Alguien que me haga sentir completo.

      Te quedas en silencio, con la mirada perdida.

      Una lágrima resbala por mi mejilla creando un pequeño surco entre la sangre seca.

      —Y ¿por qué te preocupa? —me atrevo a preguntar insegura.

      —¿¿Por qué?? ¿No lo entiendes? ¡¡Eres única!! —De repente, montas en cólera. Asestas un puñetazo contra la pared que tienes cerca y la habitación retumba. Tu fuerza me fascina—. Tienes mucho potencial y estoy seguro de que les interesarás para el siguiente nivel. Si los conoces… Podría perderte…

      «¿De qué hablas? ¿Qué es el siguiente nivel? ¿Quiénes narices son ellos?». Las preguntas se agolpan en mi mente y pugnan por salir todas a la vez.

      —¿Quién…? ¿De qué...? ¿Por qué...? ¿Cómo...? —Quedo sin aliento y necesito sentarme. Más calmada vuelvo a preguntar—: ¿De qué diablos estás hablando?

      Consigo centrarme en una sola cuestión, te miro atenta y seria. Tú, que te has vuelto para mirarme en el momento de mi desordenada retahíla de preguntas sin sentido, te acercas y te sientas a mi lado. Me coges la mano con delicadeza y me sorprende la dulzura de tus actos, pero no me desagrada. Me miras los dedos mientras los acaricias.

      —¿Por dónde empiezo…? Ahora ya no tiene sentido ocultarlo, sabes demasiado, ya no puedo mantenerte al margen… No debí dejarte llegar tan lejos…

      Entrelazas nuestras manos y aprietas con fuerza.

      —Puto cobarde… —dices para ti—. He sido un egoísta al no poder contenerme. Al hablarte de ellos, de esto, al no poder apartarte de mí… Pero, por primera vez en mi vida tengo miedo... No quiero perderte…

      Correspondo, mientras hablas, a tu juego de manos y te sostengo fuerte, intentando transmitirte seguridad.

      —No me vas a perder. Nadie, ¿me oyes?, nadie nos va a separar. Mataré a quien lo intente.

      —¿Incluso a ti misma? —me preguntas, mirándome a los ojos.

      Tu pregunta me sorprende.

      —¿Qué te hace pensar que me alejaría de ti? ¿No te das cuenta de que significamos lo mismo el uno para el otro? —Te sujeto la barbilla, toco esa barba de tres días que tanto me gusta y te doy un beso con amor. Me correspondes, pero te separas enseguida.

      —No conoces a esa gente, dominan el arte de la persuasión y la amenaza… Y el siguiente nivel es tan suculento, que pocas pueden rechazarlo… —Un gruñido escapa de tu garganta—. Si yo fuese mujer, haría mucho que estaría en el siguiente nivel… El último, el más importante…

      —¿Solo las mujeres tienen acceso al nivel más alto? Pero… ¿Qué clase de organización es esa? —Cada vez tengo más preguntas y solo tengo claro que me quieres tanto como yo a ti. Te sostengo la mirada—. ¿No lo entiendes? Por muy apetecible que sea, no hay nada que me interese más que tú, que nosotros, que esto que tenemos, esto que creamos cada noche…

      Tus ojos siguen clavados en los míos, incrédulos.

      No dices nada e intento tranquilizarte con mis palabras.

      —Amor… Nuestro ritual es solo nuestro, no podría hacerlo con nadie más, tú despiertas mis instintos más primarios. Sin ti, la sangre no tiene sentido. Sin ti, el color carmesí pierde su valor. Sin ti, mi placer solo es agonía… ¿No te has dado cuenta todavía? Tú eres el elixir que me transforma en lo que soy, en mi verdadero yo. Sin ti, solo soy lo que fui hasta que apareciste en mi vida, un sucedáneo de mí misma. No quiero volver a ser esa mujer… —Tus ojos recuperan ese brillo que me vuelve loca de deseo. Ahora sé que me crees—. Sin ti, no soy apta para el nivel supremo, eso seguro… Pero… ¿Vas a explicarme de una vez quiénes son y a qué perteneces?

      Suspiras profundamente, pero estás tranquilo. Tu mirada se pierde en el espejo lleno de restos del cerebro de uno de los chavales de anoche. Los pegotitos hacen extraños dibujos al reflejar la luz.

      —Supongo que todo comenzó con aquella carta anónima que recibí en mi casa horas antes de salir hacia el trabajo. En un principio la ignoré, la dejé sobre el recibidor de la entrada pensando que sería publicidad, pero cuando volví a casa y revisé el correo me di cuenta de que no era así. La carta iba dirigida a mí. En el membrete aparecía escrito: El círculo de Ozark. En ella me comentaban que se ponían en contacto conmigo porque les parecía muy interesante y querían que formara parte de su equipo. Por los datos que reflejaban en los documentos se notaba que me conocían perfectamente. Tenían mi currículo actualizado, mis aficiones e incluso hasta mi novela preferida de El marqués de Sade. ¿Qué clase de empresa era esa? ¿Cómo podían saber qué libros reposaban en mi estantería de favoritos? Al principio me asusté, lo reconozco, pero después pensé que sería una broma de algún amigo con mucho tiempo libre. Como la carta incluía un teléfono al que llamar en caso de que estuviese interesado, llamé. Lo hice pensando que me contestaría algún conocido y la broma terminaría. —Mientras recuerdas los inicios en esta aventura del placer, vuelves a mirar por la ventana apesadumbrado—. Llamé y un contestador inició su reproducción: «Hola, Miguel Rosselló nos complace que haya decidido ponerse en contacto con nosotros. Le esperamos mañana a las 12:00 en la quinta planta del hotel Luxury Resort. Atentamente “El círculo de Ozark”».


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