Agónico carmesí. Josep Játiva

Agónico carmesí - Josep Játiva


Скачать книгу
me explicaban que habían alquilado todas las habitaciones y salas del hotel. Que era un proyecto secreto. Que no podía enterarse nadie y que por eso el personal del hotel no había acudido a trabajar aquel día. Eran muy cautelosos y preferían evitar posibles filtraciones de información.

      —¿Y no te dio mala espina todo aquello? ¡Parece de locos! —comento sin maldad.

      —No tuve tiempo de reaccionar. La china me empujaba por todo el hall, hacia el interior del ascensor. «Olganización espela». No paraba de repetir, y una vez dentro del ascensor pulsó el botón y me despidió con una amplia sonrisa. —Ahora te muestras inquieto. Empiezas a moverte por el dormitorio, esquivando los cuerpos destrozados todavía presentes en la habitación—. Al salir de allí apareció ante mí una inmensa sala decorada con sutileza y minimalismo. Una mesa, una silla, un cactus y un monitor con el logotipo de la organización. No me dio tiempo a estudiar con la mirada el resto de la estancia. El monitor inició su reproducción y una voz en off empezó su discurso. La recuerdo como si fuese ayer: «Hola, nos complace verle por aquí, señor Rosselló. Se estará preguntando por qué tanto misterio, por qué nos empeñamos en ocultarnos y, lo más importante, quiénes somos. Tendrá sus respuestas a su debido tiempo, pero antes permítanos que le digamos por qué nos gusta, por qué le hemos elegido para formar parte de nuestra organización».

      Detienes tu narración y me miras asustado. Intento comprender qué es lo que te atormenta para tratar de consolarte. Te abrazo, pero tú estás demasiado nervioso como para permanecer inmóvil pegado a mí.

      —¡Ellos sabían mi adicción al sadomasoquismo! ¡A mis orgías sexuales! —continúas tu relato—. Ellos lo sabían todo. Incluso los portales eróticos que solía visitar desde mi ordenador. Mis visitas al sexshop. ¡¡Hasta la marca de condones que me gusta, joder!! ¿Cómo me iba a negar a lo que me ofrecían? ¡¡Me conocían muy bien!! Querían que formara parte de su círculo selecto. Que trabajara para ellos. Me ofrecían un placer que solo unos pocos elegidos podían alcanzar y querían que yo fuese uno de ellos.

      —Y, claro está, todo eso tenía un precio. Una letra pequeña —me atrevo a interrumpir tu discurso.

      —No, te equivocas. El trabajo que me ofrecían estaba hecho exclusivamente para mí. Todo perfectamente creado para obtener un éxtasis sin igual. El placer total, el placer sexual en el dolor llevado hasta el final. En definitiva, un homicidio sadomasoquista. No había ninguna cláusula más allá de guardar aquel secreto. Ellos se ocupaban de todo lo relacionado con la desaparición de los cuerpos. Me explicaron cómo debía hacerlo, que no debía preocuparme de nada si seguía sus instrucciones. Recuerdo que me excité. En un principio no me podía creer lo que me ofrecían, poder llevar a cabo mi deseo más perverso y prohibido.

      —Te comprendo, yo experimenté lo mismo cuando te conocí —te comento, en un intento de captar tu mirada.

      —¡Joder! ¿No lo entiendes? ¡El único requisito era que no se lo contase a nadie! —exclamas—. Ellos me proporcionaban todo el dinero que quisiera y un listado con toda la información de las personas a la que podía elegir para el juego erótico perverso. Después, simplemente tenía que convencerlas, tarea que resultaba muy fácil debido a todos los datos que poseía de ellas. ¡Era perfecto! Pero entonces te conocí... y me enamoré.

      —Ahora no irás a decirme que yo era una de esas personas en la lista y que por eso te acercaste a mí, ¿no? —pregunto confundida. Tanta información empieza a cansarme. Nuestra fiesta nocturna ha sido muy larga y tu historia parece no tener final.

      —No digas eso ni en broma. Me acerqué a ti porque cada día que pasaba por delante de la cafetería y te veía allí sentada me ponías a cien. Tu forma de moverte, tus ojos, tu voz al hablar por teléfono. Me anulabas la mente, solo podía pensar en ti. Y cuando te conocí, resultaste ser tan fogosa, tan ardiente, que te introduje en este loco frenesí de placer sin darme cuenta.

      —No te atormentes por eso. Yo quise participar en ello porque así lo deseaba —te contesto tajante.

      —Lo sé, soy consciente de ello, como también soy consecuente de que ellos nos estaban observando. —Me miras a los ojos y con esa mirada me transmites lo mucho que me amas—. Me daba igual que nos vieran, incluso me excitaba que lo hicieran. Cuando fui consciente de lo que había hecho, pensé en matarte durante uno de nuestros juegos carnales. Pero ya era demasiado tarde, mi corazón te pertenecía. Te amaba demasiado y ahora ellos lo saben, te conocen y te desean. Por eso, me siento como un monstruo… No debí dejarte llegar tan lejos. Después de esta noche, ellos querrán que entres directamente a formar parte de la élite y vete a saber qué castigos nos aguardan.

      —Estoy un poco asustada, lo reconozco, pero… —Dejo de hablar un segundo para mirarte a los ojos—. Si entrar al círculo significa estar más cerca de ti, no me importa.

      Te aparto un mechón de la frente y te acaricio la mejilla.

      —Ese es el problema, preciosa. Si pasas a ser élite te harán ir por libre.

      Niego con la cabeza mientras una sonrisa se dibuja en mi rostro.

      —Te equivocas. Si yo les interesase en soledad, ¿no crees que ya se habrían puesto en contacto conmigo? Como te he dicho antes, realmente soy yo cuando estoy contigo. —Tus ojos reflejan un destello de esperanza. De nuevo, hemos pensado lo mismo—. Sí, cariño, creo que podemos formar un gran equipo y si tanto les voy a interesar, tendrán que aceptarlo.

      Te acercas a mi cara y lames el surco que la lágrima ha dejado en la sangre seca hasta llegar al ojo. Lo besas.

      —Definitivamente eres perfecta. ¿De verdad aceptarás entrar a formar parte de esto conmigo?

      —Siempre que sea contigo y solo contigo…

      Te precipitas sobre mí y me empujas sobre la cama, me miras fijamente a los ojos y sin previo aviso me posees violentamente con una fuerza que todavía no conocía en ti. La excitación nos invade y damos rienda suelta a nuestro desenfrenado deseo.

      Nos hemos quedado dormidos, pero el zumbido de tu móvil nos despierta.

      —¿Qué hora es, amor? —te pregunto adormilada.

      —Las cinco menos cuarto… —me dices, mientras deslizas tu dedo sobre el teléfono—. Habrá que ir pensando en dejar esta habitación.

      Asiento con la cabeza y me acerco a ti sentada en el borde de la cama. Me apoyo sobre tu espalda mientras te rodeo con mis brazos

      —Llévame donde quieras…

      IV

      Qué divertido resulta salir a escondidas del hotel contigo, como dos adolescentes saltándose las clases. Me haces sentir tan viva que mi excitación nunca cesa, un placer que recorre mi cuerpo y eriza el poco bello púbico que tengo. En todo momento te transmito mis emociones a través de mis manos. Sé que me entiendes, pues me devuelves tu respuesta del mismo modo. Nuestras manos se funden en un único elemento hasta llegar a tu motocicleta. Allí, sobre el capó del vehículo mal aparcado que tuvimos que empujar para dejar vía libre a nuestro transporte, me posees. Me abrazas y besas violentamente. Presionas tu cadera sobre la mía y juntos abollamos el coche del propietario desconocido que mañana se preguntará el motivo por el cual alguien decidió darle un nuevo aspecto. Me excito al pensar que nos está observando y abro los ojos para buscarlo en la penumbra nocturna, pero la calle está desierta. Ni las prostitutas ni los yonquis quieren pasearse por la ciudad a estas horas. Presionas mis senos hasta causarme dolor, una punzada eléctrica me recorre hasta el cerebro, lo nubla. Te golpeo en la espalda sin control varias veces hasta que me coges y con la violencia que te caracteriza me elevas para dejarme caer sobre la luna delantera del vehículo, agrietándola. Entonces, me abro a ti esperando recibir tu poderoso miembro.

      Nuestro intenso jugueteo ha sido rápido y vuelves a mostrarte preocupado porque sabes que ha llegado el momento de separarnos.

      —No quiero que me acerques a casa como haces siempre... —comento, mientras me subo la cremallera de la chaqueta y


Скачать книгу